Cierro ese libro tan absurdo después de asegurarme de que Alice está completamente dormida. Una historia así es tan estúpida que me ha dado sueño de solo leerla.
¿Por qué morir por amor?, eso es una estupidez.
Salgo de la habitación de mi hermana y me dirijo a la salida de la mansión. Ahí tomo mi auto para salir de los grandes muros de nuestra fortaleza. Frederic, mi padre, me ha encargado la entrega de las nuevas armas exportadas de Polonia. No me apetece mucho encargarme de esos idiotas, pero debo ir al ser la única capacitada.
A las afueras de Moscú, en un almacén abandonado, detengo el auto siendo recibida por Vasco, el hombre de confianza de mi padre, aunque no el mío. Es un señor de unos cuarenta años, castaño de ojos verdes, tan oscuros como los de una serpiente traicionera. No sé porque, pero no me parece de fiar.
— Maya...— me sonríe al recibirme. Paso de su intento de buen recibimiento y avanzo hacia el, donde están los polacos.
— Dimitri...— me acerco al jefe, un hombre joven, demasiado para ser el dueño de toda Polonia. Hijo único de un mafioso que acabó muerto en una persecución policial. Una muerte nefasta y deplorable, un final muy insignificante para alguien que vivió más vidas que un gato.
Dimitri Leroux es un descendiente francés, adoptado por uno de los mafiosos más grandes que existió en Polonia. Él no es un desconocido para mí, vos nos movemos en el mismo ambiente, coincidimos en entregas, fiestas exclusivas y reuniones. Aún con eso, no es de mi agrado, en realidad nadie lo es. La gente solo sirve para traicionar, es lo que mejor se les da.
— Maya...— sonríe mostrando sus dientes perfectos. Su atractivo no es más que apariencia, por lo general no es nada caballeroso. — Tan puntual como siempre...— comenta dando una calada a su cigarro a medio terminar.
— Ya sabes cómo va, el dinero y las armas, rápido y sencillo...— digo en frío. Mi rostro nunca muestra expresiones, siempre tengo la misma cara, un rostro que cada uno interpreta a su manera.
Retiro mis manos de los bolsillos de mi chaqueta de cuero y le hago una señal a mis hombres para que traigan las bolsas de dinero. Hugo y Thomas se acercan cargando dos bolsas cada uno. Así mismo los hombres de Dimitri se acercan con las armas y se realiza una verificación cuidadosa, pero rápida.
— Bien...— cierro las bolsas y se las llevan a mi auto.
— ¿Qué tal si lo celebramos, Maya?... Tú, yo y una botella de champán...— ofrece en uno de sus muchos intentos por conquistarme. Ya me cansa.
— Serías el último hombre con el que me dejaría llevar, tienes mucha mierda acumulada...— le digo y me doy la vuelta para irme.
— Lástima... Pudimos ser una buena pareja...— escucho el ruido de una puerta abrirse. — Pero, no pudo ser...
Finalizando la frase se escucha el primer disparo. Rápidamente agarro mis Glock 17 y me pongo cubro con uno de los autos. Los disparos no cesan, veo a Dimitri subiese a su Ferrari y salir disparado de aquí. Gran parte de mis hombres están muertos, otros heridos y los disparos siguen llegando de manera invisible.
— ¡Maya!....— me grita Vasco desde un punto seguro. — ¡Al auto...! — señala su camioneta negra.
La distancia que hay entre dónde estoy y la camioneta no es mucha, pero sí peligrosa. Si algo he aprendido de mi día a día es que los riesgos siempre son la única salida. Y debo salir de aquí para matar a quien me haya vendido, empezando con Dimitri, huyó demasiado fácil para no tener noción del plan.
— ¡Rápido!...— vuelve a gritar Vasco. Luces azules y rojas se iluminan en la oscuridad, está llegando la policía.
— Joder...— salgo de mi escondite y disparo por doquier mientras avanzo de espaldas hacia la salida.
Teniendo en cuenta el riesgo a estar expuesta, la primera bala que atraviesa mi costado es apaciguada por la adrenalina. Sigo avanzando y recibo dos más, hombro y pierna, obligándome a soltar una de las ramas.
— ¡Vamos...! — sigue gritando.
Le alcanzo en su punto seguro y me sostiene para avanzar hacia el auto. La libertad y salvación se ve tan cerca, pero las cosas solo empeoran con nuestro intento de salí de ahí.
A solo tres pasos ya del auto, una bala atraviesa la frente de Vasco, el hombre cae al suelo, echándome en el proceso. Rápidamente trato de levantarme, pero comienzo a ver cómo los agentes de policía salen de sus escondrijos y se forman a mi alrededor apuntando a matar.
— ¡Malditos!...— grito acercándome al auto.
— ¡No se mueva, Maya!...— escucho la voz de Arthur, uno de mis escoltas y el ahora responsable de mi derrota. Es un puto policía, yo casi confío en él y es un policía.
— Tú...— elevo mi arma en dirección a Arthur y recibo un disparo en pecho. Siento la bala atravesar mi cuerpo para incrustarse.
Mi cuerpo pierde fuerzas, Pero antes de pagarme, utilizo mi último aliento para llevarme conmigo al imbécil que se atrevió a venderme. Un último disparo directo a su cabeza le obliga a desplomarse conmigo.Una muerte satisfactoria, aunque precipitada.