Valiente

Capítulo 4

Axel:
6 años atrás.

1 año después. (En el pasado)

Mi cumpleaños. Hoy era ese día.

Muchas personas alrededor del mundo veían este día como algo sumamente especial, talvez lo era, pero para mi era simplemente un día más del montón.

Había pasado un año desde que fui diagnosticado con discapacidad visual, y también desde que fui traído a este infierno que se hacía llamar hogar.

Desde aquel día en el que Jessie llegó a mi con el bastón de anciano, alguna cosa cambió. Esa mujer era una testaruda y aunque siempre me encargaba de hacerle la vida de cuadros para que me dejara en paz, no lo lograba. Jamás se rendía.

Continuo dándome sus clases para aprender a vivir siendo un ciego. Clases que la mayoría de las veces me hacían sentir frustrado, y cansado. No era sencillo tener que lidiar con esto.

Innumerables veces tropecé, me caí, lloré, y me levanté. Aprendí a reconocer cada rincón de este lugar, para así poder caminar sin necesitar a nadie. Ya podía ir al baño solo, y bajar las escaleras que me conducían a la primera planta también.

Jessie me leía a diario historias de personas ciegas y sobre como aprendieron a lidiar con ese estilo de vida. Ella decía que era una motivación para mí, pero yo no creía esa mierda.

No diré que aceptaba vivir así, creo que realmente nunca lo haría. Pero si podía ser capaz de convivir con esto. O eso creía.

Durante ese año desarrolle muchísimo mi sentido del tacto, y auditivo. Eran las mejores herramientas que tenía para poder sobrevivir un poco.

No podía ver, pero si sentir y oír.

Con los críos nada había cambiado. Todo empeoraba con el pasar de los días. Ya no eran solo burlas, sino también empujones y maltratos físicos de los que nadie se daba cuenta.

Yo seguía creyendo que esta vida que me había tocado era una completa mierda. Y a veces me preguntaba, si realmente la merecía.

Durante el año que pasó, habían venido varias personas en busca de un niño para adoptar. Siempre se acercaban a mi y me hacían cumplidos sobre lo apuesto que era, pero cuando notaban que no podía verlos se alejaban de mi lado e iban en busca de otro que si pudiera ver para adoptar.

Cada vez veía más lejos las esperanzas de salir de aquí. Tenía que hacerlo, pero no sabía cómo.

Los miedos no se habían ido. Seguían dentro de mi como tal mounstro que trataba de dominar mi ser. Habían llegado hasta mi mente, y muchas noches hacían su aparición dejando pensamientos insanos en mi.

Cuando me sentía vulnerable tomaban protagonismo. Me dominadan, y manejaban como si de tal títere se tratase.

El miedo me ganaba muchas veces, y una de esas me llevó a cometer eso que  no sabemos si denominarlo como un acto de cobardía o valentía.

Si, intenté acabar con esta porquería que se hacía llamar vida. Intenté dejar de ser un estorbo, pero no lo logré.

Es que ni siquiera eso pude hacer bien.

Ya conocía cada rincón de este lugar, por lo que cuando aquel momento de vulnerabilidad llegó hasta mi, me fue fácil bajar hasta la cocina y encontrar algo con lo que pudiese acabar de una vez por todas con este infierno que era vivir.

Sangre brotaba de mis antebrazos. Sentía el líquido caer al piso, mientras mi cuerpo permanecía inmóvil sintiendo como poco a poco se me iba la vida. El monstruo de mi interior había ganado y yo creía que por fin podría estar en paz.

Pero el destino como que se empeñaba en seguir haciéndome sufrir, porque de un momento a otro Jessie apareció. Supe que era ella porque daba gritos como la loca que era.

Me cargó entre sus brazos y mientras ella caminaba, yo ya no era capaz de escuchar nada. Mis ojos se fueron cerrando hasta que quede desconectado definitivamente del mundo real.

Para cuándo desperté me encontraba en un hospital, el olor de estos lugares era inconfundible. Estar ahí fue como revivir nuevamente el momento en que deje de ver, ese momento en que aquel doctor dió la noticia que fue capaz de desgraciar mi vida.

Días después volvimos al orfanato, con mis antebrazos vendados y llenos de marcas profundas que no podía ver pero si sentir.

El año había pasado, y con el también sentía que se me pasaba la vida.

Vida la cual no quería vivir.

— Hola Axel. ¡Feliz cumpleaños! — Era la loca quien hablaba.— He comprado un pastel para ti, y he hecho tu comida favorita.

Un momento, ¿Mi comida favorita? ¿Ella como sabía eso?

— No quiero ningún pastel. ¿Y tú cómo sabes cuál es mi comida favorita? Nunca te lo dije.

Había pasado un año, y aún seguida sin saber de dónde conocía a esta mujer. Era extraña.

— Bueno, pues...— Comenzó a balbucear. Escondía algo, está seguro de eso. Ojalá pudiese verla a la cara, para descubrir si me mentía. — hice lasaña, es la comida favorita de muchas personas. Imaginé que también era la tuya. ¿No es así?

Estaba tonta si pensaba que me iba a creer esa historia barata. Podía sentir el nerviosismo en su voz. Ella me conocía desde antes de que llegara a este lugar, solo que no quiere decírmelo. Se hace la estúpida fingiendo que soy un desconocido para ella.

Decidí seguirle el juego. Quería mentirme, bien. Yo sabía mentir mejor que ella.

— Has acertado Jessie, si es mi comida favorita.— Aseguré. En eso no estaba mintiendo, adoraba la lasaña. Comerla se sentía como la gloria.

Jessie comenzó a dar aplausos como la loca que era. No entendía cual era toda su emoción por una simple comida.

Iba a decir algo, pero no la dejé hablar.

— No quiero pastel, ya te lo dije. Todas las personas de este lugar me desagradan, y el cumpleaños para mi es un día más.

— Axel, por favor. Trato de entenderte, pero se me hace difícil cuando veo tu actitud conmigo. Solo quiero ayudarte, pero no te dejas.— Su voz sonaba melancólica. Iba a responderle, pero susurro que me dejó petrificado.— Se el Axel feliz, que eras cuando estabas bebé.



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En el texto hay: amor, odio, muerte

Editado: 05.09.2021

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