¡Alois! ¿¡Estás bien!? ¿¡Dónde estás!? ¡Por favor dime algo! ¡Hijo, por favor dime donde estás! —gritaba aquella señora en un tono triste y desesperado, mientras su voz se rompía lentamente.
Mi celular estaba en suelo, talvez había respondido de alguna manera, aunque ni siquiera podía ponerme de pie.
Estaba tirado en la azotea de mi escuela, con un montón de polvo de ángel arrojado en forma de pastillas por el suelo.
No sabía por cuanto tiempo me habían estado buscando, pero realmente ya no me importaba.
Mi cuerpo estaba entumesido, sentía como si me hubiese desconectado por completo de él.
Mi madre estaba llorando, pero no sentía empatía o lástima alguna por ello.
Sería bueno si simplemente pudiese desaparecer por completo de la faz de la tierra en un instante, así quizá nadie intentaría lastimarme de alguna manera.
El cielo nocturno era completamente hermoso, y podía observar las estrellas con una increíble claridad.
Talvez en el fondo deseaba ver una estrella fugaz para pedirle un deseo.
No me sentía feliz o triste, simplemente me sentía cansado... me sentía tan cansado que los párpados me pesaban.
Sin oponer resistencia simplemente cerré mis ojos e intenté dormir sin preocuparme por el mañana...
Buenas noches.
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En cuanto abrí los ojos nuevamente, pude observar que me encontraba en un lugar completamente desconocido para mí.
—Alois Leonhart, te doy la bienvenida al más allá —Una linda chica de cabellos grises y ropa extraña estaba sentada en una especie de trono frente a mí —Lamento decirte que has fallecido hace poco.
—¿De qué estás hablando? ¿Es una especie de broma de mal gusto? Por que no le encuentro el chiste.
—La causa de tu muerte fue una sobredosis de fenciclidina, tu cadáver fue encontrado al día siguiente debido a su mal holor... tú estás muerto.
—Pero... yo no puedo morir aún... ¿Qué sucederá con mamá? ¿Quien va a defenderla de papá ahora? ¿Y qué hay de mis...
—Tú escogiste este camino, ahora ése ya no es tu problema— dijo en un tono de irritación interrumpiendome —
—¡Pero...!
Las palabras de esta mujer eran punzantes como dagas, y no parecía sentir empatía alguna por los demás
—Mi nombre es Iris, soy una Diosa que guía a los humanos que vieron terminar su vida a una muy corta edad, y a partir de aquí tienes dos opciones —Ella se levantó de su asiento y empezó a caminar hacia mí lentamente —Podrías quemarte en el fondo del infierno por ser un drogadicto asqueroso y egoísta que le dio la espalda a su madre a pesar de ser la única persona que realmente lo amaba.
—Deja de hablar como si me conocieras
—O, ¡podrías iniciar de cero una nueva vida en un nuevo mundo lleno de aventuras y donde tu única misión será vencer al rey demonio! —dijo con una gran sonrisa y extendiendo sus manos hacia el cielo —Apuesto a que no quieres arder por la eternidad ¿verdad? Así que supongo que eliges la segunda opción.
—¿Cuál es el punto de enviarme a otro mundo que desconozco si no sé hablar su idioma y donde probablemente muera por que tampoco es que sea muy hábil en algo?
—Es por eso que te ofrecemos un incentivo: Puedes escoger un arma, una herramienta o un talento que tú desees para ayudarte en tu peligrosa misión ¿Cómo la ves?
—Ajá ¿Cómo voy a comunicarme con los demás?
—Oh, no te preocupes por eso, nosotros los Dioses haremos que tu cerebro lo aprenda todo en un instante sin explotarlo en el intento.
—No parece ser un mal trato
—¡Así, nosotros te otorgaremos un enorme poder! ¿¡A qué estás esperando!? ¡Elige de una maldita vez!
—Pues... bien, iré al otro mundo
—¡Perfecto! Escoge de esta lista lo que sea que quieras y apresurate, no tengo todo tu tiempo
¡Era increíble! Una katana que podía matar con el más mínimo corte, un ojo que lo veía todo, un martillo que arreglaba todo lo que tocaba, una capa que te volvía invisible, un ojo de la obediencia absoluta, una armadura forjada por los mismos dioses y muchísimos más objetos trampa.
Entre tanto poder, no podía escoger nada.
—Apresurate, ya quiero pasar al siguiente —dijo mientras tomaba alguna especie de vino directamente de la botella.
—¡Pero es que ésto es simplemente...!
Ante sus ojos indecisos, una idea se le había ocurrido a aquella Diosa con problemas de alcoholismo.
¿Por qué no utilizarlo como anclaje a aquel mundo de placeres terrenales? Con aquel pensamiento en mente, ella hizo una pregunta.
—Si tanto te cuesta elegir ¿Por qué no llevas a esta Diosa contigo?
—Ni hablar, todo mundo sabe que las Diosas son inútiles.
—Deja de ser tan irrespetuoso, recuerda que estás hablando con una de ellas —dijo en un tono serio haciendo que yo no pudiese decir nada más —Llevarme tiene sus ventajas: Puedo curarte y quitarte maldiciones, vencer fácilmente a espectros y demonios, y purificar muchísimos espíritus en un instante.
—¿Y que ganas tú al hacerlo?
—Me ofende que creas que lo hago para ganar algo a cambio, simplemente es una caridad.
—Pues de acuerdo, te elijo a tí.
Una gran sonrisa invadió su rostro en ese instante.
—No saques los brazos de el círculo e intenta quedarte quieto, nos vamos en este instante.
Una luz recubrió toda la habitación y cuando volví a abrir los ojos, estábamos en un lugar similar a un pueblo.
En aquel lugar, todo mundo parecía estar loco, la mayoría llevaba armaduras y grandes espadas, bastones con piedras preciosas, grandes arcos y ropas muy llamativas.
Editado: 10.11.2020