Han pasado seis meses desde que Ellen viajó a Francia, llevándose consigo mucho más que su estrella y talentos culinarios. En París, rodeada de hoteles de lujo y restaurantes de moda, encontró la estabilidad que anhelaba pero el corazón, sin embargo, reclamaba masoquista una dosis de indomable sufrimiento y la adrenalina de una aventura que quedó truncada, víctima del temor que paraliza y del terror que significa animarse a ser feliz.
Por eso, en un arrebato de osadía, con la excusa de festejar el cumpleaños de Keisi en familia y promocionar sus últimas creaciones, emprendió el viaje de vuelta con la esperanza de menguar el hormigueo que se apoderaba de su cuerpo toda vez que recordaba lo que dejó atrás.
No estaba sola.
Para sorpresa de sus allegados y del público general, la Señorita Dulzura volvió a su tierra natal de la mano de un reconocido chef galo, fulminando las esperanzas de los pretendientes que aguardaban ávidos su regreso. Así, mientras antiguos amores ingresaban agonizantes en la categoría de platónicos o imposibles, un tsunami de sentimientos indomables, retumbará furioso en el alma de los damnificados, obligándolos a salir de su zona de confort y lanzarse inermes al oscuro abismo de la pasión enceguecida, en la búsqueda desesperada de un beso que no llega.
Mentiras dolorosas, traiciones arteras, verdades a medias y amoríos impulsivos; malentendidos bien urdidos y puñaladas disfrazadas de piedad, son algunos de los condimentos que tiñen de romántico dramatismo una historia siempre al borde de la cornisa, que verá la llama de Alejandro Thalson extinguirse, inmolado por devoción, o al mismísimo Esteban Landry resurgir de las cenizas del olvido.
Al final, cuando de Ellen Bierhoff solo queden los retazos, y los ojos de Keisi parezcan cerrarse para siempre, algunos descubrirán que la única forma de acariciar una porción de paraíso, es entregándose en cuerpo y alma por aquello que arde vehemente en sus corazones.
¿Y tú, hasta dónde llegarías por esa persona especial?
Editado: 03.09.2020