El característico olor de la biblioteca, antigüedad y polvo, se cuela con brusquedad en mis fosas nasales. Inspiro y me deleito por el inusual aroma de la antigua madera y de los gastados libros.
Los candelabros, que una vez destellaron con luminosidad, ahora titilan con timidez, como si el paso del tiempo hubiese mermado su esplendor.
Entre las sombras de la vasta biblioteca, la penumbra acaricia las tapas de los libros, revelando sus relieves gastados. El crujir del suelo de madera impregnado de historia, acompaña cada uno de mis pasos mientras navego por los pasillos de sabiduría silenciosa.
Mi dolor de cabeza ha remitido y he decidido encontrarme con la paz que emana este lugar, en soledad.
En cada rincón, la nostalgia parece entrelazarse con el aroma ancestral, creando un ambiente que invita a perderse entre las páginas de los tomos que aguardan pacientemente a ser descubiertos ¿Qué pueden esconder, tal vez más cartas de amor?
Mis pensamientos son una amalgama confusa de emociones. La falta de respuesta y la sensación de ser excluida una vez más, me carcome por dentro.
Me acerco a la chimenea, el crepitar del fuego se mezcla con mis suspiros internos.
Me detengo.
El tío Heinz, encorvado, atiza las llamas con un aire de concentración. La luz titilante de las llamas danza en su rostro surcado por los años. Viste una camisa de mangas largas, remangada con desenfado, y unos tirantes que sostienen la historia que lleva consigo ¿Qué hace aquí?
Me armo de valor.
-Tío Heinz.- Mi voz es temblorosa, mas decidida, rompe el silencio.- Necesitamos hablar.
Su rostro se vuelve hacia mí.
-Catherine, no es el momento.- Se percata del golpe en mi frente, parece sorprendido.- ¿Qué ha ocurrido?
Me permito guardar silencio.
La impotencia me oprime el pecho nuevamente, ansío las respuestas.
-No puedo seguir huyendo.- Mis palabras resuenan con una urgencia que él no parece dispuesto a entender.
Mis ojos vislumbran lo que parece ser una tabla de madera, con letras dibujadas, una ouija. La sorpresa se mezcla con la indignación.
-¿Vas a…?- Una mezcla de rabia y de desesperación se forma en lo más profundo de mi ser.
-No lo quiero en el hotel. Ya he tomado la decisión.- Interrumpe con tono severo.- Es mejor no indagar más, ya ha causado muchas pérdidas y me niego a que vuelva a ser así.
La llama de la chimenea parpadea como un eco de mi frustración. Siento que las respuestas se deslizan entre mis dedos, que mi familia me niega el acceso a conocer la verdad. Mis ojos, se enrojecen de inmediato por las lágrimas contenidas, buscando desesperadamente comprender.
-Quiero entenderlo.- Me permito tomar aire.- La oscuridad me acecha, quiere hacerme perder la cordura y yo…- Un sollozo me impide continuar por un momento.- Yo no sé cómo combatirlo.
El tío Heinz aparta la mirada, mas su silencio resuena más alto que cualquier otra palabra. La tensión entre nosotros vuelve a ser palpable y el fuego parece reflejar la furia que bulle con fuerza en mi interior.
-La contusión de mi frente, me dí un golpe.- Mi visión empieza a ser borrosa.- Había algo allí. Algo que sobrepasaba lo sobrenatural ¿Cómo puedo protegerme de ello? Muestramelo, por favor.
La frustración se convierte en un torrente de lágrimas contenidas. Siento como el mundo que me rodea comienza a desmoronarse, que las barreras que mi familia levanta, me dejan a merced de los peligros y la oscuridad.
-Quiero entender, quiero…-Mis palabras se ahogan entre sollozos.
Con un gesto decidido, el tío Heinz arroja con rabia la tabla de ouija al fuego. El crujir de la madera consumiéndose resuena como un eco en mis propias lágrimas.
-¡No!- La rabia se hace ver en mi voz.
-No hay respuestas ahí.- Sus palabras suenan en el aire como un lamento, como si cada secreto pesase sobre sus hombros.- Proteger a los que amamos, implica tomar decisiones difíciles. Mi deber es resguardarte de las sombras que podrían consumirte.
Las lágrimas se deslizan por mis mejillas, ahora pálidas. La sensación de estar atrapada en un laberinto sin salida se hace cada vez más palpable.
-Odio que toméis decisiones por mí, odio que me mantengas sola entre todo esto.- Limpio mi rostro con mi mano, temblorosa.- Buscas protegerme de lo que ya está presente y no lo comprendo ¿De qué tengo que cuidarme, de los bailes, de los entes? ¿Qué pueden hacerme?
A pesar de su semblante severo, muestra una sombra de dolor en sus ojos. Ambos somos prisioneros de nuestras circunstancias, atrapados entre la necesidad de proteger y el deseo de comprender.
-¿Qué ocurrió para negarme conocer los secretos?- Suspiro.
Mis palabras resuenan en el silencio y en ese instante, el vínculo entre nosotros se desgarra como la tabla de la ouija en el fuego, dejándome sola con mis preguntas no respondidas y la incertidumbre que se cierne sobre mi destino.
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Editado: 04.12.2024