Una Persona De Tiempo Limitado

Capítulo 4

—Está bien —suspiró Elián, después de que la habitación se había sumido en un silencio abrumante—. Dejaré que te quedes aquí.  

El rostro de la chica se iluminó y sonrió ampliamente, pero Elián la detuvo apuntándola con el dedo. 

—Pero no será por mucho. 

Ella asintió furtivamente. 

—No hay problema, yo soy de tiempo limitado. 

La mente de Elián estaba procesando a toda velocidad, intentando comprender la situación en la que se hallaba.  

Estaba totalmente impresionado.  

¿Elián había encontrado a un ser mágico? ¿Eso implicaba llevarla al Área 51? ¿Debería llevarla a la policía? ¿La estarán buscando el gobierno para intersectarla y hacer de ella un arma contra los terroristas? ¿Esa chica convertirá a Elián también en un ser mágico? ¿Ambos serán los nuevos superhéroes de la ciudad? ¡Es que esto era una locura!  

Hoy, en un día común para medio mundo, él había encontrado a una chiquilla que decía venir de otra dimensión, podía transportar imágenes con tocar la frente de las personas, podía hacerles ver algunas partes de su pasado, aseguraba pertenecer a otras personillas como ella que eran también… ¿seres mágicos?, esto tenía que ser magia, porque no había otra explicación para toda esta sobrenaturalidad. 

Lo cierto era que, el chico de cabello color chocolate no tenía ni la más mínima idea de qué hacer.  

Tener a “un ser mágico” en tu habitación no era normal, ¿no? 

¿Qué debería hacer?  

Mmhm… 

Bien, Elián no haría nada, bueno, mantendría a una chica mágica en su casa, casual, cosa de todos los días.  

Si su padre se enterara…  

—Ahora, explícame… todo esto que acaba de pasar —le pidió él. 

Pero la chica lejos de contestar, esbozó un puchero, y se sobó la pansa.  

—¿Qué demonios haces? —Hundió las cejas. 

Ella, extrañamente, alzó su dedo y señaló repetitivamente su boca enormemente abierta, como si indicara que quería comer algo. 

—Aliméntame. Me duele el estómago, alimenta a mi estómago para que ya no me duela. 

Elián frunció aún más el ceño. 

—¿Pero por qué haces esos gestos? —le preguntó, aún desconcertado por su actitud tan rara.  

—Porque así vi que lo hacían los demás humanos cuando les sucedía el fenómeno del hambre. —Frunció el entrecejo, confundida—. Me acerqué a varias personas e hice lo mismo, pero sólo me alejaron para que no les pidiera de comer, y una señora también mostró una agresión física y verbal hacia mí. 

—¿Qué te hizo?  

—Soltó varias palabras que ustedes llaman insultos, y me pegó muchas veces con un bonito bolso rojo. —Ladeó la cabeza mirando al techo, pensativa—. Dijo que yo era una ladrona. Pero no le he quitado a la fuerza una pertenencia a alguien, no soy una ladrona.  

—Bueno, es que no te acercas a las personas y les haces un gesto para que te alimenten, y menos con la pinta que tienes. Pueden pensar que eres una criminal, o una loca. —Torció la boca—. Pero no debió golpearte esa señora.  

—¿Tú también me vas a pegar? Sólo necesito un poco de alimento para el estómago. —Se sobó la pansa—. No quiero robarte nada. 

Elián sacudió la cabeza. 

—Ven. 

La tomó bruscamente del brazo y la llevó escaleras abajo.  

La arrastró por la casa hasta que llegaron a la cocina.  

—Pueden irse, yo me encargo —les dijo a las dos cocineras que estaban ahí, ellas se dieron una mirada y luego observaron al joven y a su acompañante que las saludaba felizmente con la mano, finalmente decidieron retirarse, dejándolos solos. 

—Siéntate allí —le ordenó, señalando un banquillo de la encimera. La soltó y la chica muy obediente se sentó en el banquillo, un poco con dificultad debido a que estaba muy alto, y quedó con los pies colgando. 

