Con todos de acuerdo no me quedó más remedio que llamar a Emilia. Obviamente tener a un montón de niños mimados en mi casa no era algo que me agradara pero… no podíamos dormir a la intemperie.
-¡Señorita Ri…!
-Amelia está bien Emilia, ya lo sabes.
-Por supuesto señorita Amelia. ¿Cómo puedo ayudarla?
-Sé que es repentino pero, estoy en el hotel que queda a treinta minutos de la casa y necesito que Emil venga a recogerme.
-¿Quiere que le preparemos algo para cuando llegue?
-Algo así. Conmigo vienen otras nueve personas, así que has comida abundante. Dile a Emil que nos venga a buscar en la camioneta. ¡Ah! Y Hernesto y Sophie también irán- cuando me giré al grupo Hernesto señaló discretamente a Jonathan, creo que quería que lo mencionara.- Y también Jonathan.
-Eso significa que al chico Jonathan, ¿debemos tratarlo igual que a Hernesto?
-No tan bien pero más o menos.
-De acuerdo señorita, todo estará bien. Ya Emil ha salido, la esperamos dentro de una hora.
-Gracias Emilia.
Colgué y le dije al grupo que en treinta minutos llegaría el transporte.
Esa media hora nos la pasamos escuchando a Stella quejarse de la incompetitividad de la secretaria de su padre y en como haría que la despidieran. Ya estábamos hartos.
Cuando el transporte llegó, ninguno se quería subir. Yo lo hice y les dije que si iban a quedarse entonces se alejaran. Al final todos subieron.
Treinta minutos después estábamos en la entrada de la casa. Era una de nuestras casas de campo, de esas para vacacionar. Lo normal.
A medida que nos acercábamos a la puerta de entrada las exclamaciones del grupo iban en aumento, todos estaban realmente impresionados.
Cuando nos bajamos del vehículo con todas las maletas, Emilia salió de la casa a recibirnos. Emilia era nuestra ama de llaves, vivía en la casa y era realmente encantadora.
-¡Señorita Ricks! Es un placer que venga. Hace mucho tiempo nos tenía abandonados.
-Emilia, ya te he dicho que me llames Amelia y es un placer volver a verte. Aquí está Jonathan, te acuerdas de él, ¿cierto?
Una de las cosas por las que adoraba a Emilia era porque era buena entendiendo indirectas y siguiendo la corriente.
-¡Por supuesto! Es un placer verte Jonathan. Sophie, Hernesto, es un placer volver a verlos. Por favor, pasen.
Gracias a Dios la mesa estaba servida. Emil se encargó de dejar las maletas de mis “invitados” en una habitación grande, parece que tendrían que hacer una pijamada porque yo no iba a darles una cama a cada uno, ni hablar.
Al final dejamos a las tres parejas cenando en el comedor y mis mejores amigos más Jonathan y yo decidimos cenar en la cocina. Tal vez para ponernos al tanto de cómo estaba nuestra situación. Pero realmente necesitaba un poco de tiempo libre de esas personas.
Por el momento todo estaba bien. La comida había estado deliciosa y luego Emilia me llamó para hablar a solas. Yo no entendía qué era tan importante.
-Señorita-me dijo- escuché algo en el otro salón, era la chica del bikini rojo- se refería a Stella- la escuché hablando con sus amigas mientras los chicos husmeaban por las ventanas el jardín. Les decía que muy pronto ella destronaría a Jonathan y que sería la chica más rica de todo el instituto. También que esta casa le gustaba y que tal vez la compraría.
-Ya veo. Pero, ¿por qué te parece tan importante?
-Porque ella dijo que Julián estaba haciendo de todo para destronar un imperio, que cuando las empresas estuvieran quebradas todo ese dinero iría a su padre y a ella. Decía que tenían entre manos un negocio millonario. Por eso quise contarle.
-Hiciste bien. ¿Crees que el Julián del que habla es el mismo que invierte con nosotros?
-¿Quién si no?
-Gracias Emilia, magnífico trabajo. Ahora necesito un favor. Llévalos a todos al salón de juegos y diles que iremos en unos momentos.
Emilia asintió y se marchó para cumplir mis órdenes. Esperé un rato y volví a la mesa con los chicos indicándoles que me siguieran.
-¿Qué ocurre?- preguntó Hernesto.
-Problemas- le respondí- o la falta de ellos. Vamos, arriba les contaré todo.
Los tres me siguieron y subimos al segundo piso. En vez de entrar al salón de juegos donde estaban los demás, entramos a una pequeña sala de reuniones que constaba de un televisor y una mesa con cuatro sillas giratorias a los lados y una al centro. Les indiqué que se sentaran.
Hernesto se sentó junto a Sophie y Jonathan frente a ella, yo ocupé el centro para poder verlos a los tres.
-Escuchen. Creo que me están estafando- todos me miraron.
-¿A qué te refieres?- dijo Sophie.
-Me refiero a que el hecho de que apareciera una empresa fantasma en la compañía, que tenga que recaudar un millón de dólares para dentro de una semana y los gastos en una de las tarjetas de Jonathan no son al azar.
-¿Gastos en mis tarjetas?-inquirió Jonathan a Herensto.
-Luego te explico-le indicó con un gesto de la mano y volvió a centrar su atención en mí.
-Escuchen, no tengo los datos, solo sospechas. Así que esperen un momento.
Tomé mi celular y decidí llamar a Roger, mi detective privado. Tenía grandes sospechas y debía resolverlas cuanto antes.
-Señorita… ¿a qué debo el placer?
-Hola Roger. ¿Tienes los documentos que te di sobre Julián Clark?
-Un segundo- se escuchaban algunos papeles al fondo moviéndose- sí, aquí los tengo.
-Bien, necesito que hagas una investigación profunda sobre el hombre. Pienso que está robando dinero a Environhelp, por eso también quiero que revises todas las instituciones a las que se les ha donado dinero y ver si alguna es fantasma, ¿lo harás?