—¿Qué haces aquí? —gritó el ocultista al domador que ya estabá adentro.
Yo ya estaba cerca de la entrada principal, así que me refugié en la pared cercana a la puerta.
—Mi lindo gatito me avisó de esta fiesta, así que decidí pasar a ver si había algo interesante. Pero veo que los de tu calaña no hacen más que dejar ruina por donde pasan —repusó el joven domador mirando los cuerpos en el medio de la habitación.
—¡Alto los dos o disparo! —grité tan alto como pude al abandonar mi escondite y levantar mi arma—. Hazte a un lado, tipo hindú
—¿Hindú? Le dije que se hiciera el dormido —dijo antes de hacer un hábil movimiento en el que, esquivando al ocultista que sin previo aviso se lanzó sobre él, extendió su pierna para este se tropezara y cayera abruptamente al suelo.
—¿Qué es eso de llamarme tipo hindú? ¡Soy de la India! Soy indio. Y no soy practicante… No realmente.
—¡Las manos en alto, ahora! —ordené al ocultista que intentaba ponerse en pie—. Las manos sobre la cabeza.
—Imagino que usted espera que él lo obedezca ¿Verdad?—musitó el domador entornando los ojos.
El ocultista estiró su mano intentando tomar mi arma, en aquel momento accioné el disparador pero ya era tarde, el sujeto desvió la punta del revólver a un lado y la bala se perdió en la cocina, donde a juzgar por el sonido, atravesó varios objetos metálicos.
De un tirón me arrebató el arma y con la otra mano me estampó un golpe en el rostro.
—¡Sinjadev! —gritó el hindú.
Luego escuché el fiero rugido del león que lo acompañaba.
No sé qué pasó, porque tardé unos segundos en reponerme del golpe, pero cuando vislumbré la escena, el león tenía atrapado el brazo del ocultista. El animal tiraba fuertemente de mi atacante, momento que el domador aprovechó para propinarle una patada en la cara, haciéndolo retroceder varios pasos, hasta que cayó a un lado del círculo donde reposaban los cadáveres, esto mientras el hombre cubierto de cera en el mueble lanzaba bramidos y echaba espuma por la boca.
—Mantengamos esto entre nosotros ¿Te parece? —dijo el domador al ocultista que estaba irguiéndose—. Deja al espectador en paz y yo no usare más al león ¿tenemos un trato?
—¿Qué? —pregunté frunciendo el ceño mientras alzaba mi voz—. ¡Esto no es un juego!
—¡Lo sé! —anunció él con seguridad viéndome los ojos—. Y no se meta, no quiero que lo maten.
El ocultista observó al hombre en el mueble sangriento, parecía haberse calmado, ahora miraba fijamente al domador. Aprovechando que nadie me miraba di unos pasos laterales a mi izquierda, entonces pude ver a Méndez, su posición no había cambiado, y para mi alivio aun respiraba.
—Mi señor te repudia —declaró el ocultista—. No le agrada que estés aquí.
—¿Eres capaz de entender lo que dice esa cosa? —preguntó el domador sorprendido mientras descubría su manga izquierda, dejando ver un brazalete plateado, tan brillante como la luna llena en el cielo —. Yo no entiendo la lengua de las ratas.
Aquel comentario llenó de furia al ocultista, que con puñal en mano y sin ningún tipo de miramiento cargó como una pantera en la oscuridad contra el hombre del león.
—¡Esquívalo! —grité lo más alto que mis cuerdas vocales me dejaron.
El domador no se movía… todo acabaría en desgracia si no lo esquivaba. Mendez y yo luchamos contra ese monstruo y ni mi bastón ni las técnicas de Méndez fueron capaces de dominarlo. Enfrentarlo de frente no era una opción, creo que muy pocas personas tenían la resistencia para soportar sus ataques. Aun a pesar de mi advertencia él no se movió, entonces...
—¡Shararam! —recitó el hindú, a la vez una luz amarillenta y opaca emanaba de su brazalete.
Un resplandor bañó la habitación, perturbándome lo suficiente para no ver cuando el ocultista cayó al suelo. Aquel hombre estaba cubriéndose su ahora deformada nariz, la cual sangraba abundantemente. Tampoco vi cuando o de donde, el domador sacó un collar con cuencas doradas, el cual, con un ágil movimiento enrolló en su mano derecha.
Por unos instantes creí que esto se trataba de una especie de acto. Quise creer que todo era una maldita broma de esos programas de cámara escondida o algo así. Pero la evidencia era contundente, los muertos, la sangre, lo que estábamos viendo. Nada de era fingido, todo era real.
El domador caminó confiadamente hacia el ocultista, sin mayor esfuerzo lo levantó como un trapo y lo arrojó en dirección al mueble donde estaba el cuerpo del hombre de cera.
—Espero que no te desagrade mi ofrenda —dijo haciendo una reverencia—. Supongo que hasta a ustedes se les hace difícil encontrar buenos sirvientes.
El hombre cubierto en cera clavó sus ojos en el domador. Yo sin darme cuenta como o cuando, me encontraba en una de las esquinas de la sala, desde allí pude ver como los ojos de ese hombre bañado en sangre y cera negra se hicieron hacia atrás, entonces una voz espesa y estridente empezó a salir de su boca. Mientras el frío se fue adueñando de la habitación.
—La alimaña que doblegaste no representa ni un cuarto de mi poder…no te sientas orgulloso por una proeza tan fútil.
—Oh no, me sentí como un león matando a una hormiga en realidad, por eso quise darle una oportunidad —contestó el domador—. Pero háblame de ti. ¿Te gusta ese cuerpo?
—Aún me estoy adaptando, si este cuerpo se me hubiera entregado voluntariamente, ya podría actuar con libertad, pero debo esperar un tiempo para doblegarlo, entonces seré capaz de moverme según mis designios.
—¿Y yo estoy pintado en una pared? —replicó el domador explayando sus manos mientras miraba de derecha a izquierda—. ¿No se te viene a la cabeza la idea de que si vine, es para evitar que salgas de esta casa?
—Ahora tú eres la hormiga que amenaza al león, No eres más que un pobre heraldo, que viene a confrontar a alguien de mis capacidades, con solo una mascota.
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Editado: 25.06.2020