—¿Qué dices, niña loca? —espetó Elián después de un rato, tratando de comprender lo que pasaba—. ¿Y cómo sabes mi nombre?
—¡¿Así me nombrarás?! ¡¿Niña loca?! ¡Me encanta! —chilló ella emocionada, trató de acercarse más a Elián, pero este se apartó—. ¡Oh, cierto!, no te he dado la introducción.
Elián consideró en llamar a la policía o a un centro de rehabilitación para que se llevaran a esa desconocida que le fallaban todos los tornillos.
“¿Será una asesina serial?”, se preguntó, mirando a la chica con el semblante circunspecto, mientras que ella derrochaba una felicidad inquietante.
—¡Yo soy tu PDTL y…!
—¡¿Qué carajo es “PDTL”?! —la interrumpió alzando la voz. La confusión se estaba mezclando con su dolor de cabeza, y eso sólo lo haría explotar.
—Persona de tiempo limitado —explicó, sonriéndole alegremente—. Fui creada para ti.
Elián la miró como si ella acabara de decirle el día de su muerte.
“Definitivamente está loca”, se convenció.
Sin dejar de mirarla con atención, le dijo:
—De acuerdo, se me está haciendo tarde, así que adiós.
Su huida no funcionó, la chica de cabello enmarañado lo detuvo del brazo, él se zafó bruscamente como si su toque quemara o como si le fuera a contagiar algo. Él odiaba que lo tocaran, no aguantaba el contacto físico, lo ponía más irritante de lo normal.
—Primero debo darte la introducción según las instrucciones —dijo ella, llevó sus manos a su cabello e intentó arreglarlo para mostrarse presentable, luego recitó como un robot—: Hola, soy tu persona de tiempo limitado, fui creada con el propósito de ayudarte. Como dictan las reglas, tú debes darme un nombre, viviremos juntos hasta que yo haya cumplido mi misión.
Elián pensó que le estaban jugando una mala broma, porque, ¿qué tan normal era que una chica loca apareciera en tus narices?
—Llamaré a la policía —sentenció, juzgándola de zafada—. ¿Cómo te llamas? —le preguntó, sacando su celular.
—Me llamo niña loca, así me has nombrado —contestó ella, mientras asentía como si fuera soldado.
Él apartó los ojos de su teléfono, y observó a la pequeña loca.
—Ya basta —espetó, fastidiado—, deja de bromear y dime tu nombre, ahora —le ordenó, estaba a poco de perder la poca paciencia que ni siquiera creía tener.
Pero la chica siguió insistiendo.
—Soy niña loca.
Elián, exasperado por aquella situación, resopló, y dejó de hablarle, para llamar de una vez a la policía.
A los dos timbres, contestaron.
—911, ¿cuál es su emergencia?
—Hay una chica que está alegando sobre cosas muy raras, y no quiere despegarse de mí, además de que su aspecto es como si hubiese salido de una cañería —explicó, mientras mantenía vigilada a la muchacha, y esta lo miraba sonriente como si no estuviese consciente de que él llamaba a la policía para que vinieran a arrestarla—. Está descalza, mugrosa, y sólo lleva puesto un vestido roto color blanco, parece como de 16 años. Puede ser de un manicomio —agregó, despectivamente.
—¿La mujer se muestra agresiva o ha intentado dañarlo?
—No, pero está loca con todo lo que alardea.
Les dio la dirección en donde estaban, y esperó a que la policía llegara y se la llevaran.
“Maldito día”, pensó.
Sólo la mala suerte te podía poner en estas situaciones.
Quiso no continuar hablando con la chica, pero ella abrió la boca.
—Empecemos con lo básico —dictaminó, mientras juntaba sus manos—. ¿Cómo estás hoy? —le preguntó, con sonrisa amable.
Él decidió ignorarla, estaba negado a hablarle porque podría lavarle el cerebro y volverlo igual de loco como ella mostraba serlo. Además de que aún continuaba impresionado por el papel que se había convertido en cenizas en sus manos, había sido como magia, y él quería darle una explicación lógica porque desde luego que la debía de tener.
“Debe ser un truco”, se dijo.
Trató de alejarse un poco, pero con cada paso retrocedido ella avanzaba otro. Elián gruñó y se sentó en la banqueta, sin importarle que el suelo estuviese mojado y que se mancharía el uniforme.
Ella hizo lo mismo, sentándose muy pegada a él, mientras lo miraba risueña.
Elián no quería quedarse ahí en compañía de esa chiquilla, no tenía la obligación de esperar a que vinieran a recogerla. Pero, no le quedaba de otra puesto que, si no esperaba a que se la llevaran, ella continuaría siguiéndolo como si fuera un perro buscando dueño.
