Ya casi todo estaba listo. Las velas aromáticas encendidas y colocadas estratégicamente por todo el living, la música relajante puesta, las luces tenues, la casa reluciente después de horas de limpieza. MinSeok acomodó la pequeña cajita roja con un moño blanco prolijamente sobre la mesa ratona y le colocó la tarjetita con palabras románticas escritas en ella a un lado.
Hacía más de dos semanas que venía planeando esta cita romántica en su hogar para compartir junto a su novio. JongDae se iría por unos días fuera de la ciudad y no iban a poder pasar San Valentín juntos, por lo que decidieron festejarlo un día antes.
Exhaló satisfecho al ver su perfecta obra de arte, solo faltaba un pequeño, pero importante detalle. Que las galletas terminaran de hornearse. Había sido meticuloso al calcular las horas de preparación, quería que todo fuese perfecto. Sabía aproximadamente la hora en la que su novio llegaría y, como no quería que el café ni las galletas se enfriaran, debía estar listo para cuando abriese la puerta del hogar que compartían. Sin embargo, decidió llamarlo por teléfono para estar seguro.
Ni bien se oyó el segundo tono de llamado, la otra persona atendió.
—«Hola, bebito precioso». —El ruido de la calle se escuchó perfectamente a través del teléfono.
—Hola, amorcito. ¿Ya saliste del trabajo? —preguntó mientras se le dibujaba una sonrisita boba en el rostro.
—«Sí, de hecho, pude salir antes gracias a que Kai me cubrirá y se encargará del resto del trabajo. Nuestro día de suerte, bebé». —Se oyó un portazo y luego el pitido de la alarma del auto.
El semblante de MinSeok cambió al instante al percatarse de ese sonido. ¿Acaso ya había llegado? ¡Pero se suponía que debía llegar más tarde!
—¿Qué fue eso? ¿Ya estás abajo? —El pánico le invadió de repente y sus pulsaciones se aceleraron demasiado.
—Estoy abajo. Espero que mi precioso novio me reciba con un millón de deliciosos besos» —dijo antes de cortar la llamada.
—¡Maldición, Kim JongDae! ¿Por qué justo hoy se te ocurre llegar antes?
El rubio corrió como un rayo desde el living hacia la cocina para verificar que las galletas estuvieran listas, pero grande fue su espanto cuando descubrió que aún les faltaban cocción. Debía ingeniárselas para entretener a su novio y que este no se percatara de su pequeña sorpresa antes de tiempo.
Volvió a correr, pero esta vez hacia la puerta de entrada de su departamento y cerró con llave. Eso le daría un poco de tiempo, por lo menos para pensar en qué demonios decirle a JongDae para que no se moviera de allí.
El castaño terminó de subir por el ascensor llevando consigo su bolso de trabajo sobre la espalda y en una de sus manos un ramo de flores. Al llegar frente a la puerta de su departamento llevó su mano libre hacia el bolsillo de su pantalón y tomó las llaves. Las intento colocar en la cerradura, pero estas no entraron. Frunció el ceño extrañado. Toco el timbre para avisarle a su novio que ya estaba allí.
—Amor, ¿me abres? Dejaste las llaves puestas.
MinSeok soltó un chillido desde el otro lado de la puerta. Eso alarmó a JongDae y pegó el oído a la puerta.
—¿MinSeok? ¿Estás bien? Ábreme.
Los nervios le hicieron pasar una mala jugada al rubio, pero cuando habló, para disimular, su voz no lo delató.
—Estoy bien, amor. Creí ver una cucaracha. Ya te abro. —No podía dejarlo afuera.
Hizo girar las llaves con toda la lentitud que pudo, pero evitando ser demasiado obvio.
JongDae escondió el ramo de flores en su espalda y, ni bien su novio abrió la puerta, le sonrió como un tonto enamorado.
—¡Hola, bebito precioso! ¡Feliz San Valentín adelantado! —exclamó entusiasmado exponiendo el hermoso ramo de rosas blancas, rosas y rojas frente a su precioso novio.
MinSeok pegó un respingo por la sorpresa, pero la emoción y felicidad no se hicieron esperar. Volvió a chillar, aunque esta vez fue de alegría.
—¡Son hermosas! —dijo mientras daba pequeños saltitos en su lugar, observando con admiración la belleza de aquellas flores. El papel que las envolvía era blanco y estaban atadas con un enorme moño rojo. Recordó por un segundo la pequeña cajita descansando en el living y se rio por la casualidad.
