El letrero verde con grandes letras blancas con la palabra. Bienvenido, recibían a Sofía Burgos. Se estaciono saliendo del jeep siendo recibida por los vientos de la ciudad, era una brisa relajante —de vuelta a esta ciudad —dijo Sofía respirando profundo y volvió abrir la puerta de su jeep que no cedió y tuvo que hacer algo de fuerza, para abrirla.
Su jeep ya era muy antiguo, pero no se deshizo de él ya que era el único recuerdo que tenia de su padre y le tenía un gran aprecio. Sofía era alta, delgada, tenía el cabello castaño ondulado atado a una coleta. Sonrió volviendo a conducir llego a la casa donde la esperaba su madre la señora Florencia en la entrada, pese a los problemas que tuvo con su padre ella todavía era su madre y la adoraba. Abrió la puerta del auto encontrándose con la mirada de su progenitora.
—Mamá —dijo ella feliz.
—Hija —respondió ella del mismo modo. Se abrazaron amorosamente —Cuanto has crecido. Ya eres toda una mujer. —la señora Florencia trabajaba como enfermera en el hospital Virgen del Socorro. Tenía ya veinte y tres años trabajando ahí y aun no se quería retirar —ven, entra Sofí hace mucho frio aquí afuera.
—Dejare las maletas, primero quiero ir al colegio —dijo Sofía.
Su madre cambio su expresión de alegría por una de tristeza —está bien. pero no demores —dijo su madre mientras tomo una de las maletas de su hija.
Condujo hasta el colegio donde hace diez años ocurrió una tragedia, por la cual se culpaba. Su pequeña hermana. Margarita. Llego a la puerta principal donde recordó el último año que paso en este colegio, antes de que sus padres se divorciaran y ella se fuera con su padre, dejando a su madre que después de un tiempo descubrió estaba embarazada de su hermana, pero eso no fue motivo para una reconciliación de sus padres. Todo lo contrario, su madre decidió criarla sola por su cuenta. Dejo el jeep en el estacionamiento acercándose a la puerta principal, llamando a la puerta.
Apareció un maestro aquí ella reconoció al instante —señorita Burgos —hablo con la voz ronca. Todavía conserva ese tono de autoridad.
—Buenas tardes profesor Víctor —saludo Sofía.
—Estas aquí por el trabajo —dijo con su mirada penetrante —necesitamos un nuevo profesor para los estudiantes.
—Precisamente por eso estoy aquí —dijo ella.
—Me alegra oírlo. Pero prepárate que los estudiantes… —hizo una pausa —son inquietos.
—Sabré orientarlos bien y mantener la disciplina —respondió ella.
—Sofí. Segura que vas a poder con esto —dijo en un tono preocupado.
—Por eso estoy aquí —respondió ella —estoy aquí, porque quiero recordarla como la última vez que la vi.
El profesor Víctor desvió la mirada —de acuerdo.
—Vamos —dijo Sofía.
Desde su último año en el colegio las cosas habían cambiado mucho últimamente, ahora había niños que se encontraban incluso después de las horas normales de clases cuando estudiaba aquí hace más de diez años al terminar la jornada de clases todos salían pitando para sus casas, pero ahora debían quedarse a horas de recuperación. Se detuvo un momento.
—Las cosas han cambiado mucho desde que te fuiste Sofí —dijo el profesor Víctor —ahora por unos niños debemos quedarnos, para que los estudiantes se nivelen con el resto.
—La oficina del rectorado es la misma —dijo Sofía.
El profesor Víctor asintió —no confíes, sigue siendo el mismo desde que te fuiste —dijo el profesor Víctor.
—¡Dios mío! —dijo ella. Alejándose.
—¡Por cierto! Asegúrate no romper los corazones de los pubertos —dijo el profesor Víctor, riendo.
Sofía continuando su camino hasta la oficina del rectorado. Llevaba un jean azul oscuro y una camisa blanca, tenía ojos color esmeralda. Sofía era una joven afortunada, con un aspecto fabuloso, era una mujer de una belleza natural, que no necesitaba mirarse tan a menudo en un espejo, para retocarse el maquillaje o limpiar alguna imperfección.
Llego a la oficina del rector, llamo a la puerta, pero nadie abrió y entonces decidió ingresar. Estaba vacía, espero unos minutos hasta que llegara el rector, y al no llegar salió de la oficina y camino hasta el muro donde su hermana había saltado para salirse del colegio una tarde de tormenta. Estaba detrás del edifico de los niños de segundo año hasta cuarto, había un pequeño callejón formado por ese edificio y el otro de donde se encontraba los baños, el aula de música y computación. Al acercarse imagino a su pequeña hermana saltando el muro junto aquel chico, del cual siempre su mamá hablaba y decía que era el amor platónico de pequeña hermana.
No sabía quién era aquel joven, pese que también estudio en esta escuela nunca lo había visto. Miro a su hermana en lo alto del muro, mirándola a los ojos mientras le extendía las manos. Recordó su cabello castaño, sus ojos brillantes de vida y esa sonrisa dulce que siempre tenía.
—Ven Sofí —dijo con su radiante sonrisa.
Parecía que realmente estaba ahí y sus piernas empezaron a caminar dando un fuerte salto sujetándose de lo alto del muro subiendo, miro el rió y los árboles del parque. Miro a su hermana alejarse de ahí por el césped del parque mientras la llamaba con su mano.
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Editado: 30.01.2024