“What can I say? It's complicated”
Si creía que la presión existente por cumplir con las lecturas en los plazos establecidos era una tortura, era solo porque no estaba preparada para la semana maldita, nombre que le ha sido dado por cada estudiante de Pedagogical. Todos, absolutamente todos, piensan que la semana de los exámenes es una tortura. No es que estuviéramos a cerrando el semestre, sino que estábamos a mediados del mismo, y como se estaba extendiendo el rumor de una posible paralización de las actividades -a causa de las manifestaciones y los petitorios internos de cada carrera-, los profesores querían asegurarse con tener una segunda nota; con eso, serían capaces de cerrar el semestre con una tercera nota que se vería cuando se diera por finalizada la paralización. Claro, si es que toma mucho o poco tiempo. De ello dependía mucho.
Era un día sábado, y yo estaba leyendo mientras tomaba apuntes, en la comodidad de mi habitación, pero solo porque estaba esperando a que fuese la hora en que mi padre pasa por mí y por Derrick, ya que debíamos pasar el fin de semana con él. Fin de semana entendido como desde el sábado a las diez de la mañana, hasta el domingo a las ocho de la noche, después de la cena.
Tenía prueba toda la semana siguiente, y solo me quedaban 567 páginas por terminar de leer, entre todos los textos, por supuesto. Si fuese solamente uno, ya estaría cavando mi tumba.
—¡Dora, Derrick! —gritó mamá—. ¡Su padre ya está aquí!
Apagué deprisa la laptop y terminé de guardar unos apuntes en la mochila, en donde llevaba un cambio de ropa interior, una camiseta y mis útiles de aseo personal. La carpeta donde tenía guardado el resto de los textos estaba en el fondo de la mochila, así como mis bolígrafos y resaltadores, todo para tener un estudio intenso para las pruebas del demonio.
—¡Dora, la exploradora! ¡Date prisa! —dijo Derrick, tocando a mi puerta.
—¡Un minuto!
Exactamente por eso le tenía prohibido a todo mundo llamarme Dora.
"Llámame Pandora, no Dora ni Pan. Solo Pandora".
Claro, soportaba que me dijeran Pan o Pan-pan, aunque solo mi abuela paterna y mi padre tenían derecho absoluto sobre ese último sobrenombre. Pero “Dora” es otro nivel. Solo mamá puede.
Guardé la laptop en el bolso, junto con el cable del cargador. Tomé la mochila y anclé el bolso en mi hombro. Casi salgo de mi habitación sin mi celular que tenía cargando en el velador.
—¡Pandora! —mi madre estaba casi rompiendo su garganta de tanto grito—. ¡Baja ya!
En la primera planta de mi casa, vi a mi madre, llevando un vaso con un poco de jugo de naranja a la cocina. Me acerqué a ella para poder despedirme, justo cuando lo dejaba en el lavaplatos. Besé su mejilla, y ella me dio un abrazo muy apretado, como cada fin de semana que me debía ir.
—Disfruta a tu papá, ¿sí? Saludos a Mary-Lou.
—En tu nombre. Me voy.
Derrick ya estaba sentado en el lugar del copiloto, y el maletero del corolla seguía abierta. Guardé mis cosas y entré en los asientos de atrás, cuando cerré la puerta, bajé un poco la ventana y agité mi mano para despedirme de mi madre, que seguía en la puerta de la casa.
Luego de eso, me incliné hacia los asientos del frente y saludé a mi papá.
—¡Qué tal, señor papá!
—Estás animada, hija —respondió, dejando salir una leve risa.
—Es fin de semana, no hay motivos para estar de malhumor.
Dejando de lado el hecho de que voy a pasar la noche en vela para terminar todos los textos.
★★★
—Come más pastel, amor.
Si tuviera que describir a Mary-Lou, mi abuela paterna, en una palabra, sería elegante. La señora, a pesar de sus ochenta y tres años, caminaba sin problemas —aunque cuando salía ocupaba un bastón de madera con un puño de cobre, herencia que le dejó mi abuelo—, y si bien tenía fuertes dolores a sus huesos, mantenía esa postura que tanto admiraba de ella.
En su casa, yo tenía una habitación para mí sola, pero prefería no utilizarla a menos que tuviese que quedarme estudiando hasta tarde, yo prefería dormir en la habitación de invitados. Sí, la casa de mi abuela era muy grande.
La diferencia entre mi habitación y la de invitados, es que la cama de la habitación de invitados era más oscura. Detestaba que el sol entrara a mi habitación y terminase por despertarme.
¡Ja! ¡Como si esas cosas pasaran!
—Tus pasteles siempre han sido los mejores, abuela —dijo Derrick.
El maldito siempre le decía lo mismo a nuestras dos abuelas: Mary-Lou, con quien estábamos ahora, y a Begoña, nuestra abuela materna.
Mary-Lou le sonreía, mientras llevaba, con cierta dificultad, la taza, blanca con flores rojas en el borde superior, con té de hoja y canela a su boca. Yo hice lo mismo, dejando el tenedor en el borde del plato blanco (con el mismo diseño de las tazas, era un juego de loza completo), deleitándome por aquel sabroso té.
Mi abuela, Mary-Lou, era un poco más baja que yo, y tenía su cabello como el color del chocolate de leche, debido a la tintura que ocupaba. ¿Es que yo también voy a terminar como mi mamá y como mi abuela? ¿Tiñéndome el cabello? Solo mi abuela Begoña tenía su cabello completamente blanco. También, Mary-Lou tenía las arrugas muy marcadas alrededor de sus ojos, así como en su boca, marcando sus mejillas.
Tal y como mi padre, sus ojos eran grandes y verdes, de esa manera me di cuenta de que los ojos verdes provenían de la familia materna de mi padre, porque mi fallecido abuelo, Oswaldo Thurman I, tenía los ojos marrones, muy oscuros.
—¿Qué tal la universidad, Pan-pan?
Dejé la taza en el plato, hice una mueca de desagrado y miré a mi abuela con el ceño fruncido, así como también con los labios apretados.
—Cada vez que me preguntan eso, siento que me están preguntando: “¿Qué se siente estar en el Infierno?”, así que no lo vuelvas a hacer.