El momento se volvió tenso cuando mi padre y Raúl colocaron a Esteben sobre la cama, tratando de obtener una mejor visión de la herida que parecía bastante preocupante. Me apresuré a buscar alcohol y gasas para limpiarla, consciente de la importancia de desinfectarla correctamente. Justo cuando estaba a punto de comenzar el proceso de curación, mi padre detuvo mis acciones de repente, sosteniendo mi mano con firmeza. Su gesto me hizo detenerme y mirarlo con una mezcla de confusión y preocupación.
—¿Qué haces? Hija con eso no le podemos curar.
La voz de mi padre me sacó de mis pensamientos, y miré hacia abajo para darme cuenta de que aún sostenía el frasco de alcohol y las gasas en mis manos. Mis dedos se aferraban con fuerza a estos objetos, como si estuvieran listos para comenzar el proceso de curación de la herida. Sin embargo, la advertencia de mi padre me hizo detenerme en seco.
—Pero papá, su herida necesita ser desinfectada y tratada —respondí, con un tono de urgencia en mi voz.
—Lo sé, pero nosotros somos seres sobrenaturales, necesitamos otro tipo de curaciones, con eso que tienes entre las manos no se puede hacer nada.
Al principio no entendí muy bien lo que quería decir, pero cuando recordé que mi prometido y mi familia eran vampiros y que hacía solo unos minutos acababa de defender mi vida un hombre lobo, lo único que se me ocurrió decir fue:
—Pero yo soy humana, no sé cómo se curan estas heridas.
Las miradas de toda mi familia se echaron sobre mí. Mi padre era el que más extrañado me miraba, no sabía que les pasaba a todos conmigo, ni siquiera sabía qué hacía una humana como yo entre seres sobrenaturales de esta índole.
—¿Hija estás bien?, no ves que es un hombre lobo —comentó mi padre volviendo revisar la herida de Esteben.
—Tú no eres humana, eres una mujer lobo —espetó Esteben desde la cama, sujetando la mano de Valerius para que no le enredase más en la herida.
—Yo soy humana, Vlad me lo dijo. Él me mostró siempre la verdad —respondí antes de quedarme pensativa, y recordar por todo ese control que Vlad me impuso desde que llegamos al castillo de los Belfort.
Ashly comenzó a dar vueltas a mi alrededor, y mi madre no dejaba de mirarme, ellas se acercaron a mí; mientras que Valerius y Raúl curaban a Esteben con un ungüento. Al parecer era un ungüento natural, que le realice yo después de analizar una muestra que me quedó hace seiscientos años, de un doctor que tuvo que curar una herida en mi cuello que me hizo Vlad.
Entre mi familia y Esteben me comentaron toda la rivalidad que había existido entre los hombres lobos y vampiros durante millones de años. Cunado terminaron con eso, mi padre me explicó por qué me volví la novia de Vlad y su prometida. Al parecer estaba cansado de verme en soledad durante todos esos años y él pensó que intentar que yo me casara con Vlad sería lo mejor.
No me debió de parecer tan mala idea cuando al parecer dije que sí, pero lo cierto es que casi no me acordaba de nada en aquellos momentos. Me quedé pensativa mientras que le terminaban de realizar la cura, hasta que me acerqué a un espejo para buscar la cicatriz de mi cuello y vi que no me reflejaba en él para nada.
Entonces un flas back se me vino a la mente, recordé que discutí con Vlad un día por ese mismo tema. Mi imagen no se podía ver en ese espejo, pero... ¿Por qué? ¿Qué me estaba pasando? ¿Por qué no sabía quién era yo? ¿Por qué no recordaba a quienes decían ser mi familia?
Al parecer era una loba de millones de años, entre mi hermana y mi madre me estaban poniendo al día, pero seguía sin recordar nada, aquello para mí estaba siendo muy difícil, tanto que me comencé a agobiar cada vez más. Cada una de sus palabras se entrecruzaban en mis pensamientos, ni siquiera sabía cómo iba a poder afrontar todo aquello.
Cuando Raúl y mi padre terminaron de curar a Esteben, se acercó a mí y me abrazó con fuerza. A pesar de no saber de quien se trataba con claridad yo me aferré a él, ya que al parecer los dos éramos de la misma raza, aunque yo no sabía quien era. Quizás fuese por eso que cada vez que él andaba cerca de mí mi cuerpo se descontrolaba.
—Hola mi lobita —susurró muy cerca de mi oído—. Te extrañé mucho todos estos días —afirmó entristecido, mientras que secaba esas lágrimas que no dejaban de correr por mis mejillas.
Por la expresión de su rostro parecía que estuvimos mucho tiempo separados el uno del otro, mientras intentaba recordar quien era, no pude evitarlo y sentí un escalofrió en mi cuerpo, porque imágenes difusas de Vlad se iban colando en mi mente. Fue muy difícil para mí tener que recordar en ese momento que hacía muy poco tiempo, me revolqué con Vlad en su cama. Miré al suelo y le vi ahí muerto, con la cara casi sumergida en un charco de su propia sangre.
Al no poder recordar mucho más de todo lo que había pasado con él, cogí la cara de Esteben entre mis manos y dije:
—Lo siento, pero no sé por qué mi cuerpo se pega al tuyo, y ni siquiera sé quién eres —respondí separándole de mí, para ir al lado de ese vampiro con alas, de ese hombre que hacía apenas unos minutos me estaba pegando.
De rodillas en el suelo a su lado pasé mi mano y acaricié su cabello rubio, sin dejar de observar la mirada de tristeza que se reflejaba en aquel hombre lobo, con el que me había estado besando con fervor antes de que llegase el Vlad.
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Editado: 19.06.2024