Una noche contigo

- Capítulo 4 -

Ha pasado una semana

– ¡Rita, tengo excelentes noticias para ti! – grita Lisa mientras cruza el umbral del apartamento. Lanza su bolso al suelo y empieza a buscarme. – ¿Qué estás haciendo?

– Buscando trabajo, – le muestro una pila de periódicos y revistas que compré hoy. Ya llevo una semana intentando encontrar alguna vacante, porque depender de Lisa no es una opción. Mi amiga ya me ha ayudado mucho y ahora siento que le debo algo.

– ¡Deja eso! ¡Ya lo he encontrado todo! – me sonríe ampliamente y se sienta en el sofá.

– ¿En serio? – no puedo creerlo. – ¿Qué tipo de trabajo es?

– Un buen amigo mío tiene un conocido, – cuenta Lisa. – Y este buen conocido necesita una asistente. Él es el director general de una gran empresa y busca una chica de Ucrania que sepa alemán y ucraniano. ¡Eres perfecta, Rita!

– Pero no tengo experiencia, – dudo. No imaginé que sería ese tipo de trabajo. Es mucha responsabilidad.

– La conseguirás, – se ríe mi amiga. – Mi conocido te conseguirá una entrevista. Digamos, ¿mañana? ¿Te viene bien?

– Claro, – asiento.

Aunque tengo mucho miedo, no puedo rechazar. Sé que necesito el trabajo, y punto.

Cuando Lisa y yo llegamos aquí, tenía mucho miedo de que mi papá me encontrara. Siempre miraba a mi alrededor cuando salía a la calle y me asustaba cada vez que sonaba el teléfono. Solo llamaban a Lisa porque cambié mi número completamente y solo ella lo tiene.

Aún tengo miedo de que mi papá o Oleg me encuentren y traten de llevarme de vuelta a casa, aunque sé que es poco probable. Nadie sabe a dónde volamos Lisa y yo, y buscarme tomaría tiempo y esfuerzo.

Esa noche duermo mal. Estoy tremendamente nerviosa por la entrevista. Deseo mucho obtener este trabajo, aunque sé que mis posibilidades son escasas.

Por la mañana, me pongo mi mejor vestido negro, con tirantes anchos y por encima de las rodillas. Tacones altos, el cabello en una cola de caballo y maquillaje discreto.

– Estás hermosa, – me observa Lisa. – ¡Te van a contratar seguro!

– Eso espero, – respiro profundo. No quiero desayunar porque los nervios me ponen mal, así que solo tomo café.

Llamo a un taxi un poco antes para no llegar tarde. Mejor esperar en el lugar y ser puntual.

Lisa me abraza y me besa en la mejilla al despedirse. Yo dejo el apartamento y luego la casa. En la calle, espero a que llegue el taxi y golpeo nerviosamente con el tacón en el asfalto.

El taxi llega puntual. Feliz, abro la puerta para subirme, pero… Algo muy extraño sucede… Justo delante de mí, un hombre se sienta en el asiento trasero como si fuera suyo.

– ¡Vamos! – le ordena al conductor, y yo estallo de indignación.

– ¡Oye! ¡Este es mi taxi! – grito y no dejo que cierre la puerta.

Entonces, me espera otra sorpresa. El rubio levanta la vista y me doy cuenta de que lo conozco… ¡Muy bien! Es el mismo hombre con el que pasé una noche después del club. Pensé que nunca lo volvería a ver, y ahora quiere robarme el taxi.

– ¡Señorita, tengo prisa! ¡Llame a otro taxi! – Artur no me reconoce y trata de cerrar la puerta, pero no lo suelto. Estoy shockeada, pero obstinada. ¡Voy a llegar tarde a mi entrevista!

En ese momento, agradezco haber cambiado un poco el color de mi cabello. Lo aclaré y me volví una auténtica rubia. Esa noche llevaba una máscara y mi cabello era de otro color. Artur no me reconocería.

– ¡Yo también! – me enojo y, sin pensar en otra cosa, me meto al coche junto a él. ¿Qué más puedo hacer? No puedo llegar tarde a la entrevista.

– ¿Estás loca? – se enfada Artur, pero se corre al otro lado, y yo me siento a su lado y cierro la puerta.

– ¡Loco tú! – murmuro y le doy la dirección al conductor.

– ¿Vamos al mismo lugar? – se sorprende Artur y me mira asombrado. El coche arranca, y el conductor nos observa de vez en cuando por el retrovisor.

– ¿También vas a la empresa? – pregunto.

– Sí.

– Pues genial. ¡Pagas tú por querer robar mi taxi! – declaro.

– ¡Qué audaz! – se ríe. – Está bien. Acepto.

– Perfecto, – le sonrío y miro el reloj. Parece que llegaré a tiempo.

En cuanto el taxi llega al destino, Artur paga la carrera. Sin despedirse, sale del coche y entra en el edificio. A mí aún me sobra tiempo. Puedo esperar unos diez minutos, así que me siento en un banco y observo a la gente apresurarse hacia sus trabajos.

Sería genial trabajar aquí. Necesito el dinero. Si no consigo este trabajo, trabajaré como camarera en algún bar. Es mejor que volver a casa y casarme con el traidor de Oleg.

Cuando pasan los diez minutos, entro y el guardia de seguridad me detiene para preguntar a dónde voy. Al principio parece que no me dejará pasar, pero después de verificar en su lista, me da el visto bueno y subo en el ascensor al duodécimo piso. Aquí está el despacho del director general y es donde será la entrevista.

En la recepción no hay nadie, y la puerta del despacho del director está cerrada. Supongo que está ahí, así que llamo y presiono el picaporte.

Las puertas se abren, esbozo una sonrisa de alegría en mi rostro, cruzo el umbral y no puedo creer lo que estoy viendo.

– Vaya sorpresa – Artur está sentado en la silla del director general, observándome con interés. – ¿Así que eras tú quien se apresuraba tanto para la entrevista?

– Sí – asiento. – Eso ya es un gran punto a mi favor.

– ¿Y qué otros puntos a favor tienes? – pregunta Artur con curiosidad.

Entiendo que no conseguiré este trabajo. Le hablé mal al director general y me mostré de la peor manera posible. Y eso no es lo peor... Artur es el hombre con quien pasé la noche. Es una suerte que no me haya reconocido.

Me acerco al escritorio y me siento en la silla enfrente de él. Como ya asumí que no conseguiré el trabajo, decido ser directa:

– Hablo bien alemán, inglés y, por supuesto, ucraniano. No tengo experiencia laboral, pero aprendo rápido. ¿Qué más quieres saber?




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