Una madre para mis hijos, una esposa para mí.

¿Hasta cuando viajamos?


 

Hafid, necesitaba meditar sobre qué había sucedido con Sylvia, aunque dió la apariencia de tomarlo con calma, se sentía inquieto por el girl que había tomado la situación entre ellos.

 Recordó la mancha de la sabana que Sylvia le mostró y cómo ella se había afectado, era importante para él saber que no hubo consecuencias, sería un desastre para ésta chica tener un bebé con él.

Al parecer ella había soñado con enamorarse de alguien y entregarse por amor, le dió una sensación extraña en su estómago al recordar la cara de desilusión que tenía Sylvia por haberse acostado con él. 

Se sintió incómodo al darse cuenta que de alguna manera le había arruinado las ilusiones románticas a aquella chica, así que lo mejor era que no hubiera consecuencias. 

Todo lo que había sucedido entre ellos, había sido producto de haber consumido demasiado alcohol, pero después de eso seguían durmiendo juntos y no había química en sus cuerpos, deseos de tener sexo. 

Lo mejor era no prestarle atención a esto por los momentos, ya había solucionado lo de Déborah, debía seguir adelante, así que, mejor se encerraba en su estudio a trabajar y olvidarse de las mujeres por unos días. 

A la hora de la cena ya tenía, un nuevo plan de acción, ya se lo comunicaría Sylvia cuando fueran a dormir, que era el mejor momento para hablar con ella. 

En la habitación le comunicó a Sylvia sus próximos planes, ella lo escuchó y después dijo: 

— Hafid, explícame ¿Por qué tienes que viajar, cada vez qué vas a una de tus empresas?— preguntó ella. 

— Porque a veces se presentan situaciones que resolver, y generalmente, es requerida mi presencia en el lugar— dijo Hafid. 

— ¿En cuánto tiempo, resuelves  tú cada situación? ¿Cuánto es el máximo de tiempo que usas?— preguntó ella. 

— ¿Por qué tantas preguntas?— dijo él. 

— Porque quiero  hacer más simple la vida de los niños— dijo Sylvia— son dos personitas, que en algún momento necesitan ir a la escuela, si estamos viajando constantemente, ¿en qué escuela van a estar estables? En eso pensaba. 

— Tienes razón, pienso que el mejor lugar para establecernos sería  América, los Estados Unidos— dijo él— aunque ésta es tu tierra y se que te sientes más cómoda acá. 

— Yo me pliego a lo que tú digas, porque ésto es un trabajo Hafid, yo sé que el contrato dice que tenía que estar dispuesta a viajar,— dijo Sylvia— pero ya los niños tienen cuatro años, ya deben empezar en la escuela, pienso que así minimizas gastos por estar viajando tanto. 

— También, te vas a preocupar por mis finanzas Sylvia?— dijo Hafid sonriendo. 

— Lo siento es mi memoria práctica, sé que tú no tienes porqué preocuparte por tus finanzas,pero me preocupo por los niños— dijo ella. 

— Todo lo que estás planteando, es muy sabio— dijo él— te prometo, que voy a considerarlo; vamos a tomar nuestras cosas, apenas tengamos los resultados de tus exámenes, allí veremos si viajamos o nos quedamos. 

— Está bien— dijo Sylvia. 

Ella se fue hacia el vestidor, mientras el de se introdujo en el baño ya iban a prepararse para dormir; esta vez, él a propósito, quiso fijarse en la figura de ella antes de dormir, nunca se había tomado el tiempo de mirarla. 

Ella usaba una bata de seda que le llevaba a las rodillas, era verde agua claro, se soltaba él cabello rojo que parecía una cascada de fuego hasta su espalda, el corte de la parte alta era de finos tirantes que dejaban ver sus redondeados hombros. 

Él, la miró a sus anchas, aquella muchacha había sido su mujer, pensar en ésto, hizo a Hafid experimentar una erección, se sorprendió de la reacción natural de su cuerpo. 

— ¡Ah caramba Hafid! ¡Controla tus ímpetus!— dijo y se volteó hacia otro lado dándole la espalda a ella. 

Sylvia, se metió bajo las sábanas, ignorante de lo qué sucedía, en la cabeza y en el cuerpo de Hafid; de inmediato se quedó dormida al contrario de él que  quedó preocupado, por lo que sucedía con su humanidad. 

Sylvia, como siempre se levantó muy temprano, a las siete y media estaba ya buscando que hacer, Hafid, se quedó un poco más en la cama, le había costado quedarse dormido la noche anterior. 

Sylvia, de inmediato se dirigió a la cocina, a organizar todo para el día, el desayuno, el almuerzo y la cena, siempre desde que había adquirido la responsabilidad de ser la esposa de Hafid Aziz, estaba al mando de lo que se cocinaba durante el día y las empleadas respetaban mucho las decisiones que ella tomaba.

Hafid, difícilmente se ocupaba, sino de comer y de elogiar la comida, pero era su esposa, quién ocupaba ese lugar preponderante en la casa. 

Ella, era la primera en desayunar por levantarse tan temprano, los demás desayunaban a partir de las ocho y media de la mañana tanto los niños como Hafid;   a la hora del almuerzo que  era la una y media de la tarde, y la cena siempre se estaba sirviendo entre a las siete y media y las ocho de la noche. 

Sylvia, era una mujer muy organizada en el hogar, eso le agradaba a Hafid, ella estaba pendiente de cada detalle, aún de las muchachas que limpiaban, de las que atendían la ropa, de los que cuidaban el jardín, el chofer; siempre estaba al tanto de cada detalle que necesitaba la casa.

Siguió hasta el cuarto de los niños, ya era hora de levantarlos, para que bajaran a desayunar. Cuándo bajaba con los niños, se encontró con  Hafid,  y juntos se dirigieron al comedor. 

Una vez terminaron de desayunar Hafid dijo:

— ¿Qué les parece,si en unas semanas nos mudamos nuevamente, a dónde viven la abuela y la tía?

Los niños exclamaron con alegría. 

— ¡Eso sería genial papá, nos encantan la tía y la abuela!— Amira fue la primera en manifestar su opinión. 

— ¡Sí, a mí también, me encanta la tía y la abuela papá,  vámonos me gusta mucho! — dijo Farid

— Les informo, que todo depende de lo que su mamá tenga, ella va a ir al médico en unos días, de eso depende hay que esperar lo que diga el médico— dijo él. 



#1952 en Novela romántica

En el texto hay: romance +18

Editado: 02.04.2023

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