Amelia.
Sentí una vibración en mi pierna, era como una corriente eléctrica y suspiré. Alguien estaba buscándome, no sabía quién, pero ya podía respirar con normalidad. Yo iba a estar bien.
-Jonathan- Stella habló en un susurro pero no lo suficientemente bajo como para que yo no lograra escucharla-. ¿Qué se supone que vio en ti?
-Solo me usaba para tratar de olvidarte.
No importa si yo creía en eso o no. Aquí yo llevaba las de perder y debía asegurarme de no hacer que Stella perdiera los estribos.
Una hora (o algo así) después…
Stella se encontraba sentada sin apartar los ojos del reloj y tamborileando los dedos sobre la mesa. Se escuchó el sonido peculiar de un auto estacionándose. Ella sonrió al escucharlo.
-Tic, toc. Mira eso, media hora de anticipación. Una pena que no tuvieras razón y Jonathan tenga que sufrir tu pérdida. Pero tranquila, conmigo se sentirá muy bien. ¿Tus últimas palabras?
Se puso de pie y me apuntó con el arma.
-De hecho, sí. Nunca cantes victoria antes de tiempo, Stella.
Le sonreí de forma inmensa y su confusión fue evidente. En ese instante entraron cinco oficiales con las armas al frente.
-Baje el arma y ponga las manos detrás de la cabeza.
Pude percibir como Stella se ponía pálida frente a mí y la mano empezó a temblarle.
-¿Cómo hiciste eso?- susurró- ¡Cómo!
-Es lo que pasa cuando tienes contactos, Stella. Sospeché de tu padre y no te di crédito, mi error. Pero tu error fue pensar que mi equipo me traicionaría por un par de miles de dólares. Ya no más estafas a la ciudad, querida.
Los oficiales la tomaron por los brazos y antes de que le pudieran quitar el arma esta se le disparó en mi dirección. Traté de esquivarla lo mejor que pude, pero era difícil estando esposada. Me moví como pude y la bala me rozó la pantorrilla. Me ardió un poco pero no lo suficiente como para tener que recibir puntos, o eso esperaba.
Una vez se llevaron a Stella, llegaron dos oficiales a quitarme las esposas. Me hicieron preguntas como la ubicación de cómplices que respondí como pude. En ese momento mis padres, Sophie y Hernesto entraron corriendo a mi encuentro. Cuando quise correr hacia ellos, me di cuenta que mi pantorrilla estaba un poco peor de lo que pensaba, tal vez la bala hizo algo más que una rozadura superficial.
-¡¿Cómo me haces esto?! ¡¿Acaso quieres que me muera?! ¿Cómo puedes irte, apresar gente y no decirme nada? ¿Eh? ¡¿Por qué?!- mi madre lloraba totalmente desconsolada mientras me sujetaba por los hombros.
-Mamá, ya tengo 18 y…
-¡¿Y tú crees que eso me importa?! O peor aún ¿Crees que eso es justificación para causarme un ataque al corazón?
Finalmente la abracé, tratando de que se calmara, mi padre, aunque también alterado, pudo controlarse lo suficiente para que mi madre pudiera respirar mejor.
-Espero que hayan traído una ambulancia- les dije a Sophie y a Hernesto-. Creo que necesitaré unos vendajes.
Ambos me abrazaron y lentamente me ayudaron a salir. Después de cinco minutos llegó la ambulancia. Me cortaron el pantalón hasta la rodilla para evaluar los daños. Afortunadamente solo necesité un vendaje.
Todos vimos un auto que se acercaba. Al parecer los curiosos ya empezaban a aparecer. El problema es que quien se bajó del auto tenía una mano enyesada… y era Jonathan.