Acercó su rostro para poder olerlas, el perfume invadió sus pulmones y lo hizo sonreír aún más.
La satisfacción que sentía JongDae en ese momento era inmensa, pero todo tomó un rumbo totalmente diferente cuando una abejita traviesa salió de adentro de una de las flores.
—¡Una abeja! —gritó MinSeok y comenzó a agitar sus brazos desaforadamente queriendo protegerse del pequeño insecto.
El castaño entró en pánico porque no se había percatado de la diminuta viajera en su ramo de flores y ahora su novio estaba descontrolado pegando manotazos al aire. Si la abeja se sentía amenazada, lo picaría. ¡No podía permitir eso!
Con un movimiento rápido, empujo con su mano libre a MinSeok para que caminara hacia atrás, aunque este estuviera gritando con los ojos cerrados y luchando contra el aire, y con uno de sus pies pateó la puerta para cerrarla de golpe. Movió el ramo de flores para todos lados, cerciorándose de que la abeja ya no estaba allí y que el peligro se había terminado.
—JongDae, ayúdame. ¡Sabes que soy alérgico! ¡Me voy a morir! ¡Me voy a morir, JongDae! —Los alaridos de pánico que lanzaba MinSeok le hacían recordar a un perrito asustado.
—¡Tranquilo, bebé! No te hará daño. Ya no está aquí —le dijo intentando atrapar una de sus manos para que se calmara y, al fallar, recibió un manotazo en una de sus mejillas.
El rubio se detuvo en seco y abrió los ojos al instante, su novio tenía una marca rojísima en su mejilla derecha.
—¡Lo siento! Ay, te lastimé. ¿Te duele? ¡Lo siento, bebé! Yo no quise… —enmudeció y sus ojos se llenaron de lágrimas en un segundo. ¡Lo que faltaba! El peor festejo de San Valentín adelantado. No solo casi se murió por ser picado por una abeja, sino que acababa de romperle la cara a su precioso novio de un cachetazo. Las cosas no podían estar peor.
El castaño abultó los labios en un enorme puchero antes de dejar caer su bolso de trabajo hasta el suelo y apoyar el ramo de flores en el mueble contiguo a la entrada para luego acunar a su pareja entre sus brazos. Verlo llorar con tanta angustia le rompía el corazón.
—Xiu, estoy bien. No fue nada, ¿sí? Solo cálmate. La abeja ya se fue, no te ha picado y ni siquiera me dolió el cachetazo —mintió en lo último, le había dolido como la mierda, pero no quería hacer sentir peor a su pequeño gatito hermoso.
—Y- yo… —tartamudeó el rubio sin poder decir nada más.
—Sh, tranquilo. Te amo, bebé —susurró antes de inhalar profundo. Un olor extraño le hizo fruncir el ceño y la nariz—. ¿Algo se está quemando?
Solo bastó esa pregunta para que MinSeok dejara de llorar, abriera los ojos como platos, cortara el abrazo de un empujón y saliera corriendo a toda velocidad hacia la cocina.
El castaño no entendía nada. Tomó su bolso del suelo y el ramo de flores para dirigirse hacia el living. Dejó sus cosas del trabajo sobre el sofá gris y se acercó hasta la mesa donde había un jarrón para colocar las flores en él. MinSeok apareció un minuto después con una gran fuente negra repleta de galletas con forma de dinosaurio de chocolate quemadas. El puchero en sus labios advertía otra lluvia de lágrimas.
—¡Están arruinadas! —gimoteo y dio un pisotón al suelo.
JongDae se derritió de amor tras ese gesto y no pudo evitar soltar una risita. El rubio frunció el ceño y abultó más los labios.
—¡No es gracioso! —se quejó.
Sin embargo, JongDae no podía parar de reírse. La situación entera le había parecido tan extraña y divertida que le causaba demasiada gracia. Llevó sus manos hacia su estómago porque le dolía de tanto reír.
Poco a poco MinSeok fue aflojando su expresión hasta que se unió a las risas de su pareja. Ambos se rieron como unos desquiciados durante unos minutos hasta que el castaño se acercó hasta su pareja, tomó una de las galletas y se la comió.
—Oye, no están tan mal —declaró y volvió a reír.
—Pues, en ese caso… —el rubio sonrió con picardía—. ¡Feliz San Valentín adelantado!