Elián se quitó el saco del uniforme y lo colocó en la encimera, se arremangó las mangas de su camisa blanca hasta los codos, y se aflojó un poco la corbata que lo estaba ahorcando desde que se la puso. Abrió la nevera y sacó varios ingredientes; huevos, tocino, mantequilla, y una jarra de jugo de fresa.  Mientras que ella lo seguía con la mirada, y movía sus pies entusiasmada, apoyó los codos en la encimera y puso su cara entre las manos, sonriendo ampliamente.  

Elián se puso a cocinar ágilmente, y en menos de diez minutos ya servía unos huevos estrellados, tocino a un lado, y unos panes untados con mantequilla, todo un plato que se veía y olía antojable. Sirvió un poco de jugo de fresa en un vaso, y le extendió la comida.  

La chica abrió desmesuradamente los ojos, admirando el gran platillo frente a ella, sonrió con júbilo, y antes de que Elián le extendiera un par de cubiertos, ella se disipó a comer con las manos salvajemente.  

Él esbozó una mueca de asco al ver todo el desorden que estaba haciendo y cómo comía tan grotescamente. Pero no le dijo nada, se conformó con mirarla mal. 

Ella por su parte, era otro asunto, comía como si no hubiera probado bocado desde hace días, se estaba ensuciando la cara, las manos, su vestido mugroso, y la encimera, además de que comía con la boca abierta, todo un caos, sin embargo, parecía más feliz que nunca.  

Una salvaje feliz”, pensó Elián. Quedó parado con las manos apoyadas en la encimera, limitándose a mirar el desorden que tendría que limpiar. También estaba un poco sorprendido porque ella parecía tener demasiada hambre ya que comía sin detenerse un momento a respirar. 

—¿Cuánto llevas sin comer? —le preguntó. 

Él esperó que dijera unas horas, pero su respuesta fue diferente. 

—Tres días, pero ayer un anciano muy agradable me dio de comer.  

—¿Un anciano? —Alzó las cejas, perplejo.  

—Sí, uno muy lindo —comentó con la boca llena—. Él no me agredió, en realidad otras personas lo agredían a él. 

—¿Quién era? 

—No pregunté su nombre. Pero me ayudó mucho, mi estómago dolía, él estaba igual que yo, pero me contó que le habían regalado un poco de comida y me la dio a mí. 

—¿Por qué te la dio?  

—No lo sé, pero él no comió nada, me dio lo único que tenía. Y se lo agradecí, también me quedé un rato conversando, sus charlas son muy interesantes —opinó, bebiendo con prisa su jugo de fresa, incluso manchaba su vestido y su barbilla.  

—¿Qué te decía? —inquirió, interesado.  

—Me dijo que yo le recordaba a una hija pequeña que tuvo pero que falleció a los 4 años —respondió, frunciendo levemente el ceño—. Dijo que mis ojos eran iguales a los de ella. —Se los señaló—. Y también mencionó que, si volvía a pasar hambre, podía visitarlo y me daría algo. 

—¿En dónde vive? —cuestionó.  

—Una calle.  

—Sí, pero, ¿en qué calle?  

—Yo no lo sé, pero él vive en el piso de una calle, varias personas pasan por ahí, pero lo tratan muy mal. —Hizo un mohín y miró significativamente a Elián—. ¿Por qué lo tratan así? No es una mala persona, es bueno y muy gentil para sus condiciones.  

—Emm…, no sé, no deberían agredirlo —dijo, vacilante.  

En un santiamén se terminó toda la comida, parecía satisfecha. No había dejado ni una sobra. Incluso se llevó el plato a la boca y lo lambió. Elián se lo arrebató y lo puso en el fregadero, en lo que ella continuaba chupándose los dedos, mientras seguía moviendo felizmente los pies.  

El chico sacó un trapo y se puso a limpiar la suciedad que había dejado. Luego dio la vuelta a la encimera para posicionarse al lado de ella. Tomó la mano derecha de la chica y se la limpió con brusquedad con el trapo, luego la otra, pasando por cada dedo. Parecía ser un padre, a lo que había llegado el pobre Elián. 

