Febrero 2, 2019.
9:22am.
Anduve recordando nuestro recorrido y me desmoroné. Creí que sería mejor pensar en lo que fuimos para llenar el vacío que dejaste pero me estoy agrietando. Debo de aceptar ciertas cosas que, te lo juro, han sido lo más difícil que he tenido que afrontar. Jamás creí que me encontraría en este lugar, rodeada de gente que nunca sabrá porqué cojones estoy llorando. Es oficial, me he roto en frente de todos, como una niña pequeña. Lo siento, no pude contenerme.
Debo asimilar que todo cambió, que tú no estás y no volverás. Jamás te perdonaré que me hayas hecho diferente y que luego te marcharas, como si mi existencia en tu vida significara tan poco para resumirla en unas pocas palabras rebuscadas en las esquinas de tu memoria. Ni siquiera fui lo suficientemente buena para una despedida digna de mí. Yo te pensaba como el centro de la galaxia, para ti solo fui una estrella más y dejaste que me apagara.
Ayer me acordé de todas las veces que me hiciste sonreír. Joder, ¿cómo es que lo haces? ¿Cómo es qué me rompes y aun así no puedo hablar mal ti? ¿Cómo es qué te vas y aún puedo sentir tus manos acariciar mi tez sin ropas? ¿Dónde quedaron los días en que me ahogaba en excitación a tu lado? ¿Por qué ahora tengo que ahogarme sola en melancolía? ¿Por qué nada es como antes?
Ahora solo me quedan los días en que me hacías bailar aunque no tuviera idea de cómo. Quisiera decir que lo extraño pero no es cierto porque sé que pueden haber mejores momentos. Nos extraño a nosotros, a lo lindo que podía ser todo solo porque tú y yo estábamos allí.
Cambiaste todas mis reglas y luego rompiste cada una de ellas. Te llevaste todo lo que me gustaba de mí y todas las cosas que solo yo podía ver en ti. Se desvanecieron todas las cosas que me hacían quererte y ahora solo queda el coraje que me da no poder decirte que eres un cobarde. No es la primera vez que te vas pero quiero que esta vez te asegures de no volver.
—adiós, solecito.