El viaje hasta el oasis se me hizo eterno y varias veces tuvimos que enfrentarnos a bandidos que intentaban robar cosas del carruaje o atacar a los príncipes. Por suerte ninguna de las veces tuvimos problemas y pudimos continuar.
Ahora, después de tres días por fin hemos llegado al Oasis de la Esmeralda. Aquí el aire parece ser más fresco y las palmeras tapan el sol. El oasis es más grande de lo que pensaba y nos pasamos un rato más caminando hasta que llegamos a la mansión de la familia real que tampoco es pequeña. Cerca hay un pequeño lago en el que Storm y el guepardo de Faizah van a beber.
Nada más parar el carruaje los príncipes salen rápidamente, felices de haber llegado por fin. Ambos se tiran a la hierba y sus leones los imitan. Edek baja de su caballo y suelta a Anuar en el suelo que parece alegrarse de pisarlo por fin.
—¡Qué maravilla de sitio! —dice mi amigo a la vez que estira los brazos—. Espero que el verano no se acabe nunca. Me quedaría aquí para siempre.
—No está mal. Aunque yo echo de menos el palacio.
—¿Por qué? ¿Por que allí está tu amorcito? Qué repelús.
—Cállate y vamos a llevar nuestras cosas dentro.
Edek rueda los ojos y coge sus cosas. En ese momento el príncipe se acerca a nosotros seguido de Faizah que lleva en brazos a la princesa Niara.
—Os enseñaré vuestras habitaciones, seguidme.
***
Una vez dejaos las cosas en nuestra habitación Edek y yo exploramos un poco la mansión para acostumbrarnos a los pasillos de ésta. Al contrario que en el palacio, donde todo suele ser rojo, en la mansión todo está decorado con tonos de verde e incluso algunas esmeraldas como decoración. Supongo que tendrá que ver con el nombre del oasis.
Algunos criados nos saludan al pasar y tengo el presentimiento de que los de aquí parecen más tranquilos. Al fin y al cabo solo ven a la familia real los veranos y ni siquiera parece que el rey suela venir. Creo que no hay nadie en el palacio aparte e Mikael que le tema. El príncipe suele ser bastante más cercano con los demás al contrario que su padre.
—¿Crees que la reina Mairah solía venir aquí? —le pregunto a mi amigo rompiendo el silencio.
—Estoy seguro de que sí. Seguro que incluso ella querría descansar de la mirada de nuestro rey. —Se coloca la manos tras la cabeza y mira hacia el techo—. ¿Sabes qué? He oído rumores de que le odiaba.
—Eso es… muy triste.
—Así funcionan las cosas con los de su clase —dice encogiéndose de hombros—. Todos son matrimonios concertados, rara vez se casan por amor.
—La reina no quería eso para sus hijos —digo recordando la conversación que tuve con el príncipe.
—Bueno, espero que a él le vaya mejor entonces. —Me coloca un brazo sobre los hombros—. Yo también espero casarme por amor algún día.
—Nadie se querría casar contigo, amigo.
Mi amigo finge molestarse y me golpea el hombro con fuerza. Yo le devuelvo el golpe haciéndolo trastabillar. Los dos acabamos entre risas, como en los viejos tiempos. Nos escabullimos fuera para disfrutar un poco del aire fresco y nos sentamos sobre la hierba.
—Echaba de menos pasar el rato contigo, Hedeom —me dice de pronto Edek.
Le miro. Ha hablado con cierto aire melancólico y en sus ojos también puedo verlo. Acaricia la cabeza de Anuar, distraído.
—Ya pasamos tiempo juntos en el palacio.
—No es lo mismo hacer guardias que pasar tiempo juntos, Hedeom. Ahora estás siempre con él en tus ratos libres. —Sé que se refiere a Mikael—. Te echo de menos…
Así que a eso se refiere. Es cierto que estos últimos meses suelo estar mucho tiempo con Mikael en mis descansos. A Edek solo lo veo cuando trabajamos o cuando vamos a nuestra habitación para dormir. No me he dado cuenta hasta ahora de que nos hemos visto muy poco durante este tiempo.
—Lo siento, Edek. —Le doy un suave golpe en el hombro para animarlo—. Intentaré pasar mas tiempo contigo cuando volvamos, te lo prometo.
—Me parece bien. Y si no pienso arrastrarte yo mismo lejos de ese egocéntrico.
No puedo evitar reírme por su comentario. Él también se ríe y me da un suave empujón.
—Con que huyendo del trabajo —dice una voz a nuestras espaldas—. ¿Qué deberíamos hacer, alteza?
Ambos nos quedamos congelados en el sitio sin saber qué hacer o decir.
—Creo que deberíamos encerrarlos todo el verano.
Cuando nos giramos, el príncipe y Faizah nos miran desde arriba con una sonrisa. Obviamente no lo dicen en serio, o eso espero. No podría aguantar a Edek quejándose por estar encerrado durante todo el verano.
—Solo nos tomábamos un respiro, alteza —dice Edek poniéndose en pie. Él también sonríe.
—Está bien, no debéis preocuparos. Aquí no está ni mi padre ni Mikael, podéis descansar si queréis. Siempre ha sido así aquí, mi madre no solía hacer trabajar demasiado a nuestros sirvientes aquí.
—¡Eso es genial! —dice Edek, parece que él también tiene mucha confianza con el príncipe. ¿Tanto me he perdido de su día a día?
—Íbamos al lago a refrescarnos, ¿os gustaría venir?
—Por supuesto, alteza —digo con una sonrisa.
—¡Sí! Será genial pasar tiempo con Faizah…
Mi amigo le lanza una mirada a nuestra compañera pero ella pone una mueca de desagrado.
—Lo siento, compañero. No me van los hombres.
Con esa última frase se aleja hacia el lago. El príncipe la sigue, riéndose del rechazo que acaba de sufrir Edek. Él me mira buscando consuelo pero yo solo me encojo de hombros y voy junto a ellos. Escucho sus pasos tras de mí. Pobre.