—Límpiate la cara —le ordenó, extendiéndole el trapo. Ella lo tomó y se frotó con fuerza el rostro, luego lo dejó en la encimera.  

Elián la miró un momento, estaba en pésimo estado esa chiquilla, necesitaba urgentemente una ducha y ropa. Suspiró.  

—Vamos. —Le hizo un ademán para que lo siguiera.  

—¿A dónde vamos?  

—A que te des un baño. 

Ella dio un brinquito para bajar del alto banquillo y lo siguió. 

Volvieron a subir las escaleras, y en el pasillo se detuvo para pensar qué habitación darle. Sólo había cuatro, la última era de su padre y su esposa, y la primera era la de él, decidió al final darle la habitación al lado de la suya, al menos momentáneamente, porque si viniera su papá, sería un gran lío. 

Entraron y Elián de inmediato se dirigió al cuarto de baño para prepararle la tina. Le dejó a un lado todo lo que necesitaría. Ahora, faltaba conseguirle ropa, pero él no tenía nada de mujer, sólo la ropa de la joven esposa de su padre, pero se negaba a ir a su habitación y agarrarla, además de que dudaba si ella tendría alguna ropa cómoda, hasta en la casa usaba vestidos pegados y de gala, nunca la ha visto desarreglada.  

—Iré por ropa —le avisó. No le iba a quedar de otra que darle algo de él. 

Ella asintió y se quedó en el baño observando cada detalle oscuro y gris de su decoración. 

Elián salió de allí y fue a su habitación, sacó de su armario un pants gris, y una sudadera negra. Bien, ahora estaba haciéndola de niñera, pero no había de otra.  

Fue de nuevo a la habitación de al lado, y cuando entró en el baño, ella ya estaba metida en la tina de baño. Miró el piso, el único vestido que traía antes puesto estaba tirado. 

No dijo nada, y evitando mirarla colocó la ropa que había traído en la pequeña mesita de toallas. 

Ella ni lo miró, estaba concentrada en la magnífica agua que lo rodeaba, como si nunca se hubiera dado un baño, hacia círculos y chapoteaba mientras se reía felizmente. Su comportamiento era como de una niña chiquita en un cuerpo de adolescente.  

Salió de la habitación y se sentó en la cama a esperar. Y así pasaron 10 minutos, media hora… una hora. Y ella aún no salía. 

¿Se habrá ahogado? 

—¿Sigues viva? —le gritó Elián, y no en broma. Pero ella no contestó—. ¿Qué estás haciendo?  

Al no recibir respuesta, tuvo que entrar. 

Y, no, ella no estaba muerta, estaba dormida. 
 
La bañera estaba hecha espuma, tenía el cuerpo sumergido hasta el cuello, y la cabeza recargada en el borde, durmiendo tranquilamente con la boca abierta y un hilo de baba cayendo.  

Bufó, y la movió brutalmente del hombro para que despertara. Ella lo hizo de inmediato, asustada, incorporándose.  

—¿Acaso te dije que te durmieras? —amonestó—. No es una cama, es una bañera.  

—Me quedé dormida —soltó, somnolienta.  

—Sí, lo vi. —La miró con fastidio—. ¿Ya terminaste de bañarte?  

Ella negó.  

—No sé cómo usar esto. —Sacó la mano del agua con el bote de shampoo, estaba tirándolo todo. Elián se lo arrebató, ahora entendía toda la espuma que había. 

Resopló, vale, era un hombre de poca paciencia, ni la tenía. Pero se aguantó un poco, no tenía paciencia pero era un poco comprensivo; esa chiquilla había estado divagando por días buscándolo, sin bañarse, sin comer, y Elián aún no sabe bien de dónde proviene, así que era normal que se comportara como un alíen o como una recién nacida.  

Ella estaba dando sus primeros pasos, y a él no le quedaba de otra que ayudarle.  

Se sentó en el borde de la bañera, y puso un poco de shampoo en el cabello de la chica. 

