Under My Wings

41-. Rescate improvisado

Los escuché alejarse a lo largo de la calle, hasta que, finalmente, no pude escucharlos más; pero por precaución, esperé un par de minutos para abandonar mi escondite. Después de cerciorarme de que no hubiese nadie a los alrededores, salí de la maleza y caminé hacia la puerta de la casa. Gracias a la conversación que acababa de oír, podía estar seguro de que Joey se encontraba allí dentro. 

Comencé a pensar en alguna manera para forzar la cerradura, y de repente, vino una idea a mi cabeza. Eché otro vistazo al perímetro, y al confirmar que no venía nadie, saqué una pequeña navaja suiza que traía en mi llavero. Me agaché junto al pomo para analizarlo mejor cuando, de repente, la puerta se abrió de par en par. Me reincorporé de un salto, temiendo lo peor, pero en seguida, logré tranquilizarme. Al parecer, aquellos sujetos salieron con tanta prisa que olvidaron cerrar con llave, y aprovechándome de aquel descuido, entré.                                                                                     

Ahora me encontraba en lo que parecía ser la sala, donde las paredes estaban completamente pintadas de blanco, y sobre estas, colgaban varias fotos familiares. En una de ellas, podía apreciarse una mujer muy hermosa, de grandes ojos cafés y cabello negro recogido en un elegante tocado. Vestía con un largo vestido de novia, a la vez que sostenía un gran ramo de flores y sonreía para la cámara.       

Junto a ella, posaban dos hombres vestidos de una manera muy elegante. El de la izquierda era bastante alto, de cabello negro peinado hacia atrás, ojos cafés y rasgos faciales rústicos. Este abrazaba a la mujer por la cintura, y a juzgar por el anillo en su dedo anular, él debía ser el novio. El otro también era alto, bastante fortachón y una pequeña calvicie comenzaba a manifestarse en él.         

A pesar de la antigüedad que seguramente tendría aquella foto, los rostros de aquellos dos sujetos me parecían conocidos, y al fijarme mejor, pude reconocerlos. El de la izquierda era el padre de Eve, y el de la derecha, era el infeliz que había aparecido cuando fui a buscarla al aeropuerto.   

«¿Sigues allí?», preguntó Joey.                 

«Sí, vine a ayudarte. ¿Dónde estás?»       

«Debajo de ti.»                                          

«¿Debajo de mí? ¿A qué te refieres?», pregunté sin obtener ninguna respuesta.  

Observé el suelo en búsqueda de alguna trampilla o escalera que pudiera llevarme hacia él, pero no conseguí nada. Suspiré con pesadez y continué escrutando el lugar con la mirada, hasta que, al fondo, distinguí una desvencijada puerta blanca. Con precaución, la abrí y entré a inspeccionar; solo para ser conducido un lugar tan oscuro, que prácticamente no podía ver nada más allá de mi nariz.         

De inmediato, se activó mi visión desarrollada, y noté que había varios escalones frente a mí. A medida que descendía, se hizo presente un fuerte olor a humedad; y esto, sumado a las mugrientas paredes de color verde oscuro y la sensación de sofoco, hacían que quisiera dar media vuelta e irme de allí lo antes posible.                                                                  

Al bajar el último peldaño, vi que a los pocos metros se erigía otra puerta, bloqueándome el camino. Me aproximé a ella e intenté girar el pomo, pero este no cedió ni un centímetro, obligándome así a utilizar la navaja. Forcejeé con la cerradura por varios segundos, hasta que, al fin, escuché un leve chasquido y supe que había funcionado.                                                  




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