Una Ultima Cena

Segundo Acto

Segundo Acto

 

Capítulo 6

                                                                  

-Desde hoy empieza el sufrimiento, ¿verdad? –me dije a mi mismo-.

Acaba de levantarme. ¿Quién lo diría? Las vacaciones se fueron más rápido de lo que esperaba, con Dioritte las cosas eran complicadas, era divertido hacer todo tipo de cosas con ella. ¿Cuánto había pasado desde su última novia? Pero era raro, ya conocía su naturaleza. ¿Cuánto pasaría hasta que decidiera que él era el siguiente en la lista? Después de haberse bebido mi sangre ha estado saliendo todos las noches a seguir con su “trabajo”. Debería preguntarle al respecto, aunque tal vez sea como siempre y se cierre al respecto.

-Amer, ¿ya te despertaste? –dijo Dioritte, eso sí que era inesperado considerando la hora-.

-Sí, de hecho me estoy cambiando –o eso intento-.    

-Te espero abajo, te hice el desayuno.

Desde hace ya un tiempo Dioritte ha estado poniendo un alto a nuestra “relación”, al parecer no quiere seguir con esto. Tendré que buscar la forma de que vuelva a querer estar conmigo de esa forma, aunque ya no es tan aislada como antes. Después de estar jugando a “salgo de la cama o no” me vestí y salí del cuarto. Era el primer día de universidad y tengo bastante camino por delante, ya que no queda precisamente cerca que digamos.

Baje las escaleras y efectivamente encontré el desayuno; unas tostadas con mermelada y mantequilla, servidas con un vaso de leche. Solo había un plato por lo que supuse que Dioritte no iba a comer.

-Al parecer no te esforzaste mucho haciendo el desayuno, eh

-¿De qué hablas? ¿Esto no es un desayuno típico francés? –dijo Dioritte confundida-. Estoy segura de haberlo leído en alguna página web.

-Pues… Supongo que sí es lo que los franceses suelen desayunar, pero solo soy francés de un lado de mi familia, supongo que se debe a eso. Prefiero algo más pesado para desayunar.

-¿Algo más pesado? ¿Cómo qué?

- ¿Huevos quizás?

-Lo tendré a consideración para la próxima vez, aun así no deberías de estarte quejando. ¿Te preparo el desayuno y te quejas?

-¿Acaso te pedí que me hicieras de desayunar? –dije sentándome en la enorme mesa-

-¿Sabes qué? Olvídalo es la última vez que te hago algo de comer. La última vez también salió mal.

-Ya que sacaste el tema, tengo algunas preguntas que hacerte. Empezando de por qué no respondiste ayer que te llame por la noche.

-Oh vaya, mira que tarde es. Agarra tu tostada y lárgate por favor.

A juzgar por su cara no parecía algo que pudiera contradecir. Así que hice lo que me ordeno, agarre la tostada y salí. Dioritte parece más distante de lo habitual, ni siquiera abrió la puerta para despertarme como antes. Supongo que va siendo hora de acabar con esto.

Lo primero que pensé fue en llamar a un Uber, pero ¡rayos! ¿Hace cuánto no salía a un lugar tan lejos? Si voy en un Uber no llegare a tiempo. Tendré que ir en metro. Mi vida todas las vacaciones se basaban en jugar videojuegos todo el día, y en la noche esperar a que Dioritte se levantara para pasármela con ella hasta ya muy entrada la noche. Llevo mucho tiempo sin apreciar en buena medida las calles parisinas. Con sus grandes secciones de edificios, sus estrechas calles de un solo carril en su mayoría, el verde es abundante, los bosques sobran. ¿Por qué no salía más a menudo?  Desde que se mudó mi madre no he tenido estos pensamientos, supongo que traer a Dioritte si fue un cambio después de todo.

Por fin llegue a la estación de metro, no venía aquí desde ya hace un buen tiempo. El metro es bastante concurrido, e incluso es la manera más rápida de moverte por todo Paris, pero según recuerdo me he subido 1 o 2 veces en mi vida y no recuerdo bien para qué. Con la universidad tan lejos supongo que tendré que acostumbrarme a usarlo si quiero llegar apunto a mis clases. Baje las escaleras y llegue al andén del metro. Al ser relativamente temprano (me había entretenido más de lo que debía viendo las calles) estaba abarrotado de gente, supongo que tocara ir apretado en el vagón.

Entre toda la gente ocupada pasando, moviéndose, hablando, lo vi. En un esquina, asustado, un pequeño gato negro. Casi por instinto me encamine a su dirección, el vagón de metro estaba por irse pero no dejaría a aquella criatura a su suerte. Llegue hacia él, su última mascota fue un pájaro no recuerdo hace cuento tiempo. Lo agarre, temblaba, pero me vio a los ojos, sus ojos eran verdes, y al contrario de lo que indicaba su temblar podía ver fiereza en ellos.



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En el texto hay: vampiros, juvenil, romance

Editado: 11.02.2019

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