Under My Wings

10-. Volavek

Luego de un pesado día de clases, llego a casa agotado, dejo mi bolso en el sofá y entro a la cocina para merendar algo. Lo primero que consigo es un paquete de galletas de chocolate, y con el estómago rugiendo a más no poder, me doy un festín con ellas. Al terminar, subo a mi cuarto, cierro la puerta y me coloco los audífonos. Me dejo caer de espaldas sobre el colchón, y al levantar la mirada, veo la caja de zapatos que le pertenecía a mi madre. En todo este tiempo no había podido revisarla, pero ahora tenía la oportunidad perfecta.

En seguida, abrí la caja, busqué el sobre de la otra vez y derramé su contenido sobre la cama para poder examinarlo. Luego, tomé uno de los papeles al azar, y por pura curiosidad, empecé a leerlo. Parecía ser un informe antiguo, y aunque no decía el nombre de su propietario, supuse que, por su redacción, debió pertenecer a uno de los científicos involucrados.

"Hace dos años, durante una excavación con fines arqueológicos en la meseta de Ukok, Rusia, un grupo de trabajadores encontró lo que parecía ser un cráneo humano. Creyendo que se trataba de un asesinato, llamaron a la policía, quien acudió con rapidez, y luego de acordonar los alrededores de la escena del crimen, continuó excavando para conseguir el resto del cuerpo.

Cuando finalmente lo lograron, dieron con algo bastante particular: De su columna vertebral salían unas enormes alas, similares a las de un murciélago. No perdieron tiempo, e inmediatamente convocaron a los mejores científicos del mundo que, sin dudarlo, acudimos a estudiar aquel extraño espécimen; y como era de esperarse, este hallazgo se ha mantenido en total secreto hasta el día de hoy.

El gobierno ruso nos prestó su mejor laboratorio con la principal condición de que les informáramos de cualquier descubrimiento que hiciéramos, a lo que aceptamos de forma unánime, y tan pronto como pudimos, se inició la investigación.

Lo primero que hicimos fue extraer tejido de las alas y comparar su ADN con el del cuerpo, de esta manera, podríamos confirmar su autenticidad. ¿El resultado? Para nuestro asombro, coincidían. Con incredulidad, decidimos repetir la prueba tres veces más, y vez tras vez arrojó la misma respuesta. Acto seguido, investigamos avistamientos de seres que encajaran con esta descripción, y a pesar de nuestro escepticismo, conseguimos más de cincuenta casos documentados a través de la historia.

En el antiguo Egipto, una mujer con estas características fue dibujada en diversos jeroglíficos que, hasta el día de hoy, se conservan bajo llave. También en China, durante la Edad de oro, se escribieron documentos acerca de supuestos descendientes directos de los dragones, quienes eran descritos como 'hombres alados que controlaban las mentes', y al mismo tiempo, venerados por las personas comunes. Incluso en Rumania, a lo largo de la vida de Vlad Drăculea —también conocido como Vlad el empalador—, se dice que cualquiera que, según él, fuera parte de esta 'especie demoníaca', era obligado a jurarle lealtad; de lo contrario, eran vistos como una posible amenaza, y debido a esto, los condenaba a ser empalados junto a todos los miembros de su familia. 

Sin embargo, no todo era información antigua, había casos que databan del año 1950 en adelante. Muchos de ellos se habían tratado de ocultar o ridiculizar mediante la prensa, mientras que aquellas personas que afirmaban contar con pruebas, desaparecieron sin dejar ningún rastro.

Por otro lado, comenzamos a tomar las medidas del cuerpo, y sacamos lo siguiente: el hombre medía 1.79 metros, el alto de sus alas era 2.05, el ancho 1.50 y su grosor 5 centímetros. Estas eran completamente negras, por dentro tenían textura lisa, y en la parte exterior estaban protegidas por un duro exoesqueleto.

Tomamos más muestras de tejido, y en base a esto, creamos un material bastante parecido para someterlo a diversas pruebas. Sus resultados nos dejaron atónitos: las alas son totalmente ignífugas, resisten disparos de armas con gran calibre, pueden recibir incontables puñaladas sin llegar a sufrir daños graves, y pierden un poco de resistencia ante el frío, pero a pesar de esto, jamás pudimos perforarlas.

Durante el transcurso de nuestros estudios, trajeron el cuerpo de una mujer alada que habían encontrado a pleno invierno ruso; y esta, además de las diferencias obvias entre los dos sexos, era completamente distinta a nuestro primer sujeto. De inmediato, repetimos los procedimientos anteriores, y confirmamos que el ADN de las alas y el de ella coincidían. En seguida, procedimos a tomar sus medidas, y observamos enormes diferencias con el otro individuo: la mujer medía 1.64 metros, la altura de sus alas era de 1.70, el ancho 2.30 y su grosor 3 centímetros. Otra de sus particularidades, era el color blanco grisáceo de sus alas, y que, en lugar de ser altas, eran anchas. 

Asimismo, recreamos su piel a base de una pequeña muestra de tejido, y como era de esperarse, no tenía nada que envidiarle al otro individuo. Después de todo, los resultados de las pruebas arrojaron que aquellas alas: son resistentes al frío extremo, inmunes a disparos y golpes fuertes, y a pesar de que se vuelven más pesadas y sensibles cuando son expuestas al calor, fue imposible perforarlas.

A continuación, realizamos más comparaciones y determinamos que, a pesar de compartir características comunes, pertenecían a distintas ramas de una misma especie, lo que a su vez, se conoce como sub-especie.

A la especie en concreto la bautizamos 'Volavek', que proviene del latín 'Volanti', y significa volador, a su vez, del ruso tomamos la palabra 'Chelovek', que significa hombre. La sub-especie de la mujer fue bautizada 'Eismis' por dos científicos, uno alemán y el otro ucraniano. Este proviene de 'Eis', que significa hielo en alemán —debido a su gran resistencia al frío y la estación en la que fue encontrada—, y 'Sismis' que, debido a un error de traducción, creímos que quería decir murciélago en uno de los idiomas autóctonos de la región. 




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