Al regresar a casa después de hora y media, en lo que me pasé de cacería intentando olvidar lo antes sucedido, me encontré a los dos neófitos sentados en la sala esperando mi llegada.
Alcé la mano para callar el regaño que pensaba soltar Allison apenas me vio, sabía lo que iba a decir, gracias a que puedo leer su mente, donde también pude ver la escena que me partió el corazón.
Fui directamente al dormitorio, abrí la puerta e ingresé en la oscuridad de la habitación, distinguí a Evan acostado casi al borde de la cama de espaldas, durmiendo, su respiración era suave y pausada.
Me acerqué a la cama de manera lenta, deteniéndome cuando llegué a él. Inclinándome un tanto hacia adelante pude ver sus hermosas mejillas bañadas en lagrimas secas, sentí un dolor en el pecho al ver eso.
Con una mano alejé algunos mechones de su cabello que tapaban sus ojos cerrados, estas se podían apreciar hinchadas. Su nariz estaba pintado de rojo.
- Lo siento Evan - susurré contra su oreja - no pensaba herir tus sentimientos - acaricié sus mejillas intentando borrar el rastro de lagrimas secas de ellas.
Mi frío tacto lo hizo revolver y voltear su cuerpo, por lo que su rostro quedó muy cerca del mío, gracias a que me encontraba inclinado. Me quedé admirándolo, su nariz a pesar de estar rojas, se veían bonitas, sus pestañas eran largas y negras, lo que mas me gustaba era que los tenía alzaditos hacia arriba, sus labios tenían un color rosado y se miraban apetecibles. Sus facciones se asemejaban a los de un ángel, un ángel que cayó del cielo para caer en los brazos de un demonio como yo, un demonio que está siendo salvado por este bello ángel de la oscuridad en la que había deseado encerrarse. Aunque aveces demuestre su verdadero ser malvado cuando lastiman a los que él ama. Un demonio como yo que a caído completamente enamorado de este hermoso ser.
- Eres lo mejor que tengo en la vida, Evan - susurré nuevamente - no me perdonaría nunca si llegase a lastimarte - en verdad hay veces que el miedo me invade cuando pierdo el control, como hace horas atrás, temo con todo mi ser lastimar lo.
Dejando un suave beso en su mejilla me incorporé quedando parado completamente.
- No me dejes - soltó tan bajo entre sueños, pero que pude escuchar claramente.
Una sonrisa se formó en mis labios.
- Nunca mi bello ángel - musité admirando como una pequeña sonrisa se formaba en sus labios rosados.
Me dispuse en quitarme la ropa y tirarla por ahí, realmente no me importaba, quedando desnudo con tan solo el bóxer puesto que tapaba mi intimidad, caminé hacia el escritorio y tomé el bestiario que descansaba encima de esta.
Con el libro en mano, volví a la cama pero esta vez para recostarme a un lado de Evan, recargando mi espalda contra la cabecera de la cama y las piernas extendidas abrí el bestiario, obviamente evité taparme pues no quería despertar a mi novio con la frialdad de mi cuerpo en comparación con el de él.
Busqué por cada pagina del bestiario algo que me diera un poco de información sobre las consecuencias que sufre un vampiro en la luna roja.
Cuando iba mas de la mitad del bestiario sin ningún éxito, sentí como Evan volvió a girar su cuerpo, su cálida respiración dio de lleno en mi brazo, miré en dirección a mi novio, sus ojos se mantenían cerrados. Sentí como pasó su brazo derecho por sobre mi torso desnudo. Un escalofrío recorrió mi cuerpo entero por el calor que desprendía la piel de su brazo. En cambio el bello durmiente ni siquiera se inmutó por el frío de mi piel.
Sonreí, es bastante lindo verle dormir tan profundamente, tan calmado, simplemente perfecto.
Tras dejarle un besito en la frente con cautela volví a leer el bestiario, pasando las hojas una por una de manera rápida, gracias a mi visión nocturna no me es necesario la luz artificial.
Cuando estaba por darme por vencido, algo llamó mi atención, era justo lo que buscaba, comencé a leer lo que estaba escrito ahí, según lo que decía era que en la primera luna roja que el rey vampiro vivió no le afectó en lo absoluto, de hecho esa noche sintió solo un ligero calor invadir su cuerpo frío, pero que solo duró un par de minutos justo cuando dio las doce de la noche. En cambio los convertidos tuvieron problemas en controlar su sed de sangre, la única manera de mantenerlos bajo control era encerrarlos en un lugar lleno de sangre para que ellos pudieran saciar su sed y no salir por los alrededores para terminar matando un pueblo entero.
Cerré el bestiario al obtener la información deseada y la deposité en la mesita de noche que estaba a un lado de la cama. Tenía que empezar a buscar mas sangre animal para la gran noche que sería en cuatro noches mas, el único lugar en los que podría encerrar a Aiden y Allison sería en la bodega de la mansión Hale ya que se encuentra en medio del bosque, lejos de la civilización, además pensaba pedirle a Deaton algo de Ceniza de montaña para crear una barrera, para que los vampiros no pudieran escapar.
Solo quedaría pedirle el favor a Derek, aunque no me guste la idea, era la única solución, por que Alan, Evan, y el Sabueso, tal vez la madre de mi novio también, los pensaba mantener en esta casa, con una barrera resguardando los también.
Por que tener a vampiros y hombres lobos juntos, dudaba que la cosa terminase de buena manera.
Dejando de pensar en eso me dispuse a admirar el rostro de mi bello ángel. Acaricié su mano que descansaba sobre mi piel, un suave ronquido escapaba de su boca, hasta que de repente comenzó a agitarse, su corazón comenzó a latir de manera descontrolada. Su mente conectó con la mía dejándome ver la pesadilla que estaba teniendo, aunque parecía mas bien un recuerdo.
Volteé mi cuerpo para quedar de frente, mi mano se deslizó por su brazo mientras dejaba besos por su mejilla y frente.
- Ssshh, tranquilo bebé, solo es un sueño - susurré aun sabiendo que no me escucharía, por lo tanto decidí cambiar el sueño que le estaba atormentando por una mas feliz, cantándole a través de la mente la canción que mi madre me cantaba cada vez que estaba asustado.
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Editado: 11.03.2020