—Eso no es un perro, Lucifer — Digo señalando la hoja de papel que ahí sobre mi cama, se ha propuesto a dibujar porque le dije que no puede ni caminar sin tropezar, pero era jugando. Pero el señor aquí se lo tomo literal — Ni siquiera te rete.
—Que me digas que no puedo hacer algo es como retarme — Me da un pico en los labios y yo arqueo una ceja — aparte, soy un experto. Nunca dudes de mi poder.
—Como no dudar — Digo con sarcasmo y él empieza a toser exageradamente — Quiero decir: eres muy bueno y se puede confiar.
—No tenías que ser tan directa, con un me gusta estaría bien. sé que soy muy duro en todo — sonríe con picardía y yo ruedo los ojos.
Miro mis maquillajes en la cómoda y luego miro a Lucifer con una sonrisa y él parece saber lo que estoy pensando porque niega inmediatamente y dice; — No, ni de coña. Tú no me pones esa mierda en la cara. Esa confianza conmigo, no.
—Por favor, te lo estoy rogando — junto mis dos manos en señal de súplica y pongo mi mejor cara para convencer.
—No, ya te dije. Eso es cosa para mujeres.
—Aunque no lo creas tú no estás muy lejos — Digo en un tono irónico.
—¡Oye!, Ahora menos te dejo — Ruedo los ojos y me cruzo de brazos con una ceja enarcada — Me puedes mirar como quieras y tú a mí no me pones eso.
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—Viste, no era tan difícil. Ahora sólo falta ponerte el rimel y vas a quedar divina — Digo con una sonrisa y Lucifer rueda los ojos — No te muevas, eso puede arruinar mi hermoso maquillaje.
—Más te vale que yo no quede como la niña del exorcista, o te puede salir muy caro — Suelta de mala manera pero con un toque de burla — No sé porqué hago esto.
—Porque te lo pedí.
—¿Perdón?, Si casi me matas porque yo no quería.
—Ay si, como no, mentiroso.
En realidad si lo obligue, pero él no se resistió mucho, está quedando muy linda. Es muy bueno con esto del maquillaje, casi no se mueve y me deja hacerle las cosas que yo quiero, de vez en cuando manda sus dedos para hacerme cosquillas. Sus grandes manos están mi cadera y cuando me despistó se acerca a mis labios y me besa rápidamente y cuando por fin él cierra los ojos yo sonrío, estoy entre sus piernas y aunque yo tampoco me crea lo que voy a decir aunque casi nunca me creo lo que digo con Lucifer y creo que lo he dicho antes y he usado muchos creo pero bueno. Con Lucifer me siento muy bien al igual que con Arturo pero es una onda o una situación diferentes; Lucifer dice que es el diablo, mientras que Arturo simplemente me da momentos y me besa y yo lo beso a él pero luego beso a Lucifer y me he dado cuenta que he besado a dos chicos al mismo tiempo, no me refiero a ese mismo tiempo, sino al mis día o el mismo día.
Estaba tan metida en mis pensamientos que ni siquiera cuanta me Di de que tenía el ceño fruncido hasta que Lucifer pasa su pulgar por este — ¿En qué piensas?
—En nada, sólo... Nada — Suspiro sentandome en la cama entre las piernas de Lucifer ya que estaba de rodillas y aún así Lucifer sigue siendo un poco más grande que yo, este niño es un pepino.
—Dime, sabes que me puedes contar, ¿Verdad? — Miro el rostro de Lucifer y noto preocupación.
—Sí, lo sé. Pero es que es un poco... Es raro, eso es todo — Bajo mi mirada y Lucifer me hace que la vuelva a él.
Sus grandes ojos negros me queman mientras me transmiten dulzura.
—El beso... Es el beso que te di a ti pero también besé a... Arturo — Cierra los ojos muy fuerte y suspira.
—¿Qué sentiste con él?
—No sé si sea buena idea, Lucifer.
—Dime — Me pide.
—Con él me sentí bien, no lo conozco de casi nada pero sí más que a ti, cuando estoy con él los problemas no existen y él me hace sentir bien — Digo con sinceridad.
—¿Y yo? — Miro su cara pintada y cuando trato de esquivar su mirada él hace que lo vuelva a mirar nuevamente — ¿Qué sientes conmigo?
—Esto es absurdo — Hago un amago de levantarme pero él me vuelve a sostener en el lugar que estoy.
—Para mí no es absurdo — Sus ojos brillan como nunca antes y verlo así de verdad es como una piedra para mi corazón — Sólo Quiero saber la diferencia entre él y yo.
—La diferencia es que contigo no puedo. No sé que hora es, se me van las horas como minutos. El corazón me late a mil y el pulso se me acelera, cuando estoy contigo no me fío de mí, no sé quién soy, me confundes. Esa es la diferencia. Siento como si mil elefantes estuvieran en mi estómago y hicieran una fiesta.
—¿Elefantes? — Sonríe y yo trato de sonreír pero no puedo — Pensaba que eran mariposas que sentían ustedes.
—Cállate, también se sienten tigres. ¿Qué sientes tú cuando estás con la persona que te gusta?
—En esté momento y lugar, siento mil demonios — Dice un poco más serio — Tus cielos hacen que mis demonios entren en pánico y se escondan.
—¿Por qué?
Lo piensa antes de soltar lo que quiere decir pero finalmente lo dice — Tienes demasiados Ángeles que pueden hacer que mis demonios se enamoren.
Sus labios en forma de corazón se abren ligeramente y aprovecho para besarlo lentamente, me acerca más a él y al mismo tiempo que mi lengua entra en su boca él busca la mía y se chocan causando que ocurra una descarga eléctrica, sus dedos se aferran a mi cintura y presiona más sus labios con los míos, su lengua aterciopelada roza la mía, un jadeo sale de mi cuando me separo de sus labios y cuando pensé que me iba a volver a besar se empieza a reír y mi cara de confusión no se hace esperar.
—Siempre pensé que era la mujer que llenaba al hombre de pintalabios — Me toco los labios sin siquiera pensarlo y él se ríe a carcajadas, me encanta verlo así.
Me levanto de la cama para verme y sí, efectivamente, estoy llena de pintalabios. Su cara de burla hace que entrecierre los ojos y una sonrisa se asomé en mis labios, me vuelvo a poner de rodillas frente a él para seguir con mi trabajo que en realidad no es un trabajo porqué no me pagan, pero es una metáfora.