...
Nos detuvimos en una estación de servicio. Liz y Mónica se bajan a comprobar si alguien podía ayudarnos con un poco de gasolina. La estación se veía ausente y aislada. Yo me quedo en el auto, junto con Peter.
—Oye, Pet —le digo sonriendo.
—Dime, Holy —me responde con todo su carisma.
—Te extrañé.
Peter ríe a carcajadas y me responde:
—Eso no me lo esperaba de tí —su sonrisa era casi fingida—. Oye, Holy, ¿crees que todo esto se arregle?
—Lo dudo mucho. Si lo pensé pero todo va de mal a peor...
El día había sido largo. Había pasado medio día desde el cuarto terremoto. No sabía qué horas eran.
—Oye, Pet, ¿Sabes qué hora es? Es que mi celular murió en el segundo terremoto —le pregunto mientras veo a través del vidrio—. ¿Cómo es que te topaste con las chicas?
—Cuando todo sucedió, salí corriendo a buscar a Mónica, necesitaba saber que estaba bien —lo miré pero su mirada se perdía en el cielo; todo su semblante cambió.
—¿Aún te gusta? —pongo mi sonrisa mas pícara.
—Sí, todavía —suspira.
—¿Por qué no se lo has confesado?
—Me parece que no soy suficiente para ella.
—¿Quién dijo que no? Eres un buen tipo.
—Si pero... No creo tener una oportunidad.
—¿Cómo que no? Aquí tienes tu oportunidad. Solo toma un momento para pensar y luego le dices cuánto la quieres. No sabes si estaremos vivos mañana. Entonces... ¿Cómo las conseguiste?
—Ahm, si, pues fui a buscar a Mónica y estaba con Lizzy cerca de su casa. Luego nos preparamos para buscarte y te encontramos por casualidad en aquel lugar.
—Muchas gracias —le alboroto el cabello.
Pet y Mónica siempre han tenido un gran romance. Ellos piensan que no nos damos cuenta, sin embargo, lo sabíamos desde hace años. Al no tener reloj, tuve que deducir que eran alrededor de las 3 de la tarde.
Salgo del auto. Recostándome de la puerta del auto, miro el cielo. Sí, pensaba en él.
Tenía una extraña sensación en el estómago. Una sensación de ausencia que me hacía querer volverlo a ver. Cierro los ojos e imagino que veo los suyos; imagino su sonrisa... Me pierdo en esos recuerdos. Deseaba tomar su mano de nuevo; sentirme segura. En ese momento recuerdo cuando lo dejé atrás y mi corazón duele. ¿Por qué? Una pregunta que me llevó a una gran tristeza.
Me llama Lizzy.
—¡Holy! ¡Ven a tomar un poco de agua!
Me acerco a ella y me entrega una botella de agua a medio beber.
—¿Qué haremos ahora? No tenemos nada de gasolina —digo mientras miro sus ojos color café; estaban más brillantes que nunca.
Tomo un poco de agua.
—Tranquila, Mónica fue a buscar a una persona para que nos ayude —Lizzy se nota agobiada por el clima; intenta protegerse de los rayos del sol con las manos.
—Está bien —le respondo mientras me encojo de hombros.
Sigo bebiendo agua de la botella. Estaba sedienta.
—Oye, Holy... ¿Quién es James?
La pregunta me impacta tanto que escupo la mayoría del agua que tomaba.
—Un… Chico… Que conocí.
—¿No me digas que te has enamorado? —se acerca y pone su mano en mi hombro.
—No seas boba, Lizzy, ¿enamorarme? ¿yo? —tomo mucha agua—. Después del desastre, por casualidad, estábamos juntos. No creo volverlo a ver.
—Te conozco lo suficiente como para darme cuenta de que has cambiado; estás diferente. Ahora sonríes —me muestra su sonrisa más pícara mientras toca mis mejillas.
—¿Sabes algo? —guardo silencio por un segundo—. Sí, me siento diferente.
Giro la mirada hacia el atardecer.
—¡Estás enamorada! ¡no lo puedo creer! —se ríe a carcajadas.
—Eres tan buena amiga, ven acá.
La abrazo.
Tan inesperados sus comentarios; tan alegre y sobre todo especial. Así era ella: mi Lizzy.
—¿Chicas?
Era Mónica.
—¿Has conseguido algo? —dice Lizzy.
A nuestras espaldas se escucha una voz:
—Buenas noches, jovencitas.
Nos saluda una señora de aspecto hippie, alta y de buen parecer.
—Mi nombre es Mani. Sé que están cansadas, por eso le dije a su compañera Mónica que les ofrecía hospedaje por esta noche en mi casa. Tengo un cuarto donde pueden pasar la noche. Luego, en la mañana, les daré la gasolina para que se puedan ir.