Una modelo en apuros

8; Estúpidas apuestas

Dylan se separa lentamente, con expresión triunfadora en el rostro. Doy un paso hacia atrás y oigo aplausos. Miro incrédula a los causantes de estos: Charlie, el fotógrafo, Ethan y Alex. Este último sonríe socarronamente, como si supiera algo que yo no sé. Entonces, avergonzada por la situación tan extraña, me hago paso entre los chicos y me dirijo hacia mi cabinete.

Allí me coloco mi vestido y vuelvo a recoger mi cabello, esta vez en una coleta alta que llega hasta debajo de mis hombros. Suspiro mientras me miro a un espejo.

¿Por qué me ha besado? Y peor aún, ¿por qué le he seguido el beso?

Resoplo resignada.

Salgo de allí y me dirijo al hotel sin despedirme de nadie. Mi estómago ruge en modo de protesta, así que voy al comedor directamente. La comida del bufet es maravillosa y me sirvo un plato de ensalada y uno de pescado. Justo cuando termino de comer, Dylan, Alex y Ethan entran por la puerta del comedor. Rápidamente me subo al ascensor y entro a mi habitación, tumbándome en la cama tranquilamente. Pero mi tranquilidad no dura mucho, ya que poco después alguien llama a la puerta.

-¿Quién es? -digo con voz monótona, sabiendo perfectamente de quien se trata.

-Yo -dice una voz.

-No soy adivina, ¿sabes?

-Soy Dylan, abre la puerta.

Resoplo y le abro la puerta. Sus ojos verdes me miran traviesos, como siempre.

-No me mires así, Collins.

-¿Cómo? -pregunta soltando una carcajada y entrando en mi suit.

¿No saben pedir permiso o qué? Bueno, tampoco es que yo lo pida... pero en fin, estamos hablando de MI habitación.

-Como si... no sé, Dylan, sabes perfectamente cómo me miras. Y acerca del beso, que sepas que te lo he devuelto porque soy muy buena actriz, por si te interesa mi vida profesional, participé en una película de música a los diez años.

-¿Bailas? -pregunta.

-Lo hacía. Me apasiona el ballet, es una pena que mi nuevo trabajo no me permita compajinarlo con él.

-Interesante. En fin, sólo quería que supieras que lo del beso era una puesta entre Alex, Ethan y yo. Bueno, más bien entre Alex y yo.

Lo miro incrédula.

-¿Me has besado por una estúpida apuesta?

-Básicamente -dice y sonríe, tan pancho.

Respiro cinco veces antes de dirigirle la palabra.

-Sal de mi habitación -le ordeno acompañando mis palabras con un gesto hacia la puerta.

Entonces se acerca más y lo miro con el ceño fruncido. ¿Está sordo o qué?

-¿Sabes qué, Lily? -susurra muy cerca y yo simplemente lo miro enfadada y cansada de sus juegos de niñato-. Que lo volvería a hacer.

Y con estas palabras se va caminando por donde ha venido, dejándome confusa y sola.

Mi móvil empieza a sonar y lo cojo, es Charlie.

-Lily, ¿qué ha pasado? -pregunta preocupado.

-Nada, ¿a qué te refieres? -digo mordiéndome el labio.

-Lo sabes perfectamente, al beso, ha sido bastante inesperado, aunque las fotos, Lily, son fantásticas.

-Ya... bueno, me alegro de eso... -murmuro.

-¿Estás bien? -pregunta notando la frialdad de mi voz.

-Claro, mejor que nunca -esbozo una sonrisa falsa aunque no pueda verla.

-Bien, entonces. Si necesitas algo ya sabes a quien acudir. La próxima sesión en tres días -repone animado y nos despedimos.

Tres días, o sea, el jueves. Suspiro y me dejo caer en la cama. Nunca pensé que estar tan solo dos días con tres de los modelos más deseados de Estados Unidos fuera tan agotador, tanto física como mentalmente.

Necesito desesperadamente hablar con una chica que me entienda. Entonces una bombillita se enciende en mi cabeza, y decido llamar a Rebekah, una modelo que conocí en uno de los desfiles de Charlie hace poco más de un año, y que hemos mantenido el contacto y hecho muy buenas amigas. Le cuento todo lo ocurrido, y me siento mucho mejor. No recordaba que fuera tan aliviante hablar con una amiga.

Después de estar más de dos horas hablando con Rebekah, empiezo a aburrirme. Contemplo la playa desde el ventanal, y se ve tan apetecible...

El cielo comienza a teñirse de naranja, reflejándose en el mar, y la brisa mueve las hojas de las escasas palmeras que adornan la playa.

Sin pensarlo, me deshago del vestido y me coloco un bikini rosa chicle, mi color favorito, debajo de un pareo floreado. Cojo una toalla y salgo de mi habitación, entrando en el ascensor. Pero justo antes de que este se cierre, alguien entra corriendo. Sus ojos azules me miran en cuanto las puertas se cierran, y le sonrío.

-Ethan -lo saludo.

Lleva una toalla en el hombro, y tiene puesto un bañador y una camiseta casual.

-¿Vas a la playa? -pregunto lo obvio.

-Muy bien, Lily, sabes atar cabos -me sonríe maliciosamente, y le doy un pequeño puñetazo en el hombro.

Salimos al pasillo principal y vamos a la playa. Tendemos nuestras toallas en la arena y nos sentamos en ellas sin decir nada. La brisa despeina mi pelo.

-¿Sabías lo de la apuesta? -me atrevo a preguntar, y la sombra de una sonrisa se abre paso por su cara.

-Sí, pero yo no estaba dentro de ella.

-¿Por qué? -pregunto intentando entender a los chicos.



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En el texto hay: novela juvenil, verano, modelos

Editado: 12.11.2018

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