Olivia recibió el mensaje de Tadeo como si fuera una brisa de aire fresco en pleno verano. La verdad era que por más que hubiera intentado ignorar el hecho de la beca, le había costado un poco, y saber que Tadeo irrumpiría en la rutina, la hacía sentir diferente. Tenía algo más en lo que enfocarse y era algo que la entusiasmaba.
Tal vez, en él encontraría el apoyo que necesitaba para hablar del tema. Igor había consultado por la respuesta de la solicitud, pero ella había mentido diciéndole que no había recibido ningún mensaje. Aun no se sentía preparada para hablar de ello. Al menos, no con él, ni con sus amigos, ni con su familia.
Saber que Tadeo estaría de visita, la llenó de un sentimiento de felicidad inexplicable. Deseaba verlo, mucho más de lo que se permitía aceptar. Y desde que llegó ese mensaje, no pudo pensar en otra cosa que no fuera el reencuentro.
Se obligaba a no pensar tanto, pero cuando prestaba atención a lo que sentía, observaba ese estado de espera, de impaciencia y de ilusión. El mismo estado que vivía cuando era pequeña y esperaba la llegada de Santa Claus.
Se rió al notar esa comparación. Pero a la vez, se asustó por el parecido. ¿Qué estaba sucediendo en su interior? ¿Acaso no era capaz de controlar aquello?
Hubo un tiempo en el que creyó que después de las desilusiones vividas por su corazón, este aprendería a no latir tan fácil por alguien más. Pero en esos momentos estaba comprobado que sería muy difícil frenar los sentimientos. De todas formas, se negaba a poner en palabras todo lo que sucedía en su interior. Se negaba a pensar en ello y darle un sentido tangible. Todo estaba bien mientras viviera allí, oculto en su pecho, en su estómago o donde fuera que se refugiara todo lo que sentía.
Continuó comunicándose con Tadeo para confirmar el día en que iría y el horario en que llegaría. Según le dijo, pasaría la noche en el pueblo, así que debería buscar alojamiento.
“Espero que haya algún alojamiento disponible. Si no, dormiré en el camión”
Aún le costaba hacerse a la idea de que Tadeo pasaba gran cantidad de sus noches durmiendo en el transporte. Intentaría encontrar un sitio más cómodo para él. Sería sencillo considerando que la fiesta ya había terminado y los lugares de alojamiento volvían a vaciarse como todos los años en esa época.
Pero su búsqueda se facilitó aún más cuando le mencionó a Waldo que el chico volvería.
—Así que tengo que buscarle alojamiento.
—Nada de buscar. Yo tengo una habitación libre, puede quedarse allí si quiere —se ofreció sonriente—. Díselo. Estaré encantado.
Y así fue como el plan fue tomando forma. Tadeo llegaría un poco antes de la hora de cenar, vería a Olivia para devolverle la fuente y luego cenaría en el comedor, para luego ir a dormir y partir al día siguiente. Todo estaba perfectamente calculado.
Pero el día de su llegada las cosas se complicaron. El viaje se retrasó por lo que su paso por el pueblo fue muy cerca de la hora de cenar.
“Podemos cenar juntos si quieres”
Le escribió Tadeo en un intento de salvar la situación.
Olivia leyó el mensaje y levantó la vista. En la cocina, su madre estaba preparando su gran variedad de pizzas caseras que tanto amaban todos en la familia.
Hizo una mueca antes de tipear.
“Hoy ceno en mi casa, mi madre está cocinando…”
La respuesta no tardó en llegar.
“Puedo ir?”
Definitivamente, Tadeo se dejaba guiar por los impulsos.
La chica tardó en responder. No sabía cómo sería llevar a un desconocido a cenar a su casa. Sus amigos varias veces habían participado de las comidas familiares e incluso varios parientes se habían sumado. Era una familia acostumbrada a añadir platos a la mesa. Pero aquello era diferente.
“Si no, ven a verme luego de cenar. Estaré en el comedor”
Aquella idea se adaptó mejor a lo que a Olivia prefería. Le transmitía menos incomodidad, así que confirmó que iría apenas se desocupara. Y por un momento, temió que el tiempo a su lado fuera demasiado reducido. Tanto esperar, para solo verlo unos minutos...
Tomó el celular y tipeó “mejor ven, hay pizza de sobra” pero demoró demasiado en enviarlo y al final, lo borró.
Para su suerte, la comida estuvo lista temprano. Aun así, comió menos de lo que comía siempre y un poco mas rápido. Cuando faltaba cerca de una hora para la medianoche, les dijo que tenía que salir, pero que volvería para dormir.
—¿A esta hora? —preguntó Pato con una sonrisa insinuante.
Olivia suspiró y sabía que no se salvaría muy fácil.
—Tadeo, el camionero, está en el pueblo. Se va mañana temprano y aun no lo he visto. Iré a saludarlo. Waldo le ha dado alojamiento.
Explicó rápido y fue a su habitación para buscar su cartera.
—Mándale saludos —le dijo su madre antes de que desapareciera por la puerta.
Buscó el auto en el garaje y salió hacia el comedor sintiendo muchos nervios. Intentó respirar para tranquilizarse, pero aquello parecía no funcionar muy bien. Hacía tanto que no sentía algo así que ya no recordaba cómo administrarlo.
Dejó el auto en la calle principal y le escribió a Tadeo.