Una vida en su interior

CAPITULO 1: Siente en secreto

Peish…Peish Hedley Sey era tan…suave, tan delicada.

El cuerpo del animal se movió en sincronía a la respiración de la muchacha, movió las patas delanteras debajo de su cabeza, quiso abrir los ojos, pero el sueño lo estaba dominando, sintió la respiración de Peish bajo él, que dormía plácidamente, tenía el rostro de un ángel al dormir, al hablar, al cantar, al bailar, ella era un completo ángel ante sus ojos color verde esmeralda, era…una reina, su reina, su dueña, su humana. Sintió el cuerpo frio de Peish agitarse, los brazos frios y pálidos se envolvieron alrededor suyo, acariciándolo, sintió su estómago revolearse, comenzó a ronronear.

-Breiser, despierta...- susurró la delicada voz de Peish, el minino se levantó de un salto, tambaleándose por las costillas sobresalidas, se puso recto, y la miró fijamente, estaba recostada, sus cabellos amarillos estaban regados sobre la tela esponjosa de un bulto que a simple vista parecía ser muy suave, “almohada”, recordó el nombre, así le decía Peish, así escuchó el cada vez que ella le pedía que no durmiera sobre su…”almohada”; esos ojos azules, abiertos en par, observándolo fijamente, eran bellísimos, esa extraña piel clara…casi blanca, y esas líneas delgadas de color blanco bajo su…”nariz”…recordó nuevamente el animal. Peish se inclinó sólo un poco, apoyándose en el brazo derecho, ocasionando que Breiser cayera a su regazo, le tomó un momento reaccionar, estiró el cuerpo tigrillo hacia Peish, obligándola a recostarse nuevamente, ella soltó unas carcajadas, las cantarinas melodías que a Breiser no terminaban de parecerle dulces, tomó al gato en manos, elevándolo como si de un bebé se tratase- Breiser, debemos levantarnos…tienes que comer algo y yo tengo que alistarme, se me hace tarde y ya sabes como es mi hermano de controlador con el tiempo- le recordó, al minino le hizo gracia.- ¿Tienes hambre Breiser?- preguntó ya de pie, con el hocico del animal en su cuello, quien comenzó a lamer en modo de respuesta, causándole cosquillas, ella siguió riendo, tomó la perilla en manos, saliendo de la habitación beige con toques blancos, recorrieron el pasillo, que también era color beige, toda su casa lo era, a su madre le encantaba ese color, le recordaba la paz, los padres de la muchacha seguían dormidos, y Jaxon talvez alistándose.

Bajaron las escaleras a saltitos, Breiser aferró sus filosas garras al hombro de la muchacha, ella soltó un leve quejido de dolor, con la mano derecha le acariciaba el pelaje suave, muy suave, mientras que con la otra se cuidaba de no dejarlo caer. Atravesaron los pasillos sigilosamente, con cuidado de no hacer ruido llegaron a la cocina, Peish se acercó dejándolo en la encimera, al principio no quiso que lo dejara, pero entendió, se sentó comenzando a lamer sus patas peludas. Peish abrió el último cajón de la derecha, y se estiró mucho para lograr alcanzar la caja de galletas de pescado de Breiser, suspiró aliviada al tenerlo entre sus manos y comenzó a vaciarlos en el platillo azul.

Breiser admiró la desnuda espalda de su dueña, las perfectas curvaturas de su cintura, los omóplatos salidos, y las costillas visibles cuando se inclinaba, aunque sea un poco, la piel pálida, blanca, sus largas y delgadas piernas, cubiertas con el debido telar rosa en la parte de las caderas. Breiser no entendía eso, ¿Por qué si Peish era tan perfecta, cubría su cuerpo con esos telares llamados ropa? Al minino le encantaba sentir el frio de su cuerpo.

Peish volteó admirando a su gato, la observaba, y a veces ella tenía la impresión de que la observaba enserio, tenía a veces la sensación de que Breiser la…entendía.

Matt se escondió detrás de la pared a la velocidad que su cuerpo le mandó, su pecho subía y bajaba con gran intensidad, tenía las mejillas completamente rojas, muy, muy rojas.

Marcus le había obligado a levantarse más temprano esa semana, la anterior casi habían causado que a Jaxon le dieran ataques cardiacos por la tardanza, y lo había aceptado, después de todo, eran unos minutos más, unos minutos en los cuales podría toparse con Peish, recién levantada, con su pijama color rosa que a Matt le parecía el más sexi del mundo a pesar de tener un conejito en el vientre, o mejor aún… Despertarla.

Pero no se había imaginado que sucedería esto.

Peish Hedley odiaba el calor, o al menos el que dañaba la piel, le daba picazón y ardor por semanas, era verano…y hacía mucho, mucho calor, tanto que la ropa era un total fastidio a la hora de acostarse, había días en los que soportaba una camiseta, pero nada más, días en los que dormía sólo en ropa interior.

Para buena y mala suerte de Matt ese era uno de esos días.

Marcus esperaba paciente en uno de los sofás jugueteando con los auriculares, Matt tenía mucha sed para cuando llegó, el sol si que rabiaba. Se dirigió a la cocina sin pensar, o detenerse al menos, en las fotografías de todos ellos enmarcadas en las paredes, ese día, le ocurriría algo más emocionante.




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