- ¿Evan? ¿Conoces a mi hijo? ¿Donde está él? ¿Se encuentra bien? - el hombre me agarró de la chaqueta que llevaba puesta y sus ojos me suplicaban una respuesta.
Las demás personas que estaban se silenciaron.
- Yo, él... - no encontraba palabras para decirle algo.
- Por favor llévame con él, por favor necesito verlo - los ojos del hombre lobo se llenaron de lágrimas.
- Está conmigo y su esposa también - le informé.
- Dios - sollozó recargando la cabeza en mi pecho y yo me quedé sin saber que hacer.
Miré a Parrish y con la mirada le pedí que rompiese la barrera para que los demás lobos vayan saliendo, él lo hizo al instante y tras decirle a los demás que lo siguieran, salieron todos dejándonos al padre de mi novio y a mi para hablar.
- Señor - lo llamé sin alejarlo.
- Creí que no lo habían logrado, que no habían podido escapar lejos - musitó - creí que los había perdido.
- Ellos están bien - lo tomé de los hombros y lo alejé de mi con cuidado. El hombre era un poco mas bajo que yo, pero no tanto - De hecho su hijo es mi pareja.
- ¿Su pareja? - preguntó impresionado pero a la vez confundido.
- Si y debo decir que es un gran chico - le sonreí.
- Quiero verlo, no, quiero verlos - se veía emocionado y ansioso.
- Entonces vamos, que estamos esperando.
El hombre con una sonrisa asintió y comenzó a seguirme cuando empecé a caminar.
Al salir afuera de la cabaña vi a todos esperando, Aiden se me acercó sin quitar las vistas de todos los lobos, parecía algo temeroso.
- Este... Ellos...
- Ahora son parte del nido, son de nuestra manada - le informé y Parrish a su lado asintió a mis palabras.
- Pero Stiles, son hombres lobos - dijo desconfiado.
- Lo sé, pero no es como si fuera la primera vez que vamos a convivir con ellos - le resté importancia al asunto.
- Bueno, entiendo eso pero... "Donde los instalaras, no tenemos espacio en la casa de Deaton" - joder, me había olvidado de ese pequeño detalle.
"Yo ... Luego pensaré en eso", notifiqué a través de su mente.
Mirando a cada uno de ellos me di cuenta que muchos tienen heridas en partes de sus cuerpos. Hay ocho mujeres, tres son de mi misma edad, y diez hombres, seis jóvenes de mi edad y la edad de Alan. Aunque el mas menor parecía ser el chico que me habló allá adentro.
- Les daré de tomar unas gotas de mi sangre, para que sus heridas se curen y para formar el lazo de manada, de ahora en adelante estarán bajo mi protección y prometo hacer todo lo posible para que nada les pase nuevamente, quien no quiera quedarse conmigo, no los voy a obligar, pueden marcharse - hablé alzando un poco la voz - así que los que quieran formar parte de mi pequeño nido pueden pasar al frente por favor.
Después de decir todo eso, corte la palma de mi mano con una de mis garras, dejando que la sangre saliese.
- Definitivamente me voy con usted - el padre de Evan que estaba parado a mi lado dio unos pasos para quedar al frente y se arrodilló.
Le sonreí y extendí el brazo para darle de beber de mi sangre, unas gotas solo bastaron y alejé mi mano, el hombre cayó al suelo y frente a todos el hombre comenzó a convulsionar asustando a los presentes, pero yo mantuve la calma sabiendo de ante mano que mi sangre estaba haciendo su trabajo, pero me impresionó al ver como los huesos del hombre comenzaban a romperse para volver a reacomodarse, pero esta vez su piel fue cambiando de color a un rojo mientras todo se reacomodaba, y pelajes comenzaron a cubrir su cuerpo, todo se fue transformando hasta que frente a los ojos atónitos de todos, un lobo con el pelaje negro como la noche apareció en lugar del hombre, cuando abrió los ojos, estas eran de un color rojo, parecía confundido, alzó la cabeza y miró a su alrededor.
- Hey, tranquilo todo está bien- me acerqué y le acaricié la cabeza, sus ojos rojos se posaron en mi. - ¿Puedes pararte? - pregunté, pues sabía que el entendía lo que decía.
Me alejé unos pasos cuando comenzó a moverse con la intención de pararse entre sus cuatro patas. Pensé por unos momentos que le iba a ser difícil pero me asombro cuando de un brinco se puso de pié y caminó el pequeño tramo que nos separaba, es ahí cuando me di cuenta del collar con un diamante dorado que colgaba en su cuello.
- ¡Woow!- exclamó Aiden - ¡Esto es increíble!.
Al parecer durante la luna roja ellos no tuvieron la suerte de transformarse, como lo hizo los demás lobos, pero lo que se me hacía un poco extraño era los collares, tanto Alan y la madre de Evan también poseían aquellos, excepto los de la manada Hale-McCall.
- Yo quiero irme con usted - dijo el chico que antes había pedido estar en mi nido.
El joven se acercó mientras el gran lobo se hacía a un lado, por lo que tuve que darle mi sangre. Viendo como los demás iban formando una fila.
Creo que debo buscar una casa mas grande.
Evan.
Me sentía ansioso, ya hace más de media hora qué Stiles se había ido y aun no regresaba, temía que algo malo le hubiese pasado por que el cielo repentinamente se puso negro por las nubes, parecía como si una gran tormenta se estuviera acercando.
Mi madre trataba de tranquilizarme pero nada funcionaba, Parrish había ido detrás de mi novio y le siguió Aiden tiempo después, quise ir pero Aiden me lo impidió diciendo que Stiles se molestaría conmigo si lo desobedecía, pero él también lo estaba haciendo.
Antes de que se fuera, cuando nos contó sobre lo que había sucedido por la noche me dejó impresionado, o bueno, a todos nos sorprendió, pero no deberíamos, después de todo mi novio es alguien sumamente poderoso.
- Mamá, y si, ¿Algo malo le a pasado? - la miré con la preocupación sobresaliendo en cada poro de mi piel.
- Hijo, ya te e dicho que todo estará bien, él volverá - mamá me tomó de las manos. Así que solo asentí.
De pronto la puerta fue golpeada, y a los pocos segundos estaban ingresando unos hombres con trajes y portafolios, Allison había ido a abrirles. Entre ellos venía un hombre lobo, jamás lo había visto.
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Editado: 11.03.2020