Vector Oscuro

Ariana

Ariana vuelve manejando de la Universidad, pensando en que no falta nada para los parciales, tiene un poco de estrés, «el yeso de Ariel, no lo ha dejado ir a clases, espero que esté al día con las materias» piensa mientras va manejando a su casa. Suena en la radio otro tema que le gusta, se relaja, mientras espera en un semáforo «creo que estos días estoy libre, pobre Ariel, debería ir a verlo y ver si necesita una mano. Tengo que hacer que me de información de Marcos. Micaela, la hermana lo mandó al frente al decir que nadie quería comer sus tartas, él no estuvo solo hasta mi llegada, si ese que salió por delante no era Marcos, ¿quien era y porque no me lo dijo?» El semáforo se pone en verde y tomó la decisión de ir a verlo, maneja media hora y siente que se le pincha una rueda del auto— No lo puede creer— «cerca de la casa de Ariel creo que hay un taller donde puede reparar la rueda pinchada. Tengo que hablar también con mi madre, la debe estar pasando muy mal desde que se fue Rubén» saca su celular del bolsillo, busca el contacto de su madre en la agenda. «Podría salir a comer esta noche con ella, hace mucho que no salimos la dos juntas a comer pizza, será noche de chicas, no puede decir que no, y menos a su comida preferida»— Luego le escribo—Maneja un poco, sabe que cualquier cosa puede dejar el auto e ir caminando a la casa de Ariel, es una larga caminata pero no tiene problemas en caminar para lo de su mejor amigo.

Llega al taller y lo recibe un hombre, «creo que tiene 60 años», nota que no está sucio o debe trabajar muy bien. Tiene un rostro agradable como de una persona de confianza.

—Hola señorita, en que la puedo ayudar, mi nombre es Julio— dijo el sujeto mientras miraba a tres de sus empleados trabajando en un auto, que por lo visto no le funciona el motor.

—Un gusto Julio, venía viajando y se me pinchó un rueda trasera—  dice Ariana, se acomoda el pelo tras su oreja derecha, un mechón rebelde que no quedó sujeto por las hebillas que llevaba puestas, vestía una camisa cuadrillé arremangada a la altura de los codos, jean azul claro y unos borcegos negros, y los labios pintados de un color rojo casi rosados.

—Bueno señorita, puede traer el auto, ya le mandó a un chico para que la ayude.

Ariana sale del taller y busca el auto que lo dejó a unos 20 metros estacionado, sube y lo acerca al taller, Julio la espera en la entrada, y Ariana baja.

—Que rápido fue, ¿hace mucho que maneja?—preguntó Julio que busca a alguien con la mirada.

—Desde que cumplí mis 18 años, mi padrastro me enseñó a manejar, y el día que conseguí mí licencia me regalaron este lindo auto…

 La interrumpe Julio cuando gritó— Marcos, ¿Dónde estás? Ven para acá que hay clientes.

 

Ariana al verlo entrar por la puerta trasera quedó sin aliento, esta vez era él , Marcos… «la ropa es igual al sujeto que salió por delante de Ariel aquella noche, te odio Ariel, te odio y mucho» siente que el enojo va desapareciendo hasta quedar en un segundo plano, en un tercero, hasta olvidarse de Ariel, ahora solo quedó viendo como Marcos caminaba con una sonrisa en su rostro. Siente su pecho contraerse mucho por una felicidad, nunca creyó que algún día pudiera sentir tanta felicidad otra vez, sentía que por sus mejillas corrían lágrimas, movió los labios para hablar pero no pudo, hace mucho tiempo se imaginó encontrarse a Marcos, muchas veces, en una plaza, en algún shopping, local de comida rápida, aunque sea de casualidad, rogaba por verlo. Sabía lo feliz que la haría, pero justo un día como hoy cuando pensó que no podía ser peor, despertarse tarde, desayunar sola, para luego ir viajando y que se le pinchara la rueda, y terminar en un taller que no conoce.

 Marcos está cada vez más cerca, a unos 5 metros de distancia, Ariana se cubre la boca como si pudiera tapar un grito de alegría, pero sabe que eso no puede ser, ya intentó hablar y no pudo « ¿Qué te pasó Marcos?, mira como estas, perdiste mucho peso y ya no tienes ese brillo en los ojos… ¡Estás todo desprolijo! » dio un profundo respiro, cerró los ojos por un segundo y pudo decir—Marcos.

—Señorita veo que conoce a Marcos, cuánto me alegra eso, todo este tiempo pensaba que era un solitario sin amigas— la toma del hombro pero ella da dos pasos rápidos y se abalanza al amor de su vida.

Siente el calor del pecho de Marcos, su respiración. La felicidad con un gusto amargo que siente que se va, siempre estar con Marcos le daba como una paz que ella no podía describir, simplemente se quedó ahí, con los ojos cerrados sin importar lo que sucediera fuera de esos brazos que la contenían. Se apartó un segundo del pecho de Marcos para mirarlo a los ojos y comprobar que no fuera un sueño, al hacerlo se encontró con los ojos negros y profundos de él, dio un pequeño suspiro y se apoyó de nuevo en su pecho.

Escuchó hablar a Julio— Marcos tienes un descanso y después por favor parcha esa rueda y continuemos con el trabajo— luego de eso sintió como Marcos toma aire y le responde a Julio. Las manos de Marcos estaban apoyadas en la espalda de Ariana acariciándola , luego sintió una pequeña palmadita en la espalda .

—Ariana me escuchas, necesitamos salir de acá, así los demás pueden seguir trabajando— dice Marcos apartándose— no quiero ensuciar tu ropa con grasa, estás muy linda por cierto—.

Ariana siente como su cara se sonroja y se mira la ropa, no ve nada sucio, pero de la vergüenza no quiere mirar a los demás presentes, ve que Marcos toma de su mano y la guía hacia una puerta que no es por la que ha entrado, lo sigue sin más. Cruzan la puerta y ve que entre el pasto y piedras hay un camino de tierra por el cual ambos van caminando, decide levantar la vista y llegan a un galpón hecho casa, una puerta de chapa corroída por el óxido y despintada sin cerradura de la cual cuelga una cadena.




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