Hoy es un día de esos en los que hablar no quiero. Pero debo cumplir con el señor Carlos y ahora mi madre. Llevamos una semana viviendo acá en la casa de la familia Sotto. Quiero salir corriendo, sin embargo es un poco más placentero seguir acá dentro. La señora Blanca irá hoy de visita al médico del joven Carlos. Me he levantado un poco tarde y sin hambre, también con un poco de pena, mi madre ahora solo sabe gritar. Ya no habla. Creo que desarrolló problemas mentales. Pobre, tuvo también días duros durante la relación con mi padre. Hoy quiero ser muda y no cruzar temas de conversación con nadie, me dedicaré a tomar un libro prestado de la biblioteca de la casa y me iré a puerta cerrada para leer. Me ayudará un poco con este malestar de sentimientos encontrados por los que estoy pasando «al fin y al cabo estoy sola, no me gusta, pero me adapto».
Ya han pasado varias horas y la familia Sotto no llega, comienza a llover, y el preticor envuelve mi olfato. Me trae recuerdos dulces y otros de amargos momentos. Los días de lluvia, desde siempre han sido mis favoritos. Es inevitable no pensar en unos años atrás. “¿A quién podré contarle todo lo que llevo dentro?” Es difícil poder hacer saber todo aquello que se te atraganta en la garganta y que en días grises no te deja comer. Caes y el alma se hace tan fuerte y pesada como una gran roca. ¡Pensar! ¿Quién lo necesita? Iré a dar una vuelta a mi madre.
Al entrar en la habitación la vi sobre la cama y su cuerpo yacía encogido como una niña muerta de frio y miedo en la oscuridad. Tomé su frágil mano y al tacto suave comencé a tararear su canción favorita. Ella, extendió su otra mano, y sutilmente me acarició. Me fue imposible contener el llanto, «hace cuanto anhelaba esto de mi madre». Sus ojos grandes representaron ese momento como lo más icónico de sus sentimientos. No hubo nada que nos interrumpiera, salvo un grito dramático que salió de su boca. Un grito fuerte, grande, como si padeciera de un dolor que le desgarrara poco a poco las entrañas y no tuviera salvación ni método para evitar sentirlo. En ese momento supe que quiso decir que me amaba. Sus lágrimas y la opacidad de sus ojos destilaron torrentes de pesar sobre mi piel. Con mucho dolor tomé algunos de sus medicamentos para hacerla dormir un rato. No podía seguir viéndola manifestar tanto sin emitir palabras. Solo gritos de desconsuelo.
“La familia Sotto ha demorado lo suficiente para haber ido solo al médico”.
Volveré un rato más a la biblioteca, me ayudará a relajarme, “creo”. Ocho y cincuenta tres de la noche, han llegado. Sus rostros no eran muy alegres, Carlos venía con la cabeza entre las piernas, la señora blanca con muecas en su boca, el señor miguel con su arco de cejas y ceño fruncido. Algo no estaba bien. Esperé unos minutos y deje que cada quien estuviera sentado en la sala —como suele ser su costumbre—, sin embargo eso no ocurrió. Esperé una breve hora. Ninguno de los dueños salió de su habitación. Poco rato más tarde, el joven Carlos suena la campanita con la que suele llamarme para ir a la habitación a ayudarle.
Efectivamente, subí y allí lo encontré; ojos hinchados, mirada vacía, piel sudorosa. Me senté en un banco giratorio color piel que tenía cerca de la cama.
—¿Qué le ha pasado joven Carlos?
—Ha sido un día pésimo para mi, Úrsula —le dijo mientras seguían deslizándose las lagrimas de sus ojos—. Nada fue como yo quise, mis esperanzas se han ido por los aires, perdí toda fe buscada.
—Pero… Aun no estoy entendiendo nada señor Carlos.
—El médico tratante me dio la noticia más horrible que pude escuchar en mi vida.
Úrsula continuaba llena de intriga.
—¡No podré volver a dar un paso más!
—Cálmese, eso no es motivo de dejar todo a un lado. Por ejemplo, yo…
—Tú, ¿qué?
—Olvídelo, solo era un comentario sin sentido. Pero vuelvo a repetirle, no todo debe ser como uno quiere. En la vida tenemos que aprender a aceptar las circunstancias, y sobre todo a transformarla.” A nadie lo va a endulzar nunca un amargo”. Solo sáquele el mayor provecho a cada momento de su vida.
—¡Quién lo diría! Una mujer más joven que yo por unos años menos y me acabe dando una clase de cómo debo vivir de ahora en adelante. “Me has dejado intrigado”. Creí que encontrar mujeres con intelecto era mucho más interesante —de hecho realmente lo es—; pero quizá tus experiencias de vida me resulten más interesantes. ¿Me vas a dejar con la intriga del comentario que no acabaste?
—Fue solo un comentario imprudente, realmente no guarda nada relevante.
El día estuvo un poco agitado para ambos, creo que debo dejarte descansar, mana podemos seguir esta conversación.
—¡¿Le parece que sería algo interesante?!
—¿La conversación? Sí, me parece.
—Sin embargo yo la obviaré, mejor hablemos de libros y otros temas. Como por ejemplo como debe de llevar las cosas de ahora en adelante.
“Que bochorno, casi meto la pata queriendo hablar de mí. Pero, realmente a Carlos le hace falta una amistad fuerte y ventajosa. Se la brindaré”. Ese pensamiento me atormentó por unos minutos. Me despedí del joven y fui a mi habitación. Presioné la almohada contra mi pecho y mi boca, lloré, grité, me halé los cabellos. No pude aguantar, cuán difícil es la vida para aquellos que pasamos por distintos procesos dolorosos en la vida, circunstancias que no pedimos, y aun así, seguir adelante es la meta. Cada día tenía un particularidad, uno era diferente al otro, no solo por lo que vivimos, también por lo que sentimos. En mí se comenzaba a desarrollar una extraña sensación cuando me hallaba cerca de Carlos. Más allá del agrado, había un sentimiento de compasión muy profundo.