—Mi niña —soltó la abuela—, no me imagino por todo lo que tuvo que pasar con ese desgraciado, por culpa de ese maldito, ojalá que se pudra en el infierno.
Era la primera vez que la abuela se expresaba de esa manera y todos se sorprendieron.
—Todo esto fue mi culpa —añadió Marco mientras bajaba la mirada—, si hubiéramos hablado, si le hubiera insistido, ella no se habría ido y no hubiera vivido todo eso.
—El hubiera no existe —soltó su padre—, no nos atormentemos con el pasado, ella sufrió demasiado y es nuestro deber ayudarla ahora como la familia que somos.
—Tu padre tiene razón hijo —soltó su madre—, ahora ella esta con nosotros, ya no le recordemos el pasado, brindémosle un hermoso futuro.
—Me casare con ella —soltó Marco mirando al abuelo de Damiana—, espero que pueda darme su bendición.
—Mi bendición la brinde hace mucho tiempo, y a pesar de lo que paso, aun tienes nuestra bendición —se puso de pie y lo abrazo, sabía que Marco estaba sufriendo por su nieta.
—Gracias abuelo —soltó con la voz destrozada.
—Ya hijo —lo consoló—, tranquilo.
Cuando Marco se calmó, y recobro la compostura, se acomodo el abrigo y abrió la puerta de su oficina.
—Damiana, quiere verlos.
El matrimonio McGregor se miro y asintiendo salieron de la oficina, seguidos de sus padres. Al llegar a la pueta de la habitación, Marco dio unos golpecitos y escucho la voz débil de Damiana.
—Adelante.
Antes de que pudiera sujetar la perilla de la puerta, esta se abrió y se pudo ver a la pequeña Damaris con una sonrisa.
—Hija —soltó Marco.
—Papi —corrió a sus brazos—, vinieron a visitar a mi mami.
Aquellas palabras les sorprendieron a todos, la pequeña Damaris le llamaba mamá.
—Mami, vinieron a visitarte —corrió al lado de la cama y Damiana se sorprendió cuando vio a las dos personas que la cuidaron desde pequeña.
—Los abuelos McGregor —soltó la niña y cuando se giro a ver a su mamá. Vio que estaba llorando—. Mami, ¿Por qué lloras?
—Ven conmigo hija —habló Marco mientras le sujetaba de la mano, se inclino y deposito un beso en la frente de Damiana—, ya no llores amor mío.
—Gracias —soltó con una sonrisa sin dejar de mirar a sus abuelos.
—Les dejo para que hablen —soltó Marco y se llevo a la pequeña Damaris.
—¡Hija mía! —soltó la abuela mientras corría a su lado y besaba sus mejillas—, gracias a Dios que estas bien.
—Abuela… —lloro desconsoladamente en sus brazos.
—Mi niña —su abuelo beso sus manos y derramo varias lágrimas.
—Lo siento mucho — se disculpó—, no debí haberme ido.
—Ya no importa —la callo su abuela—, lo único que importa es que ahora estas con nosotros.
—Tenia miedo de volver… si me escapaba él podía lastimarme —agregó nerviosa.
—Ese hombre ya no podrá lastimarte —soltó su abuelo furioso—, mi niña, no sabes cuanto te extrañamos.
—Te amamos —la abuela le arreglo el cabello—, te amamos demasiado. Eres nuestra hija, nuestra nieta.
A pesar de que sus abuelos no querían dejarla ir, Marco los convenció de que en su casa estaría mejor, allí estaría con su hija y él podría cuidarla, además, la boda se celebraría unos días antes de navidad. Los días pasaron rápido, las calles estaban cubiertas de nieve, la navidad llegaría en unos días, con las exigencias de Marco y los cuidados de sus abuelos, Damiana se recuperó rápidamente, su herida poco a poco sanaba, sus labios volvieron a recuperar el color natural que tenían, sus mejillas tenían un color especial cuando se sonrojaba, las heridas de su cuerpo sanaron poco a poco, pero en ocasiones las heridas de su alma, le hacían imaginar cosas, en las noches aún tenía pesadillas, aquellos sueños que no la dejaban en paz, le hacían recordar que a pesar de que Fabio estaba muerto aun la atormentaba.
—No me toques —empezó a gritar entre sueños—, déjame. ¡Tu estas muerto!
Marco se encontraba en su habitación, aun no terminaba de leer los documentos en su tablet, cuando escucho la voz de Damiana. Rápidamente se dirigió a la habitación de Damiana, cuando ingreso la encontró en su cama, tenia el rostro húmedo, estaba llorando, las pesadillas eran constantes.
—Amor mío —la despertó lentamente y cuando sus ojos se abrieron sintió como lo abrazaba rápidamente.
—Marco, mi amor —lloro en sus brazos—, él estaba ahí, lo vi… quería hacerme daño.
—Tranquila mi vida, solo fue un sueño —la consoló.
—Fue tan real —agregó nerviosa.
—Yo estoy aquí contigo —le acaricio la mejilla.
—No me dejes.
Lo miro con ojos suplicantes.
—Debes descansar —deposito un beso en sus labios—, mañana será un día agotador.
Se levanto de la cama y se dispuso a irse.
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Editado: 04.02.2024