Under My Wings

51-. Jefe

Dos horas antes:

Caminé a través de un extenso pasillo gris mientras observaba a los nuevos ocupantes de las celdas que, a juzgar por sus vestimentas, eran Igmis. También pude oír algunos gritos de dolor, aunque, en cuestión de segundos, el carcelero tomó un bate de metal y golpeó al responsable de aquel escándalo.

—Anderson, el jefe te está esperando —indicó el sujeto, limpiándose una mancha de sangre del rostro. Me limité a asentir y continué mi camino, al mismo tiempo que algunos presos estiraban sus brazos hacia mí clamando por ayuda. Pero lejos de causarme lástima, solo lograron divertirme.

Llegué a la última habitación del corredor, e imaginándome de qué podía tratarse todo esto, dudé por un par de segundos. No obstante, sabía que si huía iban a encontrarme de igual manera; por lo que decidí que lo mejor sería armarme de valor y hacerle frente.

Giré el pomo de la puerta, entré al cuarto, y como de costumbre, este se encontraba en total oscuridad.

—Craig, amigo, te estaba esperando —dijo una voz grave y rasposa desde las tinieblas—. Tenemos mucho que hablar.

Se encendieron un par de luces tenues al fondo de la habitación que apenas me permitían distinguir las facciones rústicas del jefe, y con solo un vistazo, supe que no estaba muy feliz de verme.

—¿Sabes por qué te hice venir? —preguntó, mirándome a los ojos.

—No, señor —negué con la cabeza.

—Qué extraño, después de todo, tú propusiste invadir la base Igmis, y adivina qué: fue un fracaso.

—Señor...

—No hay excusa válida —me interrumpió—. Dijiste que tenías suficiente información como para ganar esa batalla y tuvimos una pérdida casi total. Solo hubo dos sobrevivientes y uno de ellos tiene heridas mortales.

—Teníamos los datos, pero los Igmis estaban preparados para recibir una invasión en cualquier momento y...

—Eso no me basta —gruñó, acercándose a mí—. Tu error nos salió muy caro. Sin contar que tampoco pudiste seguir la orden de capturar a esos dos chicos.

—Señor, Taylor es muy astuto, no es nada fácil encontrarlo.

—¿Y qué hay de la chica? Nuestro informante nos hizo saber que estaba en la base enemiga.

—Escapó —bajé la mirada.

Sentí cómo la mano del jefe apretaba mi cuello con fuerza, y mirándome a los ojos, amenazó:

—No tengo mucha paciencia, Craig; y si no me traes a esa parejita, te quitaré lo que más quieres —dicho esto, me soltó y se encendieron las demás luces.

Lo primero que pude ver fue el rostro inexpresivo del jefe, seguido de dos uniformados arrastrando a un alguien con el rostro cubierto en nuestra dirección.

—¿Quién es ese? —inquirí.

—Vaya que eres un mal padre —le hizo una seña a los sujetos y uno de ellos le descubrió la cara al chico—. ¿Cómo es posible que tu propio padre no te reconozca? —agregó, dirigiéndose a Luke.

Al ver esto, sentí cómo se me hacía un nudo en el estómago, y apreté la mandíbula, a la expectativa de lo pudiera suceder.

—Tú decides, Craig, tu hijo o tu sobrina.

—Está bien —asentí—. Me encargaré de traerlos.

—Sabia decisión —una sonrisa socarrona se plasmó en su rostro—. Suéltenlo.

Inmediatamente, los dos uniformados lanzaron a Luke en mi dirección, y a duras penas, logré evitar que cayera al suelo.

—Ya sabes qué hacer —indicó mi jefe—. Y sí, es una amenaza.

Sin perder tiempo, Luke y yo salimos de la estancia, atravesamos el pasillo, y nos dirigimos hacia el estacionamiento; donde nos esperaba Mel con una expresión preocupada en su rostro.

—¿Qué...? —inquirió.

—Te cuento en el camino, hay que irnos lo antes posible —corté, abriendo la puerta del copiloto. Subimos al vehículo, mientras le informaba lo sucedido, y él se limitó a conducir en silencio, con la vista fija en el horizonte.

Al llegar a casa, mi compañero estacionó frente a la fachada, y en seguida, bajamos para organizarnos.

—Escuchen, esto es de vida o muerte —miré a Luke—. Necesitamos encontrar a tu prima ya.




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