Una parada en Colonia Basilia

Capítulo 6

Tadeo ingresó por el portón donde iniciaba el sendero que llevaba al gran edificio antiguo que era la Estancia de Campo. Cerró el portón detrás de sí y vio como Olivia se alejaba por la calle. La observó unos segundos, de manera inconsciente, y sonrió al descubrir un andar despreocupado. Observaba la naturaleza embelesada, como si nunca hubiera caminado por allí y se dejara sorprender por lo nuevo. Tenía el espíritu de un turista recién llegado.

De pronto, se dio cuenta de que quería conocerla más. Había algo en ella que hacía que se despertara cierto tipo de curiosidad en su interior. Además, parecía ser una persona muy amable y divertida. Quizás en su compañía los días en el pueblo serían menos aburridos.

Sacudió la cabeza alejándose de esas suposiciones sin fundamento real y avanzó hacia el lugar. Desde un primer momento pudo notar el especial cuidado que tenía aquel sitio. A los costados del sendero había muchos árboles y pudo notar varios senderos dibujados a sus costados. Desde el camino principal pudo observar que cada senda llevaba a una zona con bancos de madera, flores y en algunos de ellos, pequeñas fuentes de agua.

Quizás un solo fin de semana no sería suficiente para poder disfrutar de aquello.

El sendero lo llevó a hacer un giro y de pronto, el edificio se descubrió tras los árboles y pudo observarlo mejor. Tenía tres pisos y un aspecto de llevar varias décadas en pie.

Subió las escaleras que lo llevaban al porche. Ingresó por la puerta principal hacia un amplio salón y, al hacerlo, sonó una campana anunciando su llegada. A los pocos minutos, un hombre se presentó al lugar. Sus pasos eran acompañados por un bastón. Al parecer, la edad había afectado su andar.

—Buenas tardes. ¿En qué puedo ayudarlo? —Su voz denotaba desconfianza.

—Buenas tardes. He tenido un problema con mi camión y me ha dejado varado en el pueblo —le explicó—. He hablado con Waldo y me han recomendado este sitio para pasar el fin de semana… No sé si tendrá alguna habitación libre.

Tras mencionar a Waldo, el semblante del hombre cambió.

—Claro, tenemos varias habitaciones. No sé cuáles son tus requisitos.

Tadeo se conformó con una habitación sencilla; su único objetivo era un lugar donde dormir.

El hombre le dijo que enseguida vendría su mujer a guiarlo hacia la habitación y se retiró de allí. A los pocos minutos llegó una mujer bastante más joven que él y con un entusiasmo mucho más notable. Lo saludó y lo acompañó escaleras arriba mientras le explicaba las condiciones del lugar.

—El desayuno se sirve hasta las diez de la mañana en el comedor principal. El costo está incluido en el hospedaje. El almuerzo y las demás comidas corren a cuenta suya; tendrá acceso a la cantina durante todo el día. Puede encontrarse con personas que no son huéspedes ya que el campo está abierto a visitas durante todo el día. —Llegaron a la habitación y la mujer continuó hablando. —Y puede disfrutar de todas las instalaciones. También tenemos paseos en carro o transportes hacia el lago, caminatas guiadas por el bosque y acceso al museo que se encuentra en el galpón de atrás.

—Genial. Muchas gracias. Cualquier duda bajo a preguntar.

Lo único que deseaba en esos momentos era recostarse un rato. La cabeza había empezado a molestarle.

—Que lo disfrute.

Cuando ingresó a la habitación, se sorprendió. Todo tenía el mismo aspecto antiguo que la casa. Aunque no sabía si era solo el aspecto o en verdad esos muebles tenían los mismos años que el lugar.

Se dio un baño fresco y cayó rendido en la cama luego de poner la alarma.

Igualmente, al despertar, sintió que le faltaban muchas horas más de sueño para lograr estar bien.

Afuera, el sol seguía iluminándolo todo. Con un poco de pereza, se acercó a la ventana y observó el exterior. Desde allí se podía ver la parte trasera del gran edificio. Era una extensión de césped considerable con algunos árboles que daban sombra y también había varios juegos para niños. Había algunas familias disfrutando del día.

Después de vestirse, salió hacia el comedor para tomar algo. Mientras tanto revisó su celular. Le había avisado a su jefe las últimas novedades y hacía pocos minutos había respondido. Al parecer tendría que esperar a que arreglaran el camión para luego continuar con el viaje. También se encontró con un mensaje de Pocho, el mecánico. Le preguntaba si había encontrado alojamiento y le ofrecía la habitación detrás del taller si no había tenido suerte.

Tadeo sonrió sintiéndose más acompañado y con un poco más de suerte que antes. Le respondió que estaba en la Estancia de Campo y a los pocos segundos él se ofreció a acompañarlo a buscar las cosas que habían quedado en el camión.

Regresaron cuando el atardecer comenzaba a lucirse. Tadeo le agradeció la ayuda y fue rumbo a su habitación para dejar el bolso de la ropa limpia y su guitarra que lo acompañaba a todos lados.

Sin saber muy bien qué hacer con el tiempo que le quedaba antes de la cena, bajó al comedor y le preguntó al que atendía la cantina sobre la famosa fiesta. Él le hizo un resumen de los eventos más importantes de la semana, pero Tadeo solo memorizó los de ese fin de semana.

—¿Queda lejos el lugar?

—No mucho… Pero seguro te encuentras a alguien que te alcance.



#1049 en Joven Adulto
#8081 en Novela romántica

En el texto hay: suenos, amor, pueblo

Editado: 23.08.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.