Después de que Joanna se había llevado a Amelia me sentí un poco culpable. Creo que habría preferido que la odiara. Por suerte habíamos terminado el desayuno.
Dos horas después de salir del restaurante me di cuenta de que disponía de todo el día para mí y no tenía idea de qué hacer. Curiosamente recibí en ese momento una llamada de Hernesto. Ese sujeto siempre aparecía en el momento oportuno.
-¿En qué puedo ayudarte amigo?-dije cuando tomé la llamada.
-Al parecer quien necesita ayuda no soy yo. Amelia me llamó y me pidió que buscara la manera de liberarla del castigo que le habían impuesto, ¿a quién se le ocurre llevarla de compras?
-A Joanna- le indiqué.
-¡Oh por Dios! ¿Conoció a Joanna? ¿Y qué tal?
-Al principio Joanna quería detestarla pero al final se dio cuenta de que no podía hacerlo.
La línea se quedó callada unos segundos y la voz de Hernesto volvió a escucharse.
-Hermano, si no te conociera, diría que Amelia empieza a agradarte.
-No seas ridículo. Planeamos ser amigos, después de todo debemos pasar tiempo juntos y es mejor llevarse bien.
-Pues, para que te lleves mejor, deberías liberarla de Joanna. Amelia detesta perder el tiempo en tiendas.
-Creo que dejaré que disfrute un poco más.
-¿Quieres que se enoje?
-No tengo motivos para tenerla cerca más tiempo del necesario, así que… espero que le vaya bien.
-Me reiré cuando se las quiera cobrar. Oye, ya que estás en Paris con mucho tiempo libre, ¿podrías pasearte por una tienda de joyas llamada l’aime? Te enviaré la foto de un collar que quiero regalarle a Sophie. Leí que ahí lo tenían y ya que estás, me ahorraré el dinero y los días de envío.
-Supongo y podrás ayudarme también. Estaba pensando en conseguir un prospecto de la NBA para la firma de un balón y subastarlo a los chicos del equipo.
-¿Por qué? Tú no necesitas dinero.
-Voy a ayudar a Amelia a recaudar el millón de dólares que necesita.
-Uuyy, mírate. Todo un novio colaborador.
-No seas idiota, eso es lo que hacen los amigos, se ayudan. Ahora envíame la foto de ese collar.
Treinta minutos después me encontraba afuera de la joyería que Hernesto me había indicado. Entré y la dependienta me saludó en francés. ¿Sé hablar ese idioma? No. Afortunadamente al ver mi cara confundida la chica me habló en mi idioma y pudimos conversar.
-Vengo por este collar- le mostré la foto y ella sonrió. En seguida fue a la parte trasera de la tienda y volvió unos segundos después con dos cajitas planas, de esas que se usan para guardar los collares.
-Esa chica debe ser muy afortunada si tiene un novio que se esfuerza por uno de estos collares.
-Oh, no. Solo le estoy haciendo un favor a un amigo, es para su novia.
Ella asintió sonriente, mientras yo abría la caja y miraba el contenido. Era idéntico al de la foto, pero más hermoso. Era dorado, bordeado de perlas blancas y con zafiro azul en el centro.
-Este es exactamente igual, ¿por qué hay otra caja?
-Este otro es muy parecido- dijo Sara (según leí en su uniforme)- normalmente se compran juntos, los usan las buenas amigas. Así que creo que si su amigo le pidió que comprara eso, indirectamente le estaba diciendo que le comprara este a su novia.
Ella abrió la caja y era casi idéntico. La única diferencia era que en vez de un zafiro azul, había uno rojo en el centro. Traté de imaginar cómo se vería Amelia con él. Con sus camisetas gigantes se vería ridícula, con su ropa de ejercicio se veía mucho mejor. Luego recordé que estaba de compras con Joanna y sin duda alguna tendría que usar algo… algo diferente.
-Lo compro.
-Gran elección.
Cuando salí de la tienda me sentía un poco estúpido. Esa chica siempre supo que yo compraría ambos collares. En fin, quedaban cinco horas para el baile, ¿qué se supone que haría en ese tiempo?