Cuando estás entretenido el tiempo vuela. Hacía más de un mes desde que me mudé a casa de mi padre, y la verdad es que había estado muy ocupado. En las mañanas estudiaba, por las tardes iba a entrenar en la base, y de noche, me quedaba dormido con suma rapidez. Había mejorado bastante en mi entrenamiento general, y ahora tenía mucho mejor dominio de mis poderes, en especial de la telepatía y la pirokinesis.
En cuanto a mi familia, no hubo tantos problemas como esperaba en un principio. Mejoré muchísimo la relación con mi hermana, e incluso parecería que nos conocemos de toda la vida. Mi padre se había comportado relativamente bien conmigo, pero, aun así, trataba de no pasar tiempo a solas con él. Sin importar nada, nunca podré perdonarle lo que nos hizo a mi madre y a mí nueve años atrás.
Por otro lado, pude conocer a la mujer por la que nos abandonó, y para ser sincero, es una completa zorra. Y no lo digo solo por el hecho de que le tenga rencor por todo lo que indirectamente me causó. Sino porque, aunque mi padre no lo note, le pone los cuernos casi a diario. Ella lo quiere solo por su dinero y todos —incluido él— lo sabemos.
Dos semanas atrás, vendí mi antigua casa, y tal como acordé anteriormente con mi padre, me quedé con todas las ganancias. Las cosas seguían como de costumbre en la secundaria. Albert, Brie y yo estamos juntos todo el tiempo, aunque para ser sincero, desde que Eve se fue, nos volvimos un poco distantes. A pesar de todo, mis calificaciones se mantenían bastante altas.
Larissa siguió a cargo de mi entrenamiento diario, y aunque seguía molesto por lo que había causado su pelea con Eve, la falta de Igmis dispuestos a entrenarme hacía que ella fuera mi única opción para progresar y no me quedara de otra que resignarme.
Por suerte, el Chris malvado estaba totalmente desaparecido, al igual que Igmis. Desde el último incidente, no los había vuelto a ver; y a mi parecer, esa era una señal de que las cosas estaban mejorando. Aun así, me sentía vacío, como si me faltara algo, o mejor dicho, alguien...
—Eve —murmuré con la mirada perdida.
—¿Huh? —Albert me miró extrañado por unos segundos.
—Lo lamento —negué con la cabeza—. Acabo de recordarla.
—No te preocupes, sé que es difícil —suspiró—. Brie tampoco lo supera —colocó su mano en mi hombro—. Si necesitas algo, lo que sea, cuenta conmigo.
—Gracias... —mi teléfono comenzó a sonar—. Un segundo —atendí la llamada.
—Chris, ¿puedes venir? —inquirió la voz de Annabeth al otro lado de la línea.
—¿Qué ocurre? ¿Dónde estás?
—Estoy en casa.
—Voy para allá —indiqué antes de colgar.
Inmediatamente, guardé el teléfono en mi bolsillo derecho, me despedí de Al y salí disparado hacia el estacionamiento. Una vez allí, me subí al Ferrari y conduje a casa lo más rápido que podía. No sabía lo que estaba pasando, pero a juzgar por el tono de Annabeth, no se trataba de nada bueno.
Llegué hasta la enorme reja de la mansión y di varios cornetazos. Finalmente, los guardaespaldas identificaron el auto y me permitieron la entrada. Estacioné el vehículo en el primer puesto que conseguí, me bajé de un salto, y con la mayor rapidez posible, fui hacia la habitación de mi hermana. No obstante, cuando intenté girar el pomo, noté que se encontraba cerrada con llave.
—¿Quién es? —interrogó su voz desde el otro lado de la puerta.
—Chris —respondí a secas. Segundos después, escuché cómo alguien quitaba el cerrojo y abría la puerta. Con cierta preocupación, entré al cuarto y allí vi a mi hermana sentada junto a sus tres amigas. Afortunadamente, ninguna estaba herida.
Paige estaba recostada junto a la puerta observándome, al mismo tiempo que las otras dos chicas hablaban con Annabeth que, por algún motivo que desconocía, tenía los ojos irritados de tanto llorar.
—¿Están todas bien? —pregunté.
—Sí —asintió Test, tranquilizándome—, es solo que...
—Conseguimos a Dean besándose con una zorra —interrumpió Nicole cruzando los brazos—. Aún no puedo creer que haya sido capaz de eso.
Al escuchar esto, suspiré aliviado. Nada del otro mundo. No obstante, antes de que pudiera reclamarle por ese susto innecesario, Annabeth se adelantó.
—También tuve un gran problema con papá —confesó con voz apagada.
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Editado: 07.10.2019