Una Vida Sobrenatural

Epílogo

 

Los párpados de Emma se abrieron en busca de claridad, más todo lo que sus ojos pudieron adivinar fueron sombras en la penumbra. 

Sin embargo, y a pesar de la oscuridad que le rodeaba, reconoció el lugar de inmediato. Volvía a estar tendida sobre la cama donde había dejado escapar su último aliento.

Con fuerzas renovadas, se incorporó enérgicamente. Hacía mucho tiempo que no se sentía tan bien. En un gesto mecánico buscó a tientas la lamparilla en su mesita de noche, pero esta no se encontraba allí, así que en su lugar, decidió levantarse sin poder evitar tropezar por el camino con la luz hecha añicos en el suelo. 

Emma maldijo por lo bajo antes de recuperar el equilibrio.

Siguiendo la leve claridad que se colaba por la rendija de la puerta cerrada, encaminó sus pasos en su dirección para salir al encuentro de los hermanos.

—¡Sam! ¡Dean! —exclamaba con agitación, mientras iba descartando habitación por habitación.

El búnker parecía estar vacío y se preguntó dónde demonios podían estar. Comprobó que el Impala estuviera en el garaje y se tranquilizó al verlo aparcado allí. Dean no debía andar muy lejos de su bebé.

Emma siguió deambulando por el refugio hasta que el olor a alcohol impregnó su olfato. La biblioteca tenía un aspecto horrible, varias botellas de whiskey se encontraban esparcidas sobre la gran mesa de madera, muchas de las sillas se encontraban tiradas por el suelo, y algunas lámparas habían corrido la misma suerte que la de su habitación.

Un suspiro escapó de sus labios ante aquella visión. Entonces la realidad le golpeó. No sabía cuánto tiempo había estado ausente. No sabía cuánto tiempo había pasado en el Limbo. Acercándose a la mesa, vio uno de los móviles de los chicos sobre esta y lo cogió para comprobar la fecha. Habían pasado tres días.

Con paso acelerado subió las escaleras que llevaban fuera del búnker. Era el último sitio que le quedaba por comprobar. La puerta de hierro se abrió chirriando ligeramente dándole paso al exterior. Y ahí estaban, a unos metros de ella, las dos personas que había decidido mantener en su vida.

Dean y Sam se encontraban algo alejados preparando lo que parecía ser su entierro. De espaldas a ella, e ignorando su presencia, los hermanos apilaban trozos de madera para formar una hoguera.

—¡Espero que esa pira no sea para mí!  —exclamó Emma, al mismo tiempo que se acercaba—. ¡Porqué estoy de vuelta!

Ambos hermanos se quedaron de piedra al escuchar la familiar voz de la chica tras ellos. Sam fue el primero en girarse, Emma se encontraba a escasos pasos de él sonriendo ampliamente.

—Em. —fue todo lo que escapó de los labios del cazador. Aquello debía ser un espejismo, una broma macabra provocada por su mente.

—Estoy aquí, Sam. —dijo rompiendo la distancia y abrazándose a él—. Estoy aquí.

Los brazos del menor de los Winchester la estrecharon fuertemente. 

Si Sam había tenido alguna duda, respecto a si aquello era real o no, ésta acababa de disiparse al sentir el contacto del pequeño cuerpo de la chica contra el suyo.

—Emma. —repitió, esta vez sonriendo—. ¿Cómo?

—Es una larga historia que te contaré si antes no me desmontas... —rió ella, ante la presión de los brazos de Sam.

—Lo siento. —se disculpó liberándola del achuchón—. No puedo creérmelo. 

El mayor de los Winchester, que se había mantenido al margen hasta entonces, reaccionó.

—Claro que no. —dijo sacando una navaja de plata de su chaqueta—. Es demasiado bueno para ser cierto.

Dean se acercó a Emma en un rápido movimiento. Antes de que ella pudiese defenderse, el cazador le sostuvo por la muñeca y hundió la hoja en su palma provocando que un leve hilo de sangre brotará de su piel.

—¿Era necesario? Siempre me recibís igual. -se quejó la castaña, llevándose la mano a sus labios.

La grata sorpresa en el rostro de Dean no se hizo esperar al ver que Emma no había reaccionado a la plata.

—Lo siento, enana. —se disculpó el aludido, para después abrazarla—. Tenía que comprobarlo.

—¿Cómo es posible? —volvió a preguntar Sam ladeando su cabeza—. Cas no pudo hacer nada...

—Pero Dios sí. 

Emma se separó de Dean y dirigió su mirada al más alto. Fijándose, por primera vez, en lo enrojecidos que tenía los ojos Sam. La chica no pudo evitar preguntarse cuanto llevaría sin dormir. Entonces reparó su atención en Dean, el mayor de los hermanos tampoco tenía mejor cara.

—Tenéis un aspecto horrible... —bromeó Emma, antes de contarles con todo lujo de detalles lo que había experimentado en el Limbo.

—¡Menudo hijo de puta! —gritó Dean, al enterarse de la verdadera identidad de Chuck—. ¿Ese pequeño bastardo ha sido Dios durante todo este tiempo? Voy a matarlo. Te juro que voy a meterle cada uno de sus estúpido libros por el culo y...



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En el texto hay: sobrenatural

Editado: 17.04.2018

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