Under My Wings

11-. Sargento Taylor

Al sonar la alarma del teléfono, me levanté de la cama con cierta pesadez, tomé una ducha de agua fría y me vestí con lo primero que conseguí en el armario: una camiseta de color azul oscuro, pantalones de mezclilla, zapatos negros, y por supuesto, mi chaqueta de cuero. En seguida, bajé las escaleras con rumbo a la cocina, desayuné algo de cereal, y conduje hasta la secundaria.

Una vez allí, estacioné el auto cerca de la entrada y me dirigí hacia mi respectivo salón de clases. Tomé asiento al fondo, como de costumbre, y empecé a dibujar en la parte trasera de uno de mis cuadernos, mientras que mi mente recordaba lo ocurrido en la noche anterior.

Aquel beso había sido mágico. Tanto, que ninguno de los dos quiso irse a su casa hasta bien entrada la noche.

«Mejor de lo que pude haber imaginado», pensé, esbozando una sonrisa.

Media hora después, cuando el profesor explicaba con detalle la geografía de Canadá, una chica totalmente desconocida cruzó la puerta, atravesó el aula, y se sentó junto a mí. Todo esto bajo la mirada de los demás estudiantes.

—Disculpa, creo que no te he visto antes, ¿estás segura de que esta es tu clase? —preguntó el profesor, caminando en nuestra dirección.

—Soy nueva, y sí, estoy totalmente segura de que no me equivoco —replicó la chica, entregándole una hoja con lo que parecía ser su horario—. Salón número cuarenta y ocho, geografía.

—Bien, parece que tienes razón —murmuró el hombre, echándole un vistazo rápido al papel—. Ya que eres nueva, no tomaré en cuenta la tardía de hoy, pero espero que no se repita.

—No prometo nada —dijo ella, sacando una enorme libreta de su bolso.

La chica era aproximadamente de mi tamaño, tenía una larga cabellera negra que terminaba en un mechón rojo, ojos de color verde intenso, rasgos perfilados y vestía con un estilo bastante punk: una camiseta de los Misfits, pantalones negros ajustados, unas botas del mismo color, y muñequeras de cuero. 

Al parecer, se dio cuenta de que la estaba observando, por lo que se giró hacia mí, y sin decir nada, me guiñó un ojo. Arqueé una ceja como respuesta, y nuevamente, centré mi atención en dibujar.

Por fortuna, la hora de clases pasó rápido, y antes de que pudiera darme cuenta, sonó la campana. En seguida, me levanté de mi asiento, y salí del salón con rumbo hacia mi casillero. Una vez allí, guardé los libros de geografía para aligerar el peso de mi bolso, y al girarme para ir a la siguiente aula, vi a la chica de antes.

—Así que tú eres el famoso Chris Taylor, ¿eh? —dijo sonriendo—. Me llamo Larissa.

—Bien por ti —hice amago de irme, pero ella no se dio por vencida y se interpuso en mi camino.

—Hacerte el malote no funcionará conmigo, tendrás que cambiar de técnica para mantener mi atención.

—¿Para qué la querría? Eso no me da de comer.

—Vaya, qué directo —colocó su dedo índice sobre mi pecho—. Debe ser por eso que estás en boca de todos.

—No, la gente habla de mí porque no tiene nada mejor que hacer —respondí, dando un paso hacia atrás.

En ese instante, observé cómo Eve la apartaba con un fuerte empujón, y acto seguido, me daba un largo beso en los labios. Sentí un fuerte calor recorriendo mi abdomen, y sin contenerme, llevé mis manos a sus caderas para luego atraerla hacia mí. 

—Qué sexy, ¿por qué no me invitan? —insinuó Larissa, lamiéndose los labios—. Así es mucho más divertido.

—Me gusta la idea... —pude decir, hasta que Eve me interrumpió con un fuerte codazo en las costillas.

—No, gracias, estamos bien así —gruñó, halándome el brazo.

—Como digas, cariño, búsquenme si cambian de parecer —agregó la chica nueva, justo antes de irse.

El resto de la mañana pasó con rapidez, dando así paso a la hora de almuerzo, y al igual que cada día, fui al comedor, hice la fila y pedí una hamburguesa con queso. Acto seguido, busqué a Albert con la mirada, y al encontrarlo, me senté en la misma mesa que él. Lo saludé con un apretón de manos y comenzamos a comer.

Minutos después, noté que Eve y otra chica caminaban en nuestra dirección. Esta última era una esbelta pelirroja de ojos azules, tenía una larga cabellera ondulada y vestía con una minifalda negra, un escote de color rojo y zapatos converse negros. En resumen, bastante guapa.

—Hola, chicos —saludó Eve—. Les presento a mi amiga Brianna, creo que aún no se conocen.

—Un gusto —sonrió la pelirroja—. También pueden llamarme Brie, estamos entre amigos.

—Hola, Brianna, me llamo Albert, pero puedes decirme Al —dijo él, estrechando su mano con torpeza.

—Chris —asentí con lentitud.

—Oh, ¿tú eres Chris Taylor? Evey no deja de nombrarte —afirmó, guiñándome un ojo.




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