—¿Te ha gustado tu primer día de clases? —le preguntó ella.
Elián arrugó el entrecejo, y la miró desconcertado.
—¿Cómo sabes eso? —le cuestionó, suspicaz.
—¡Oh, sé algunas cosas importantes sobre ti! —confesó emocionada, aún con esa torcida y extrañamente alegre sonrisa—. Me dieron información básica sobre tu vida, pero… —Ella frunció el ceño, como si recordara algo—, pero no aprendí mucho sobre el mundo en general, me mandaron muy poco capacitada para mi misión. Pero lo que no sé tú me lo puedes enseñar, ¡¿verdad?!
Elián la miraba como si frente a él se encontrara un ser de otra dimensión.
—¿Acaso me has estado acosando? —Le dedicó una mirada severa.
Quizás la idea de que esa niña era una asesina serial no estaba tan lejos de la realidad.
—No sé qué quieras decir con eso, mi conocimiento es limitado —enunció en un tono nuevamente robótico.
Elián se levantó, y ella le siguió, eso lo enfadó aún más.
—¡Ya deja de seguirme! —le gritó, sin embargo, ella no se asustó ni se sobresaltó, seguía normal (si es que esa palabra se le ajustaba).
—Mi deber es seguirte, debo ayudarte —insistió, sin inmutarse por la actitud hosca de él.
Elián ya estaba perdiendo la cordura, no era tolerante y menos cuando lo sacaban de sus casillas.
“¿Por qué tardan tanto?”, se preguntó, mientras miraba por todos lados en busca de una patrulla o algo.
Se llevó los dedos al puente de la nariz, la cabeza le estaba martillando y tenía que lidiar con esa mocosa que lo estaba sacando de su cordura. Su temperamento tampoco le ayudaba a tenerle paciencia.
Suspiró y observó a la chica.
—¿Qué era ese papel que me diste? —inquirió segundos después, su semblante estaba serio.
—Ese papel era un papel —respondió, ingenuamente.
Elián exhaló con molestia.
—Deja de comportante como tonta —escupió, voraz—. ¿Por qué me lo diste?
—Porque es el primer paso que viene en las indicaciones.
—¿Cuáles malditas indicaciones?
—Las que me dan antes de ingresar a la tierra —contestó, como si fuera algo banal.
“Me está volviendo loco”, pensó.
—¿Acaso eres un alíen? —soltó sarcásticamente, molesto.
—No sé qué sea eso —admitió ella—, mi conocimiento es limitado, porque…
—¡Deja de repetir eso! —Y bien, Elián tardó un minuto en explotar por completo—. ¡¿Acaso te saliste del manicomio?! ¡¿Estás drogada?! ¡¿Eh?!
—Puedo notar que estás alterado —comentó la chica, ladeando la cabeza mientras analizaba las expresiones de Elián.
—¡¿Tú crees?!
—No te preocupes, he estudiado el programa muy bien para tu recuperación, podrás aprender a controlar tus emociones y tu temperamento.
Elián se llevó la mano al cabello, desordenándolo, se estaba desesperando. A lo mejor la locura se pegaba, y ella ya lo contagió, o simplemente la chica irritaba con esos gestos de ingenuidad y con lo que decía que podía sacar de quicio a cualquiera.
Mejor se mantendría callado. Sólo se alteraría aún más con ese carácter tan hostil que lo caracterizaba. Esa desconocida de verdad lo estaba fastidiando.
—No es tu culpa —habló ella después de minutos, su voz era tranquilizadora, pero para Elián sólo causaba disgusto.
—¿Qué? —Arrugó el entrecejo, desorientado.
—Culparte por el accidente no mejorará las cosas, no es sano para ti —dijo como si nada.
El rostro de Elián se desfiguró.
No le salían las palabras, las palpitaciones en su cabeza iban acorde a las de su corazón. Su semblante se había transformado lúgubre. Los recuerdos vinieron rápidamente a su mente como un latigazo; él sonriéndole a su madre por verla tan feliz cantando, y cómo en ese mismo instante de repente se escuchaba un grito y un estruendo que terminaba fundiendo todo en una espesa oscuridad.
—¿Cómo sabes eso? —clamó, pasmado. Su respiración comenzaba a ser irregular.
—Te dije que me dieron información básica sobre tu vida.
—¿Quién te la dio?
—El maestro Bróker.
—¿Quién es él? —le exigió saber.
—El que nos da las indicaciones a las personas de tiempo limitado.
