Una modelo en apuros

17; Sustos y lágrimas

-¿Otra fiesta? -pregunto, sorprendida por la habilidad de estos chicos para encontrar líos.

-Sí -sonríen los tres a la vez.

-Bueno, no me apetece ir. Ya si eso me avisáis para la próxima -les digo cerrando la puerta.

Pero antes de que la cierre del todo, una mano hace que la abra de nuevo.

-Venga, Lily -suplica Dylan con una sonrisa torcida.

Suspiro mirando al rubio a los ojos. Me reta con la mirada.

-Está bien, pero ahora dejadme que me arregle -digo rodando los ojos.

No sé cómo lo consiguen, pero siempre me tienen haciendo lo que quieren. Chantaje emocional, sí, eso es.

Me doy una ducha rápida y me visto con unos pantalones cortos de talle alto y una blusa azul metida por dentro. Me recojo el cabello en una coleta alta y me coloco los tacones.

Salgo al pasillo y llamo a la habitación de Ethan, que es la que está más cerca de la mía. Una cabeza mojada se asoma a la puerta.

-¿Puedo pasar? -pregunto bajo su mirada fija en mi cuerpo.

-Eh, claro -murmura dejando que entre.

Lo único que lo cubre es una toalla que lleva atada a la cintura.

-Después dicen de las mujeres. ¿Cómo que todavía estás así? -pregunto.

-Me quedé dormido -confiesa, sonriéndome inocentemente, y suelto una suave carcajada-. Por cierto, estás muy... guapa -murmura mirándome.

-Gracias -contesto, notando cómo mis mejillas se tiñen levemente de rojo.

Se lleva una mano a la cabeza y, sin mirarme, se mete en el cuarto de baño y sale unos minutos después, ataviado con unos pantalones vaqueros y una camisa abierta.

Me acerco a él y comienzo a abrocharle los botones de la camisa, divertida por su confusión.

-De nada -suelto una vez he acabado.

-Gracias... -murmura, las comisuras de sus labios crispándose ligeramente.

Unos toques en la puerta interrumpen la escena, y la abro, encontrándome a los otros dos modelos. El ceño de Dylan se frunce cuando me ve.

-Eh... ya vamos. ¡Ethan, los chicos están aquí! -lo aviso, y en segundos aparece a mi lado.

Nos dirigimos juntos a la fiesta, que resulta ser de la chica con la que se lió Alex el otro día.

-En realidad no pinto nada con vosotros, chicos. Esas chicas me van a mirar mal.

-¿Por qué? -pregunta el rubio.

De verdad, les falta una neurona a cada uno.

-A ver. Imaginaos que un chico está rodeado de tres tías buenas...

-Qué cabrón -salta Alex.

-Quiero ser él -murmura Dylan.

-Joder... -susurra Ethan.

-Pues ya está, lo mismo que habéis dicho es lo que piensan esas perras cuando me ven.

Veo cómo los tres meditan lo que acabo de decir.

-¿Acabas de admitir que estamos buenos? -pregunta el rubio.

-¿Es que no es obvio? Sois malditamente guapos, solo tenéis que ver cómo os miran las chicas -les digo.

-Tú tampoco te quedas atrás, muñeca -contesta Alex levantando las cejas.

Suelto una carcajada. Todo muy normal, sí.

Andamos varios minutos por el paseo hasta que llegamos a un local a la orilla de la playa. Por fuera se ve espacioso y grande.

-Bienvenidos -nos dice una chica sonriente cuando entramos por la puerta.

La música comienza a resonar en mis oídos, y empiezo a moverme al son de esta. Miro hacia atrás, pero los modelos han desaparecido.

-Hola -me dice por encima de la música un chico.

Lo miro a los ojos y me sorprendo al ver que son de un profundo color miel.

-¿Nos conocemos? -pregunto.

-Tú a mí no creo, pero yo sí que sé quien eres.

Asustada de que la gente empiece a reconocerme, miro nerviosa a mi alrededor, donde todo sigue normal. A pesar de que he salido en numerosas revistas y pasarelas, la gente no suele reconocerme en persona, supongo que porque no están pendientes de todo el mundo. Aunque más de unas cuantas veces sí que me han podido parar para pedirme una foto.

-Tranquila, no creo que nadie te haya reconocido -me grita.

Es difícil oír lo que dice aquí dentro, así que le hago un gesto con la mano y salimos afuera, donde empieza a anochecer.

-Lilian Rose Nicolle. Imagen de la revista SummerStyle de este verano -comenta.

-Sí, ¿quién eres tú? -pregunto, más que nada curiosa por sus conocimientos de moda.

-William Lorens, futuro fotógrafo -contesta sonriendo.

En ese momento, un camarero pasa con copas en una bandeja, y ambos cogemos una.

-Vaya, encantada de conocerte -le sonrío.

-El placer es mío, madame -dice con una pequeña reverencia, a lo que suelto una carcajada.

La noche se cierne sobre nosotros, y una ráfaga de aire frío me golpea.

-¿Tienes frío? -me dice.

-No, tranquilo, solo ha sido el aire.

Me fijo en cómo su cabello oscuro se torna rizado por las puntas, y en cómo sus ojos brillan cuando se encuentran con los míos. Ni siquiera lo conozco, pero de pronto unas ganas enormes de divertirme se apoderan de mí.

Coqueta, empiezo a enrollar la punta de mi coleta con los dedos, mientras le dedico una sonrisa tímida.

Sus labios se crispan ligeramente cuando entreabro los míos, dándole a entender que quiero pasármelo bien un rato. Me apoyo en la pared.



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En el texto hay: novela juvenil, verano, modelos

Editado: 12.11.2018

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