Una nueva oportunidad

Capítulo 3

Leer y firmar documentos, Elsie de verdad ya estaba hartándose de todo eso.

Los trámites que se habían tenido que hacer para que ella figurara como única propietaria de la casa de sus abuelos habían resultado un asunto de lo más engorroso. Era muy injusta al quejarse y lo sabía, porque obtener una propiedad no era fácil; honestamente, ella no hizo nada para poseer una casa como esa, pero el ir y venir de Johann era lo que en realidad le enfadaba. Elsie creía que, si no tuvieran ese pendiente, él no estaría visitando Port Townsend a cada momento y, por lo tanto, ella viviría en paz.

«¿Puedes facilitarme una lista de lugares en los que pueda hospedarme?», pidió Johann en cuanto ella firmó y le devolvió los papeles: «Ya es muy tarde para conducir de vuelta a Seattle, prefiero quedarme esta noche».

Elsie le dio lo que pidió, sin embargo, sabía que ese fin de semana sería muy complicado encontrar hospedaje en la ciudad. Había comenzado a celebrarse el tradicional Festival Victoriano y muchos visitantes estaban abarrotando el lugar. Lo más seguro era que no habría ni un solo sitio en donde hospedarse.

Con calma, tomó asiento sobre el sofá y, desde allí, observó a Johann hablando por teléfono y ella tenía muchas ganas de reírse, porque el rostro del hombre lucía algo desencajado.

¿Estaría preocupado porque no encontraba un lugar en dónde alojarse?

«¡Qué pena! Lord Casanova, tendrá que regresar a Seattle», pensó Elsie, esbozando una sonrisilla burlona.

Johann disimuló, aun así, fue capaz de percibir la burla en el gesto de la muchacha. Era evidente que se estaba riendo de él, pero eso no le interesó porque como dice un dicho antiguo «el que ríe al último, ríe mejor”». Mientras seguía con su pequeño juego y escuchaba la quinta negativa a su búsqueda, pensó que era tonto seguir intentando en los demás lugares, así que decidió parar y recurrir al plan B, plan que, de hecho, era el único que deseaba ejecutar. Había planeado pasar la noche en casa de Elsie y eso era lo que haría.

—Al parecer este fin de semana habrá un ridículo festival y prácticamente todo está ocupado —informó, dejando su teléfono sobre el portafolios—. Entonces, creo que no queda más opción que quedarme aquí, contigo —agregó dibujando una enorme sonrisa en su rostro—. ¿Será que puedo pasar la noche en tu casa, Wilder? ¿Me darías hospedaje por el día de hoy?

Elsie sintió una molestia alojándose en su estómago, de ese tipo de «molestia» que llegó a tener años atrás, cuando Johann se quedaba con ellos todo un fin de semana. Era ridículo sentirse así, por lo que, en lugar de ponerse loca, esbozó una sonrisa y respondió:

—Claro, ¿por qué no? Siempre fuiste bien recibido en esta casa, mis abuelos te adoraban —Le recordó ella—. No te lo propuse antes porque, bueno, no deseaba interferir en tus planes, pero por supuesto puedes quedarte aquí. Iré a prepararte una habitación —agregó con calma, dirigiéndose hacia la planta alta.

—Gracias, Elsie… Te prometo que no seré una molestia —aseguró Johann, observando cómo la joven Wilder se detenía frente a las escaleras.

Elsie asintió y después subió los escalones a toda prisa. El hecho de que Johann la llamara por su nombre de pila le hacía sentirse como la adolescente que estuvo locamente enamorada de él. Odiaba esa sensación, así que buscó deshacerse de ella con rapidez. Pronto, se concentró en lo que tenía qué hacer y se dirigió a la habitación de huéspedes para prepararla.

Ella era una fanática de la limpieza, así que tener lista la recámara no le sería complicado, claro, lo realmente difícil sería soportar a Johann; ¡por amor de Dios!, nunca antes habían pasado tanto tiempo a solas, ¿qué podía hacer ella para evitar que él se quedara? ¿Echarlo de la propiedad? Era más que obvio que no haría eso. Por un momento pensó en seguir buscando hospedaje en las pequeñas posadas y conseguirle a Lord Casanova una reservación, aunque después de un rato, admitió que eso se vería muy mal pues ya le había invitado a quedarse.

La reunión en el restaurante y el paseo hasta Water Street, acabó con la poca tranquilidad que ella poseía. Su cabeza era un caos y emocionalmente nada era distinto. No podía evitarlo. La ausencia de su hermano seguía pesando y tener a Johann en casa lo hacía más complicado.

—Solo se quedará una noche —dijo la joven, cambiando la ropa de cama—. No es el fin del mundo —susurró recordando la frase favorita de su hermano, misma que él le dedicaba cada vez que ella perdía la paciencia.

El recuerdo de Christopher le traía alegría y dolor. Ambos sentimientos se manifestaban con la misma intensidad, siempre uno detrás del otro, era como un círculo que no podía romper.

La ausencia del joven había despertado en ella sentimientos que creyó que ya habían desaparecido. Se sentía tan sola, como aquellos días en los que se enteró de que sus padres se divorciarían... Darse cuenta de que su padre los dejaba la destruyó por completo y no le fue fácil recuperarse de esa dura decepción. Ahora, con la muerte de Christopher, estaba sintiendo que volvía a ser aquella vulnerable niña de nueve años, aunque, por supuesto, esta vez ya no había nadie que la sostuviera. Ni sus abuelos ni Christopher estaban allí.

Elsie se concentró, de nuevo, en arreglar la habitación para su impertinente invitado. Terminó con esa tarea un par de minutos después. Luego de acabar con su pequeña misión, se dirigió de vuelta a la planta baja para reunirse con Johann.

Dicen que los cambios de estación influyen en el ánimo de las personas, pero, para ella, esa peculiar creencia estaba muy lejos de ser real, porque continuaba sintiendo el frío por dentro. Pasaba los días ignorando lo que sucedía a su alrededor. Libraba una batalla a diario, sin que la gente percibiera la apatía en la que vivía. Sonreía, mostrando su mejor cara, a los clientes que visitaban la pequeña tienda. Aparentaba, porque le era imposible vencer la desdicha que se apoderó de su alma.




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