Universo Heraldo: Legado de Belhor. Volumen 1

Bel: Excursión nocturna

No podíamos regresar con las manos vacías, por lo mismo convencí a Jeaneth de dejarme entrar a ese lugar cuando estuvieran dormidos. La anciana estaba dudosa, pero como aún no había llegado Sebastián; el mando quedaba en mí, además dado lo poco productiva de nuestra visita valía la pena arriesgarme. Después que prometí no pasarme o hacer nada vistoso, cedió aunque a regañadientes. Ya me había aprendido el camino hacia la casa de Nelson, aunque ir de noche conllevaba otra clase de riesgos.

Cuando llegué, me escondí entre los arbustos y esperé a que las luces se apagaran por completo. Esperé unos minutos más hasta que lo único que podía oírse era el silbido del viento y los grillos cantando, solo entonces caminé hasta la puerta del jardín trasero.

—¡Raz Tet Ofi! —dije llevando mi brazalete hacia la cerradura. La puerta cedió y entre sin problema alguno.

Por suerte para mí ya había hecho un reconocimiento de día. Tomé todo el tiempo que me fue posible para no despertar a los residentes. Subí las escaleras escalón por escalón, hasta llegar a lo que parecían ser los cuartos. Me recargué en la primera puerta para escuchar cualquier ruido que pudiera delatar cuál era su habitación, ya que por fuera no había forma de distinguir que cuarto era el de la pareja y cual el de Nelson.

Al detectar unos ligeros ronquidos, caminé por el pasillo hasta la siguiente puerta, pasé el baño y moví con lentitud la manija de la puerta del siguiente dormitorio.

—¡Resh! —susurré cuando me adentré y encendí una pequeña flama que sostuve con mi mano para ver mejor.

Curiosamente el cuarto era el más prolijo en aquel lugar, los padres lo habían convertido en una especie de santuario. La cama se veía perfectamente hecha, en el escritorio había algunos libros, de esos que usan los chicos en las escuelas, los revisé para ver si había hecho alguna anotación que pudiera servir como pista, pero no encontré nada. Así que decidí jugarme el último recurso que me quedaba, abrí el closet y agarré la primera camisa que encontré.

Del bolsillo de mi pantalón saqué un pequeño estuche, de este, extraje una píldora negra que tenía guardada, la cual estaba diseñada para aumentar los efectos premonitorios o algo así había escuchado decir a Thot. El punto es que eran útiles para estas ocasiones. Al tragarme la píldora me senté en la alfombra, recargándome en la cama. Si Nelson ya estaba muerto lograría comunicarme con su alma de esta forma y así obtendría más detalles al respecto, pero sí no, aún tenía una oportunidad.

Apagué el fuego que había encendido y cerré los ojos repitiendo el primer mantra que se me vino a la mente de mis clases con François.

—¡Num Bara Mik!

El brazalete se activó por completo, la camisa de Nelson se volvió cenizas desplegando una onda de energía que hizo temblar la cama a mis espaldas. Cuando volví a abrir los ojos ya no me encontraba en el cuarto, el lugar seguía oscuro, pero no me parecía familiar.

Estaba en el exterior, a lo lejos vi lo que parecía una pequeña cabaña de madera podrida. Se escondía entre la espesa vegetación, por lo que avanzar era difícil con las raíces estorbando. Estaba por tocar la puerta para entrar, pero tan pronto acerque mi mano sentí algo similar a un choque eléctrico repeliéndome. Sin embargo, la puerta se abrió.

 Una pequeña luz se asomaba por una rendija desde una puerta trampilla en el suelo. Avancé arrastrándome para no alertar a quien estuviera abajo y con cuidado me asomé. Dentro estaba un hombre, parecía estar trabajando, no tenía la certeza ya que solo podía escuchar como golpeaba algo y lo troceaba con un cuchillo en una mesa. El hombre pareció percatarse de una presencia y volteó hacia la rendija, por unos segundos vi el color rojo en su cuchillo y algún animal abierto de canal, me oculté rápidamente, pero en ese instante pude darme cuenta que no era una persona, su rostro estaba desfigurado, algunas zonas de su piel se veían ennegrecidas como si estuviera pudriéndose.

Me había equivocado en la formulación de los nombres, tal vez había terminado frente al producto de algún experimento de un warlock o una wifle. Mi corazón palpitaba muy fuerte pero estaba seguro de que Nelson no podía estar ahí. Aun así, ¿Qué era lo que ese hombre hacía? La idea de solo pensar que ese pudiera ser Nelson, me helaba la sangre.

Escuché algunos pasos venir en mi dirección, estaba paralizado, el cuerpo me pesaba y si hacia un solo ruido delataría mi presencia. No sabía porque sentía tanto miedo, pero con esfuerzo logré arrastrarme lejos, en mi escape choqué contra lo que parecía una camilla y la trampilla se abrió de golpe. Un olor fétido se extendió por el lugar, me inundaron las ganas de vomitar. El hombre que desprendía putridez parecía divertido como si hubiera encontrado una nueva presa, y cuando extendió su brazo para agarrarme grité de forma ahogada.



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En el texto hay: fantasia urbana, suspeso, angeles y demonios

Editado: 21.08.2019

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