Después de unos segundos, noté los labios de Vlad sobre los míos, y cuando terminamos de besarnos vi que tres extraños a parecieron de la nada. Comencé a ponerme muy nerviosa nunca en la vida había visto semejante cosa, eran humanos con alas.
Quería correr, pero no podía mis pies parecían estar pegados al suelo, sentí que mi corazón iba a estallar y comencé a hiperventilar por el miedo que tenía. Cuanto peor me sentía yo más se acercan ellos a mí, esos seres me estaban tocando, besando y acariciando mi cabeza, no entendía nada, intentaba hablar, pero las palabras se me atascaban en la garganta.
—Hija... Win... ¿te sientes bien? —es lo último que escuché decir a ese hombre, antes de que me diese un mareo.
A los pocos minutos me encontré acostada en la cama, y un doctor me estaba revisando, al parecer estaba todo bien, lo único que tenía es un poco bajo el ritmo cardiaco. Solo estamos el doctor, Vlad, y yo en este cuarto.
Al parecer el doctor dijo que ese malestar era consecuencia de los nervios por la boda, y le dio a Vlad las recetas de unas medicinas.
Al día siguiente me desperté, miré la hora y eran las nueve de la mañana. Yo quería salir de la cama, pero Vlad no me dejaba, me abrazó y me dijo que era hora de dormir. Después de una hora conseguí salirme de ella a hurtadillas.
Al ver que estaba todo tan oscuro y que no podía buscar algo de ropa porque no veía nada, para no molestar a mi novio corrí la cortina y dejé que entrasen algunos rayitos de sol.
—¿Se puede saber que estás haciendo? —gritó Vlad, cuando sintió que su pierna se estaba quemando, a causa de los rayos del sol.
—Yo solo pretendía levantarme, e irme a trabajar a mi empresa.
—Tú ya no tienes que trabajar, lo mejor es que vendas esa estupidez de laboratorio que tienes —espetó muy molesto sin dejar de gritar, mientras cerraba la cortina del cuarto y dejaba que la oscuridad reinase de nuevo en el cuarto.
Tras su cabreo y sus voces volví de nuevo a la cama, aunque no me podía dormir de nuevo. Después de un rato Vlad seguía dormido, yo ya no soportaba más tiempo quedarme ahí parada sin hacer nada, y me salí del cuarto.
Dos de los seres de anoche, me escuchan caminar por el pasillo del castillo, abre su cuarto y se acerca a mí.
—Win, ¿te encuentras bien? —me preguntó una chica de mi altura, mientras que el chico olfateaba mi cuerpo.
Me quedé callada y quieta, el miedo se apodero de mí, pero después de unos segundos terminé por preguntar:
—¿Cómo sabes mi nombre?
—Vale. Sé que me tienes mucha tirria, pero desde que hemos llegado estás muy rara —me respondió, cogiéndome la barbilla entre su mano.
—Win, ¿por qué no nos cuentas que te pasa? —Inquirió el chico que había frente a mí, mirándome a los ojos.
—No sé quiénes sois y me dais miedo —espeté retirando mi barbilla de sus manos.
—Estúpida yo soy tu hermana y este es tu cuñado. Deja ya la coña porque no tiene gracia —me reclamó la chica.
—Ashly, mira sus ojos, son diferentes. Lo mejor será que llames a tus padres.
Después de una exhausta revisión entre esos cuatro seres, llamaron a Vlad y al Conde Belfort. Al parecer después de ver mi desmejora las personas que dicen ser mis padres quieren que regrese con ellos a su casa.
—De eso nada, me niego a que regrese a su castillo —espetó Vlad, cruzando los brazos en su pecho.
—Chiquillo, me da lo mismo lo que pienses porque mi hija se viene con nosotros, ella no es de tu propiedad —respondió el señor que decía ser mi padre.
Para Vlad no era una buena idea, y en cierto modo lo comprendía porque al fin y al cabo él era mi novio.
Y antes de que le diese tiempo a Vlad de decir nada más, mi padre corre hacia él y se transformó en vampiro dejando sacar sus colmillos y alas a la vista de todos. Yo comencé a temblar, entre Ashly y Raúl me colocaron por detrás de ellos, y se transformaron también.
Cuando Elizabeth me tenía sujeta por los hombros, ellos dos se colocaron cada uno al lado de mi padre.
Al parecer el ambiente se estaba tensando demasiado, y como no se relajaran un poco las cosas, entrarían en una especie de pelea entre vampiros, Vlad empujó a mi padre por los hombros y Ashly se tiró sobre Vlad de un salto para que no atacase a mi padre. Me quedé sorprendida con la reyerta, al principio solo miré en silencio, hasta que llegó el Conde Belfort y le paró los pies a su hijo.
—Ya está bien, ellos son su familia tienen derecho a llevarla a su casa —le reclamó sujetándole por el brazo para que parase de quejarse.
—Pero padre, ellos...
—Ellos nada, tienen todo el derecho del mundo, por muy enamorado que estés de ella no puedes retenerla para siempre. —Le interrumpió, sin dejarle que terminase de hablar.
Cuando las cosas se calmaron todos volvieron a su forma humana, mi padre me cogió por la mano y tiró de mí hasta que llegamos a la puerta y salimos a la calle.
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Editado: 19.06.2024