Los trabajadores del hotel presionan a Rubén intentando que este niegue a Jesús, pero este no lo niega y sale corriendo por el medio de ellos...
Rubén es perseguido por varias partes del hotel por estos tres trabajadores, y se les une un socio del hotel, pero Rubén los pierde dentro del hotel y sale del lugar. Y rompe con una patada el vidrio de la puerta izquierda de un vehículo ajeno, y se mete con todo a ese carro particular; que estaba parqueado al frente del lujoso hotel. Y se agacha...
Desconcertado, Rubén se queda sin hacer ningún movimiento dentro del carro, y se pone a orar en su mente pidiendo ayuda a Dios, y queda boca abajo, y después de orar, mira de reojo el clutch, el freno, y el acelerador, y dice en voz baja:
— Tengo que salir de aquí, y de este país... pero no puedo dejar a mi esposa, ¿qué hago?
En ese instante, Rubén escucha más alboroto de la gente, y dice:
— Definitivamente, me iré a otro lugar, debe de a ver alguien con cordura para que me ayude con Jhoana...
De inmediato, Rubén comienza a buscar muy cuidadosamente, si en el carro el dueño dejo las llaves, pero no encuentra nada de eso, solo encuentra fotos y dinero.
Rubén no piensa dos veces y rompe la caja de los cables. Haciendo un gran ruido, y se agacha, porque una mujer se acerca al carro.
En ese momento, Rubén se hace en muerto, y la mujer se asoma por la ventana quebrada del carro, y con un palo; toca en varias ocasiones la espalda de Rubén, y le hace con fuerza a ver si se mueve, pero este se queda aguantando bastante, y se queda sin movimiento.
La mujer y otros se queda custodiando ese carro, y Rubén se queda ahí todo el día y la noche en esa incomoda posición, y el hambre que ya tiene es insoportable...
5: 45 am, Rubén se despierta, y no escucha a nadie por ahí, y dice:
— No puedo dejar que muera de hambre aquí.
Rubén parte los cables de la caja, y hace que el carro encienda, y de inmediato, un hombre se le trata de meter por la ventanilla, diciéndole:
— ¡Tú eres uno de esos! ¡Niega a Jesús!
— No lo voy hacer. Así que fuera de este carro.
Rubén empuja a ese hombre y se va de ese lugar antes que las otras personas se le tiren encima, y sale del barrio de Bocagrande, y va por la vía esquivando una gran cantidad de gente y de carros que están dificultando el tránsito por la vía...
Rubén llega al barrio centro histórico de Cartagena, y se estrella contra una casa de dos pisos, y se baja de ese vehículo, y entra a la casa. Cuando es recibido por una señora a escobazos, diciéndole:
— ¡Fuera de aquí! ¡Fuera de aquí! Loco, ¡Fuera de aquí!
Rubén cubre su cabeza de los escobazos, y le expresa a la señora:
— ¡Pare! Deténgase señora, usted habla normal, no es como ellos.
— Claro que yo soy normal, ¿acaso soy loca como tú, y esas otras personas que quieren acabarme?
— Ya no me pegue, yo también soy normal.
La señora se detiene, y mira el rostro de Rubén, y le dice:
— Compruébame que tú eres un hombre normal.
— Yo soy un nuevo creyente, yo creo en la salvación de nuestro señor Jesucristo, ¡Jesucristo es mi salvador!
De inmediato, la señora se agacha, diciéndole a Rubén:
— Eres un hermano de fe, perdóname por haberte golpeado.
— Tranquila, no se preocupe, en la vida he llevado golpes más fuertes que los que me dio... mejor cerremos esa puerta antes que un loco de verdad entre.
En seguida, entre Rubén y la señora cierran la puerta, y ponen un mueble para tapar un hueco que hizo el carro...
Luego de eso, Rubén le da la mano a la señora, diciéndole:
— Mi nombre es Rubén.
— Yo soy Guillermina. Para servirle hermano de la fe.
— Gracias mi señora, por si acaso, usted tiene comida aquí.
— Solo hay pan.
— Si, si, eso, no he comido nada desde ayer.
— Bueno, ya le traigo, esta es la casa de mi vecina.
— ¿Y qué paso con su vecina?
— No sé, encontré la casa vacía. Cuando me toco entrar aquí, porque mi esposo lo encontré con el celular en sus manos, y me dijo una y otra vez que negara a Mi Señor, pero yo no accedí a eso y ese hombre se puso como loco, y quiso atacarme, y me escape de ese lugar.
— Así me paso con mi esposa, no entiendo lo que sucede.
Guillermina le da pan a Rubén, y este come un poco rápido, por el hambre que tiene. Cuando Guillermina le pregunta:
— ¿Y desde cuando eres cristiano?
— Hace dos días. ¿Y usted?
— Uf, yo tengo como alrededor de treinta años de ser cristiana, pero te digo que nunca había vivido esto.
Rubén termina de comer el pan, y le pregunta a Guillermina:
— ¿Tiene usted teléfono?
— En el momento en que paso todo esto, yo lo tenía en la mano, y corrí para salvar mi ida, y tropecé con una silla. Cayendo con todo en el piso, el móvil se me daño.
— Ah.
— ¡Mire como esta!
— Oh, no, está totalmente dañado... necesito comunicarme con mi pastor.
— No se va a poder ahora, al menos que vaya hasta la plaza.
— Adonde queda eso.
— Es aquí mismo, pero tiene que pasar, como alrededor de quince casas.
— ¿Qué hay allá?
— Una zona de internet, y cabinas telefónicas, todo lo que usted pueda necesitar de cosas de comunicación.
— Que bien.
— Una pregunta Rubén.
— Dígame.
— ¿No es mejor quedarse aquí, que exponerse allá fuera? La gente está asediando todo esto, es mejor estar escondidos.
— Tiene mucha parte de razón, pero yo quiero buscar una solución a todo esto.
— ¿Quiere más pan?
— Eh, si, por favor.
Guillermina trae más pan de la bandeja que tiene su vecina, y se lo da a Rubén, diciéndole:
— ¿Y usted a que se dedicaba antes de que pasara todo esto?
— Yo soy abogado y vivo en Panamá, y vine aquí a Cartagena, porque gane un caso muy duro, el cual estaba acusando al que ahora es mi pastor, lo señalaban injustamente, pero gane el caso, y esa fue mi séptima victoria.