—¡Ya deja de decir personas de tiempo limitado! —increpó alzando la voz.
—Pero eso soy, una…
—¡Sólo dime cómo sabes lo del accidente! ¡¿Acaso me espías?! ¡¿Quién carajos eres?! —le gritó, colérico por las respuestas repetitivas que sólo lo estaban enfureciendo. Ella no se molestó por el mordaz grito que pudo haber asustado a cualquiera.
—Soy tu ayudante —continuó insistiendo.
Elián estaba cada vez más exasperado.
—Mira, no sé quién seas ni qué quieres y cómo es que sabes sobre mí. Pero ya me voy, quédate aquí y te ayudarán a irte al loquero de dónde te escapaste —zanjó.
Antes de darse media vuelta y dejarla tirada ahí, ella protestó.
—¡No! Yo debo ir contigo. Me costó mucho encontrarte. Debo cumplir mi misión.
—¡¿Qué maldita misión?!
—La de ayudarte. El papel lo decía. Voíthisé me —pronunció—, significa ayúdame.
—¿Eso decía el papel? —preguntó, desconcertado—. ¿Ayúdame?
—Sí. —Asintió—. Yo fui creada para ti, en el momento que dijeras Voíthisé me, yo me activaría y mis funciones como la de hablar, desde que llegué a la tierra duré muchos días sin poder hablar, pero me alegra ya haberte encontrado para que me activaras la voz. Porque sólo tú me la puedas otorgar. —Sonrió, emocionada.
—¿Qué basura dices? —vociferó, incrédulo, no entendía ni un carajo lo que esa extraña expresaba.
—En las instrucciones viene que puede ser desorientador para la persona que venga a ayudar —susurró ella para sí misma, ceñuda, luego volvió a dirigirse a Elián—. No cuento con magia porque soy de nivel bajo. Pero, ¿hay una manera en la que pueda demostrarte que digo la verdad?
“¡¿Por qué tarda tanto la maldita policía?!”, Elián volvió a mirar por todos lados buscando a la patrulla. Pero aún no llegaba nadie. Ni siquiera cruzaba gente por ninguna dirección de la desolada calle.
—¡Ya sé! ¡Puedo decirte algo que tú sólo sepas! —exclamó, entusiasta—. Si te lo digo, ¿me creerás? —Elián no contestó, así que ella continuó hablando—. En las noches tienes insomnio, no puedes ni quieres dormir porque tienes pesadillas con recuerdos del evento traumático, también presentas constantemente parálisis del sueño. Le mientes a tu papá diciéndole que sí tomas los antidepresivos que necesitas, te culpas todos los días por la muerte de tu mamá y tu hermano. Crees que tu papá te evade desde el accidente porque sientes que en el fondo él también te considera culpable, también lo consideras egoísta por haberse casado de nuevo sin guardarle respeto ni luto a tu mamá. Tu ánimo ha estado decaído y has perdido motivación para continuar viviendo —soltó todo apresuradamente, como si se hubiera aprendido toda esa información de memoria.
Elián no reaccionó, estaba atónito, incrédulo de todo lo que había salido de la boca de aquella desconocida. Estaba patidifuso porque había acertado en toda la información que soltó sobre él.
—¿Ya me crees? —inquirió ella al ver la expresión de Elián.
A lo lejos se escuchó la patrulla, justo en el momento menos oportuno porque ahora Elián no quería que se la llevaran. Necesitaba saber cómo es que ella sabía todo eso.
Tenía que tomar una decisión rápida; dejar que se llevaran a la chica o llevársela él para obtener las respuestas a las miles de interrogantes que se originaban en su cabeza. Se talló el rostro en un gesto de frustración.
La observó, preguntándose qué pasaría si él impedía que se la llevaran, lo peor que podía pasar sería que fuera una asesina. Pero, certeramente, ella no tenía cara de una persona con malas intenciones. Y aunque Elián era muy desconfiado, esta vez dejó de lado lo lógico y tomó la decisión de impedir que la detuvieran.
Abrumado, la tomó fuertemente del brazo, y la haló rápidamente para que le siguiera el paso, ella no protestó ni puso resistencia a pesar de la manera brusca con la que la trataba Elián.
A paso veloz, se la llevó de ahí, ambos alejándose del sonido de la patrulla.
No tenía ni la más remota idea de a dónde llevarla, no había otro lugar que su casa, pero no quería meter en ella a una desconocida de la que aún tenía grandes sospechas. Sin embargo, no le quedó de otra, sólo la llevaría para cuestionarla y después vería qué hacer con esa extraña chica.