Ariel espera fuera del taller, no sabe si Marcos está o no. Pero ya tocó el timbre dos veces y más de tres no quiere tocar, ruega que esté por lo menos para descansar de la caminata, fue larga y tendrá que volver en taxi, por las horas que son, cuando está por tocar por tercera vez escucha ruido proveniente desde adentro del taller y sabe que alguien se acerca, en la puerta se escucha a alguien está intentando introducir una llave en la cerradura. La puerta se abre y Marcos aparece del otro lado.
—Hola Marcos, ¿amigo cómo estás?— lo mira y ve como Marcos mira para todos lados— ¿estás bien?
—Hola Ariel—Marcos estira su mano y se la estrecha—dime Vector por favor.
—Disculpa— dice Ariel y observa cómo el rostro de Marcos se relaja, lo invita a pasar con un movimiento de cabeza. Ariel lo sigue por detrás, siente la soledad del taller a medida que va caminando, lo sigue fiel como un perro ya que no puede ver bien en la oscuridad y Marcos no tiene problemas con eso y camina como si fuera pleno día. «Creo que veo un auto, muchos muebles llenos de tachos y cajas» Ariel estira sus manos para no chocar con nada, mientras caminan.
—Me agarraste durmiendo, Ariel— Ariel al escuchar esto saca su celular para ver la hora y de paso ilumina el camino, todos esos fantasmas se disipan, ahora todo tiene una forma física y con nombre de marcas reconocida, ve que son las 22 horas. «Es muy temprano para estar durmiendo» como si Marcos le hubiera leído la mente.
—Trabajar en el taller es muy cansador, por eso prefiero dormir temprano— llegan a la puerta azul por la cual la última vez Ariel cruzó del taller al patio trasero, esta vez esa puerta está cerrada, Marcos la abre con una llave y todo queda más iluminado con el brillo de la luna, y uno que otro foco que se encontraba afuera, cruzan por la puerta, todo sigue de la misma manera solo que se ve más abandonado, la pila de neumáticos y los tanques apilados en el costado, algunos manchados con grasa, partes de todos tipo de vehículos, a lo lejos ve ese pequeño galpón convertido en casa oculta en la oscuridad proporcionada por un gran árbol que lo cubre de la luz de la luna, «con razón el otro día que vine hacía más frío, a pesar que afuera hacía mucho calor» al llegar Marcos ingresa primero, prende la luz principal que tiene un foco de poco voltaje que no ilumina mucho, aparte de ser de luz amarilla, muy molesta para la vista. Ariel al entrar ya no siente todos esos olores que lo perturbaron la primera vez, ésta vez está todo un poco más limpio, no están las cajas de pizza y ni las manchas de vino bajo la cama, pero hay algo que le llama la atención e intenta fingir que es la primera vez que ingresa en la casa, así que va mirando todo con cuidado, cuando mira para la ventana donde estaban todos esos extraños libros y recortes de periódicos, nota que no hay nada, todo fue sacado de arriba de la mesa y guardado en alguna parte.
—Se ve acogedora— dice Ariel y se sienta en una silla de madera que se tambaleo y ya no tenía los cojines, mucho menos la pintura.
—Por el momento es todo lo que puedo ofrecerte amigo— dice Marcos, y Ariel ve cómo él va a la heladera y saca una botella de la oscuridad, ésta no tenía luz interior, se dirige a un mueble y de un cajón saca dos vasos cortos de plástico — ¿Quieres un poco de vino Ariel?— dice y muerde el corcho sacándolo del pico de la botella, lo escupe sin importar a donde vaya a caer. Marcos toma un trago directo de la botella, luego sirve en un vaso, y se lo deja adelante, toma otro trago y vuelve a servir en el otro vaso, luego se siente frente a Ariel en una mesa redonda de plástico.
Ariel mira el vaso y niega con la cabeza, Marcos lo mira— No, gracias, comí mucho y un poco de vino no creo que me haga bien— dice Ariel y aparta el vaso con la mano.
—Más para mí—dice Marcos, toma el vaso y vierte su contenido en su propio vaso— Aparte este es un buen vino.
Ariel mira la botella, nota que no tiene ninguna etiqueta que pueda decir su marca y calidad, tiene la pinta de estar caliente— ¿Hace cuánto que estás viviendo acá?
Marcos que estaba sentado en una silla de plástico, apoya su codo en el poza brazo y tira todo su peso para ese lado, como si la pregunta de Ariel fuese una que está cansado de responder, la mirada de Marcos se pone seria— Creo que unos pocos meses Ariel, dos como mucho— dice Marcos y toma de su propio vaso hasta el fondo.
—La otra vez pasé por tu casa y vi que la pusieron en venta, ¿todavía te pertenece?— dice Ariel que se acomoda un poco en la silla y apoya el yeso sobre la mesa.
—Ahora es propiedad del Banco, Ariel, desde hace mucho tiempo, cuando me enteré de eso creo que perdí un poco la cabeza y fui a hacer de forma pacífica mi reclamo— se ríe fuerte, Ariel sabe que está siendo sarcástico—y creo que tuve uno que otro problema llenando sus formularios y terminé detenido un par de horas.
«Cuánto serán un par de horas, quizás un que otro día» pensó Ariel— ¿Eso también fue culpa de tu tío?
—Sí, se puede decir que sí, me dejó en la quiebra y no me quedó otra que vender la casa para pagar todo lo que provocó mi tío— Mira para la ventana y luego posa su mirada en la botella y vuelve a beber directo de la botella para luego servirse otra vez en el vaso. Todo lo que quedaba de la botella quedó en el vaso, le faltó un centímetro para llenarlo hasta el borde, dejó la botella al lado del vaso y se apoyó con ambos brazos en la mesa y miró fijo el vaso— cinco para el peso— mira de reojo Ariel. Ariel nota tristeza en la cara de Marcos.
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Editado: 19.03.2024