Orígenes

—Cuando tenía tres años de edad mi abuela había expulsado a mi madre de aquel reino y volvimos a construir nuestra vida ella, mi hermana y yo en la tierra... Cuando cumplí los cinco años mi madre se casó con un humano con el cual tuvo a una hija, mi madre y él se compraron una casa y nos mudamos todos juntos, al cabo de los años fue imposible seguir ocultando que éramos por lo cual mi madre estuvo obligada a decirle, él lo aceptó muy bien, pero la otra hija de mi madre quería tener según ella nuestra virtud hasta un punto donde la envidia hacia nosotras creció... Después de los años mi madre tuvo que ir y tomar el mando porque mi abuela cayó en una enfermedad, se fue con mi hermana y yo me quedé sola con mi padrastro y mi media hermana. Después de un tiempo me enamoré de un joven del cual mi hermanastra también estaba interesado, pero al final me eligió a mí y nos casamos, ella me odiaba más y más... Salí embarazada de él, y allí es donde llegas tú a mi vida, pero como mi abuela odiaba a los humanos impone un decreto de que mi marido junto con mi bebé deberían de ser matados si yo no regresaba a mi mundo y los olvidaba a ustedes ya que según ella y los demás yo era una vergüenza para los de mi especie, tener descendientes de los dos mundos. Cuando mi esposo para ese tiempo se va a vivir con mi media hermana con la esperanza de que algún día regresaría allí ya que solo un día dije que iba por pan y nunca volví, y después de unos años me entero de que él murió y tú te quedaste con ella...

—Espera, me estás diciendo que...

—Carmelita es tu tía, y sus dos hijas son tus primas.

Unicorniocienta se puso la mano en la cabeza, eso había sido el límite de todo.

—¿Pero por qué siempre me trató como una basura, como su sirvienta? ¡Ella sabía y sabe que soy su sobrina! A veces me dan ganas de comprarme una escopeta y matar a todos y después pegarme un tiro. —dijo todavía impactada por la noticia.

—Realmente yo no sabía nada de eso, lo supe cuando Magalí regresó, ella es mi hermana...

literalmente Unicorniocienta estaba con la boca abierta.

—Pero aún no termino, cuando pongo a unos infiltrados a averiguar acerca de la muerte de mi esposo me dicen una versión completamente distinta a la que me dijo Carmelita... Según Carmelita le había dado un ataque al corazón una noche, pero mi gente me informó que él había sido envenenado, ella lo envenenó

—¿Qué? —dijo mientras sus lágrimas brotaban hacía sus buches al igual que las de su madre.

Su madre tenía la cara roja junto con sus ojos, le abrió los brazos a su hija para abrazarla, pero esta se negó rotundamente.

—¡¿Por qué no me sacaste de esa casa inmediatamente?! —preguntó—. Ah, verdad. Yo no te importaba ni te importo, no sé ni para que te pregunto.

—Mi abuela aún estaba viva, y no sabía a donde llevarte porque ni siquiera tenía más familia fuera de nuestro mundo, solo a Carmelita. Sabes, tu abuela puso ese decreto diciendo que se rompería cuando ella se muriera, y hace cinco años cayó en coma, pero aún seguía el decreto. ¿Crees que es normal sentir felicidad cuando por fin mi madre tuvo el valor hace unos meses de desconectarla? Nunca en mi vida había sentido tal placer como aquel día, sólo por saber que ya podrías volver a donde debiste estar desde el principio.

Unicorniocienta no apartó la vista de aquella mujer que tenía enfrente, realmente no sabía que sentir... Tantas noches llorando porque creyó su madre no la quería, pensado que tal vez sus padres debieron de usar protección cuando estaban en lo suyo o ser abortada. Pensando que tal vez su madre tuviese una mejor familia en otro lado, si ya la había olvidado. Tantas noches en vela pensando cómo se sería su vida con sus padres. Y ahora que la tenían en frente no sabía qué decir, qué pensar, qué hacer.. Entonces no pudo más y solo pensando en que había recuperado su madre, que su madre la había buscado se paró y acercándose a ella lentamente mientras sus lágrimas corrían por su mejilla se lanzó sobre ella dándole un fuerte abrazo, como una niña que se había perdido en una tienda y al final del día volvía con su madre.

—Te amo. Y no quiero que te vuelvas a ir. —se expresó con una sonrisa mientras su cara estaba bañada de lágrimas.

TRES UNICORNIOS MÁS TARDE.....

A la mañana siguiente Unicorniocienta se estaba paseando por la sala viendo el maravilloso día que no tenía desde ya hacía mucho tiempo. Sentía que ese día era diferente, bailaba y tarareaba canciones sin tener audífonos o necesidad de poner la cancion.

—Oye. —la llamó André a lo que esta fue hacia él dando saltos y vueltas con los pies.

—¡Lo hicimos!, en serio, fue tan fascinante toda esta experiencia... —abrió sus brazos y se lanzó hacia él en un emocionante abrazo.

Lo disfrutaron por un momento, hasta que Unicorniocienta terminó con ese momento.

—¿Qué pasa? —preguntó al ver la cara de desánimo que tenía André.

—Es que... He estado pensando en nosotros y... Me ha encantado todo este tiempo, nuestras aventuras... Cuando aquel perro chihuahua te cayó detrás por la hamburguesa que tenías y corriste como alma que llevaba el diablo, la vez que te caías por tratar de hacer el baile de Shakira y al final permaneciste dos días caminando como Anuel AA, cuando te cortaste con el pedazo de hoja, aquel día que te tiraste un pedo mientras nos reíamos, cuando se te salió la avena de la boca por estar pendiente a la televisión, ó cuando nos sacaron del cine porque te fuiste a pelear con una anciana que decía que la película de mi villano favorito era....

—Ok, ok. ¿Y a qué viene todo esto? —preguntó interrumpiendolo—. Ve al grano.

—Me gustas, eres la chica más... Extraña y sincera que he conocido. —le dijo un poco nervioso mirándola a los ojos con las manos entre los bolsillos.

Unicorniocienta se quedó impresionada, simplemente no lo podía creer, ella estaba casi botando la baba por aquel chico y al parecer él es quien se confiesa, ella sentía que estaba viviendo una película de Disney, sólo imaginaba la musica romantica y luego el gran beso que sellaría su amor donde empezaría o terminara su historia de amor con el final más feliz y conmovedor que nadie pudiera tener.