“There's not a single thing that's wrong with my mind”
—¿A qué hora llegan tus amigas?
Alcé la vista de mis apuntes y me fijé en mi madre, que solo asomaba la cabeza por la puerta de mi habitación. Yo seguía en pijama, estaba sentada en la silla de mi escritorio, con las piernas cruzadas y mis brazos sobre ellas.
—Más tarde, les dije que no quería verlas tan temprano, eso significaría verlas por más tiempo del necesario.
No me dijo nada más, solo rodó los ojos y salió de mi habitación. Lo prefería así, al parecer ya se resignó a tener una discusión conmigo sobre cualquier tema que tenga que ver con relaciones humanas. Si esta conversación hubiera ocurrido un par de años atrás —al parecer creo que sí ocurrió—, de seguro me habría dicho que no soy una persona que pueda considerarse amistosa ni amigable... Ni nada que se le relacione.
Para ser sincera, no es que no quiera verlas —sobre todo a Chanelle, a quien no veo desde hace mucho tiempo—, es que estoy cansada, y bastante. Cansada, estresada... y asustada. Al menos, así pensaba en la mañana, pero ahora que ya las tenía conmigo, y estábamos las tres en mi habitación, me sentía como en los viejos tiempos de preparatoria.
Digo “viejos tiempos”, porque a pesar de que ha pasado un año, siento que mi vida tuvo un cambio radical con solo haber dejado la escuela y haber entrado a la universidad. No podía creer que la frase aquella “la universidad es completamente diferente a la preparatoria” era tan certera y no solo una exageración de la gente.
—Es raro, ¿no creen? —decía Chanelle—. Antes nos la pasábamos en alguna de nuestras casas, comiendo galletas y frituras mientras hablábamos de lo molesto que nos resultaban nuestros compañeros de clases, y ahora ya pasado el tiempo, estamos comiendo, sí, pero quejándonos de nuestras propias universidades —miró a Zareen—, y trabajo, claro.
—¿Hay alguna diferencia con ello? —pregunté, arqueando mis cejas—. Para mí, estar con ustedes es lo único que no ha cambiado en mi vida.
—Podría decirse que el único cambio en tu vida es que ahora hablas con más hombres —dijo Zareen.
—¿Qué? —fruncí el ceño—. No sé a qué te refieres con “más hombres”, además, no sabes de esas cosas, no vas a la universidad conmigo.
—Oye, nos has hablado de un tal Andy y de un tal Desagradable —dijo Chanelle—, ahí tienes dos, son de los que más hablas. Ahora que estamos en confianza, me gustaría saber cómo son.
Zareen y yo nos miramos, luego hablé yo.
—Como eres bien burra haré una referencia que de seguro entenderás —ella asintió, sin tomar en cuenta el insulto inicial—. Andy y Desagradable son como Tobias y Cuatro en "Divergente".
Chanelle no dijo nada después de ese ejemplo, al parecer entendió a la perfección lo que le quise decir. Éxito para mí.
—En fin —dijo Zareen—, ¿no recuerdas cómo eras en la escuela? —me preguntó.
—¿Sabes? Hay cosas que quiero borrar de mi mente lo más pronto posible, y la etapa escolar es una de ellas —dije, algo alterada—. No sufrí por dejarla, no lloré a mis excompañeros ni a los profesores. El día en que nos graduamos ha sido de los más felices, por el simple hecho de que ya no volveré a ese lugar, al menos no en calidad de estudiante.
Ninguna de las chicas dijo alguna palabra después de eso, solo se miraron entre sí y agacharon la cabeza.
“—Créeme, todos tenemos ese lado que no queremos mostrar... Ese secreto que no queremos decir, y siento que estamos en todo nuestro derecho de callarlo.
—¿Tú también lo tienes?
—Sí, me persiguen como un fantasma.”
Y lo reitero, es como un maldito fantasma.
—Y bien, Chanelle, ¿qué tal está Boston? ¿El clima es más agradable que acá?
★★★
Angeline bebía una lata de gaseosa mientras miraba, con cierta expectación, a Caitlyn que comía una roja manzana.
—¿Le pusiste algo a mi manzana? —preguntó Cait—. Porque si no, no entiendo qué me miras tanto.
—Estoy esperando por tus quejidos —con el resto de las chicas compartimos una mirada de extrañeza—. ¡No gemidos, quejidos! Es que Cait se quejó por el cierre de semestre pasado cuando íbamos por la mitad, estoy esperando que lo haga ahora también.
—Aún falta para eso —aclaró Flora—, dale un par de semanas más y la tendremos así —aclaró su garganta y le pidió prestada sus gafas—. “¡Voy a reprobar! ¡No sé nada de gramática! ¡Esta mierda es imposible de aprender! ¡Me quiero cambiar de universidad!”
No pude evitarlo y me largué a reír, hasta la misma Cait lo hizo, atragantándose un poco con su manzana, y es que la imitación salió muy fiel a cómo lo habría dicho la misma Caitlyn.