Vecino de número

Capítulo 3

 

 

¿Qué tal tu entrada al descubrir la infidelidad de tu novia y tu amigo?

Al día siguiente de nuestra conversación, después de regresar de clases, no contuve la curiosidad de preguntarle. Él había sido el que había propuesto el tema, así que estaríamos a mano. Después de eso, supuse que no hablaríamos más.

Al final no les dije nada y cortamos sin mucha emoción. Lamento no haber aprovechado tu frase, me respondió no habiendo transcurrido ni diez minutos.

No te preocupes, ya habrá otras infidelidades.

Igual gracias por tus oraciones.

Lamento lo de tu novia y tu amigo, por cierto, no debe ser agradable.

No importa. Siempre elijo relaciones en que sé que voy a terminar traicionado para ahorrarme el mal rato de saber que fui yo el que tuvo la culpa de la ruptura. Prefiero que los culpables sean otros.

Me senté en mi cama y crucé mis pies mientras observaba la pantalla como si estuviera viendo una película entretenida.

Te conoces muy bien.

No tanto, lo descubrí en terapia hace un tiempo.

Yo nunca he ido a terapia, ¿cómo es?

Está bien, creo. No voy solo, llevamos una terapia familiar. Me gusta mucho más esa modalidad porque no se trata solo de que te señalen como el malo que está echando a perder la familia y tiene la culpa… ahí te das cuenta de que es la familia misma la que está echada a perder. Y que también todos deben esforzarse si no quieren que la familia se autodestruya, pero qué se yo, igual esa parte no es tan importante.

Suena bien. Tu familia debe ser especial para que sean capaces de juntarse para algo así. No me imagino a mi familia yendo.

Sí, es complicado.

Creí que la conversación terminaría ahí. Si había algo que detestaba era forzar una conversación que empezaba a convertirse en respuestas automáticas, pero él habló de nuevo.

¿Cuántos años tienes?

Me quedé un momento mirando mis pulgares, como si ellos fueran a iluminarme sobre los pros y los contras de dar esa información a un desconocido que podía ser un tipo de más de cincuenta que trataba de contactar jovencitas por mensaje. Resolví que no tenía mucho sentido siendo que había sido yo la que inició con eso.

Diecisiete. ¿Y tú?

Dieciocho.

Deberíamos conocernos.

Ya me esperaba que lo propusiera. Yo no tenía foto en ningún perfil, tampoco cuentas en redes sociales, así que, además de mi número, no aparecía ninguna otra información.

Eso no va a pasar.

Ya, en realidad eres un tipo de más de cincuenta que trata de contactar jovencitos por mensaje, ¿verdad?

Si eso te hace sentir mejor, créelo.

Ya sé que no eres un tipo, no hablas como uno. ¿Por qué no podríamos conocernos?

Me quedé mirando el último mensaje durante varios minutos antes de responder. Pensé en varios temas para desviar la atención de esa propuesta, o chistes que no llevaban a ningún lado, pero al final dije la verdad. Porque solo existían dos personas a las que era adecuado decirles una verdad importante sobre uno mismo: a tus seres más queridos y a un completo desconocido.

Soy fea.

Apuesto a que ya te has hecho una imagen mental de mí según mis respuestas, de seguro atractiva, porque tú eres un chico de cuerpo ejercitado y no creo que de cara seas distinto. Pero yo no soy nada de lo que tú te imaginas, y no voy a reunirme contigo solo para ver tu expresión decepcionada al conocerme.

Alguien me dijo una vez que cada quien puede ver lo que quiera en su reflejo, pero no se puede forzar a otros a ver lo mismo.

No, pero puedo directamente no enseñarte mi reflejo.

Está bien, no te voy a forzar.

Tenía un espejo de cuerpo entero en mi cuarto y al leer su respuesta no pude evitar observarlo. Hacía años que lo cubría con una manta y meses desde que no me animaba a verme en él.

No me sentía mejor por escribir lo que había escrito, no había sido liberador. Pero sí que era lo correcto. Lo que menos me dolería, al menos.

¿Puedo seguir hablándote de vez en cuando, vecina de número?

Abracé una almohada que tenía a la mano como una niña pequeña y asustadiza. Envié el mensaje y escondí mi rostro en ella.

Está bien.

 

 

*

 

 

Seguí hablando con mi vecino de número con regularidad.

Más que mantener una constancia, nuestras pláticas se tornaron diarias y, al menos para mí, se colaron en la rutina que había instalado llenando mis días con preguntas complicadamente innecesarias o chistes cruelmente divertidos. Nuestras conversaciones no tenían saludos ni despedidas, eran un solo diálogo que acababa cuando debía y reiniciaba cuando había de qué hablar.



#39523 en Novela romántica

En el texto hay: amor juvenil, familia, amistad

Editado: 13.11.2023

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