Ana tomó el disco redondo que representaba a los ocho primeros planetas que integraron la Unión Intergaláctica. La insignia le serviría para entrar a algunos cuartos clausurados pero necesitaba encontrar otra. Un médico de no tendría el nivel necesario para entrar al lugar donde habían guardado sus cosas. Cogió también el arma del Sinouri y se aseguró de que solo aturdiría cuando atacara. No quería matar, si la atrapaban después de haberlo hecho tomarían medidas más drásticas con ella y no podría volver a escapar. Aunque su misión de vida era reducir a cenizas la UIP no ganaría nada destruyendo una sola nave, tan solo se perjudicaría.
Entró al ascensor y presionó el botón del nivel superior. Debía estar preparada para encontrarse un pasillo lleno de gente. Mientras subía pensó en Pixie, si lo recuperaba todo sería más fácil. Las cosas estaban muy borrosas, Pixie las aclararía. Hizo un conteo de lo que sabía.
1– Mi nombre es Ana.
2– Tengo ocho años.
3– Me criaron unos padres robóticos que me enseñaron las cosas que necesitaría saber acerca del universo, cómo defenderme, y formaron mi carácter para llevar a cabo la misión de destruir la UIP.
4– Mi misión es destruir la UIP.
5– Sé muy poco de mi misma.
6– Me estoy mareando de tanto pensar.
El ascensor acabó su viaje y abrió las puertas para permitirle salir, pero antes de que se abriera por completo un hombre se metió en él. Ana estaba en un rincón, por eso el intruso no se dio cuenta al principio. Al verla abrió mucho los ojos e hizo una mueca.
–Niña, no deberías andar caminando por ahí. Seguramente acabas de despertar ¿Los médicos te dieron permiso para explorar el lugar? ¿Qué te pasa? ¿Por qué me miras de esa for…?
El hombre cayó al suelo. Ana lo recostó contra la pared y tomó su insignia. Otra para la colección. Tenía que darse prisa, pronto encontrarían al Sinouri y darían la alarma. Se dio cuenta de que encontrar el lugar donde habían colocado sus cosas sería más fácil si Pixie la hallaba a ella primero. Vio una placa metálica con instrucciones para llegar a los puntos más importantes de la nave, también estaban señalados los paneles de información, ahí se podían transmitir mensajes para que se oyeran en toda la nave. En cada nivel estaban ubicados tres paneles, había uno a solo unos pasos.
Allí estaba, tenía un botón rojo y una protuberancia circular llena de agujeritos pequeños. Presionó el botón rojo que se iluminó.
–Pixie, Pixie, rastrea el lugar de donde viene el mensaje y ven aquí enseguida. Búscame.
Transcurrió un minuto, luego dos y no pasaba nada. Hora de ejecutar el Plan B, de todos modos estaba en el mismo nivel del puente, y tenía un arma…
“Muchas cosas pueden desprender energía negativa: Matar, odiar, engañar, envidiar. Todo eso tanto en acción como en intención. Existen criaturas que son sensibles a ella, pueden verla, o sentirla. Se han llevado a cabo varias investigaciones acerca de este fenómeno. Hasta los humanos antes de conocer la tecnología superior intentaron demostrar que era posible distinguir los distintos tipos de energía que rodeaban los cuerpos, en ese momento la llamaron “aura” y pudieron verla con la cámara Kirlian, aún así, muy poco se sabe de los campos energéticos. La mayor fuente de información son los datos brindados por las especies que pueden percibirlos, siendo las más conocidas la “Unya” y los casi recién descubiertos kalamitas cuya cualidad notamos gracias al Comandanta Sula de la UIP, el único kalamita al que se puede acceder por ahora.”
Teniente Patrick Ousbourne, cuerpo científico de la nave Kertrena
Cuando la puerta del puente se abrió, Sula sintió que un escalofrío recorría todo su cuerpo. Aunque sus instintos lo ponían en sobre aviso nada pudo prepararlo para lo que vio. Una niña entró con un faser en alto y comenzó a aturdir a los miembros de la tripulación que estaban allí. Se movía con rapidez. Avanzaba y disparaba como toda una profesional. Era una humana pequeñita, posiblemente de siete u ocho años y tenía el cabello rojo revuelto. El Comandante se quedó tan impresionado que tardo un poco en reaccionar, cuando iba a sacar su arma la niña saltó sobre el capitán y lo tumbó en el suelo.
–Que nadie se mueva o disparo –dijo la niña apuntando al capitán y regulando el faser para matar.
Los pocos que quedaban en pie soltaron sus armas y alzaron los brazos.
–Tú –se dirigió a Sula– guíame al lugar donde pusieron mis cosas.