—Así se coloca. —Le mostró.  

Ella miró hacia arriba, haciendo bizcos, mientras él le esparcía el shampoo en el cabello, tallándolo con suavidad.  

En lo que ella seguía chapoteando las burbujas, Elián agarró la regadera de mano.  

—Cierra los ojos —le ordenó para que no le cayera jabón, y empezó a enjuagarle el cabello.  

—Ya está.  

Dejó la regadera. Se levantó, fue por una toalla y se la extendió. 

—Te cambias con la ropa que te dejé y te espero afuera, ¿bien? —Ella asintió, tomando la toalla—. No tardes.  

Salió rápidamente de ahí cuando vio que ella ya estaba levantándose, lo menos que quería hacer era verla desnuda. 

Esperó de nuevo hasta que de pronto escuchó un chillido, y algo estrellándose, luego un quejido lastimero. 

—¿Estás bien? —gritó.  

—Sí, sí, sí —le regresó ella. 

—Date prisa.  

Elián se quitó por completo la corbata, traía las mangas mojadas, y las manos llenas de jabón, y su camiseta estaba salpicada.  

Ahora sí en menos tiempo, la chica salió ya vestida y limpia. 

La observó con detenimiento. Los pants le quedaban arrastrando hasta pisarlos, demasiado holgados para su complexión escuálida y enana, al igual que la sudadera negra, se había colocado la capucha que traía la sudadera, parecía más un bulto de ropa que una persona en sí, y obviamente, estaba sonriendo con satisfacción como si presumiera su atuendo. 

Hasta un atuendo que ni le quedaba lo estaba disfrutando, y sonreía ampliamente viéndose a sí misma y a Elián. 

—¡Muchas gracias! ¡Está increíble esta ropa! —Se volvió a mirar, balanceándose sobre sus pies.  

—De nada.  

Ella miró la cama, curiosa.  

—¿Puedo sentarme allí? —le preguntó, señalando el irresistible colchón. 

Elián asintió. 

La joven, emocionada, dio saltitos hasta la cama y se sentó muy cerca de Elián, la cama estaba muy suave y blanda.  

—Bien. Tenemos que hablar. 

—Me gustaría. Pero siento el fenómeno de sueño —dijo en voz baja, bostezando. 

—¿No se supone que eres un ser mágico? ¿Cómo es que puedes tener las necesidades básicas de un humano? —Le frunció el ceño, confundido.  

—No soy un ser mágico. —Negó continuamente con la cabeza—. Y mi alma está en este cuerpo, es un cuerpo material, y debo darle lo que me ordene para seguir conservando el cuerpo.  

—Preguntaré todo lo que acabas de decir después. —Apretó los labios—. Ya qué, duerme. 

Elián se levantó. 

—¿Puedo dormir aquí? —inquirió con ilusión. 

—Sí.  

Ella se echó completamente en la cama, con los brazos estirados y las piernas igual, la capucha le tapaba hasta la nariz.  
 
Elián estaba por irse, pero ella lo detuvo. 
 
—¿Tú no quieres dormir? —Levantó un poco la cabeza. 
 
—No tengo sueño.  
 
—¿Puedes quedarte hasta que yo termine de dormir?  
 
—No.  
 
—¿Por qué? 
 
—Porque no quiero.  
 
—¿Por qué?  
 
—Porque… —suspiró, resignado y a la vez exasperado—. Bien, ya, me quedaré.  
 
Eso pareció contentarla, Elián se sentó en el borde, mirando cómo ella volvía a cerrar los ojos, y después de unos minutos escuchó un ronquido. Y un ronquido fuerte.  
 
Al comprobar que ya estaba dormida, se salió de la habitación sin hacer ruido. Y fue a la suya a quitarse el uniforme y darse una ducha helada.  

Quién diría que a esta hora donde normalmente él estaba en casa sin hacer nada, hoy la haría de niñero de una chica que tenía poderes mágicos. La vida es tan impredecible…                  
 



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En el texto hay: fantasia, depresion, amor

Editado: 03.12.2020

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