Venciendo al tiempo

Parte 2. La búsqueda, Spinto. La presencia de Terno.

El descanso eterno se ha roto, el alma se ha activado otra vez. Se ha activado como quien enciende un ordenador, la luz parpadea y el silencio ha estallado en un ruido ensordecedor.
—Anciano déjame en paz, deja de torturar esta alma en su descanso.
Nada a su alrededor hace que note la presencia del anciano, de pelo blanco y sombrero de paja, solo una joven tumbada en el suelo.
—¿Quién está osando despertar este alma?. ¿Eres tu anciano que ahora te disfrazas de mujer?
Pero nadie responde.
La joven se despierta al sentir una presencia, un escalofrío recorre su cuerpo. Se incorpora nerviosa, cree que puede ser la presencia de sus perseguidores, pero no oye ningún sonido. Mira su móvil pero sigue sin recibir ningún mensaje y sigue sin tener señal. Instintivamente su mano se va a su colgante y su otra mano al suelo.
El alma siente la presencia de algo que le es familiar, algo que en su momento le perteneció.
Después de unos minutos la chica se levanta y decide irse, no puede estar más tiempo allí esperando debe llegar antes de que amanezca a las montañas, Daniel puede haber leído su mensaje y estar enviándole la ayuda.
Sigue su caminar en dirección a las sombras que se reflejan en el cielo negro, pero a los pocos metros vuelve al lugar donde estuvo tumbada y empieza a cavar el suelo con sus propias manos, no entiende por que lo hace pero se ve como poseída por esa necesidad de desenterrar lo que allí se oculta.
A lo lejos se ve un reflejo de luz, la chica lo ve y sale de ese momento de posesión.
—Vienen para aquí, me han descubierto.
Marca la zona, donde ha estado, con unos palos que ha encontrado; en su teléfono también marca la posición y se pone a correr en la dirección que antes había empezado a recorrer.
—La chica debe andar por aquí cerca, ése es su todoterreno.
Los hombres se bajan y empiezan a mirar con sus linternas el suelo buscando huellas.
—Por aquí se fue, aquí se ven marcas de su calzado.
—Venga, subir y vamos a seguir el rastro.

Frank no sabe qué hacer, la empresa Martins sigue trabajando en la zona acotada sin resultados, las últimas palabras que tuvo con María eran de un reino conocido como Spinto; si Abel había hablado con el otro bibliotecario es porque éste debe tener información que le puede poner en el camino correcto. No entiende por que la chica no ha ido a hablar con él, pero quizás es la pista que debe seguir, arriesgar todo a una sola carta. Así que decide irse a Frentas.
En otro lugar cerca de Frentas está Daniel que ha podido recibir el mensaje, y ahora está nervioso, sabe bien donde es donde tiene que ir a buscar a su chica. 
—Porque no me has dicho nada María, ahora está en peligro por mi culpa. Debí de ser más cuidadoso con mis papeles, nunca debiste haber visto esa documentación.     Seguramente lo has visto cuando te pedí que me enviases los números de teléfono que tenía en esa carpeta.
   Es mi culpa, es mi culpa.
Está hablando solo cuando se está lanzando a toda velocidad por el desierto para llegar al punto que le ha dicho su chica. Sus equipos de rastreo son mucho mejores y aunque estan en el desierto tiene cobertura de teléfono, y de localización.
La noche aún es de una oscuridad casi total cuando se pone en movimiento, pero a pesar de ello, Daniel sortea los peligros con facilidad, lleva muchos años en el desierto y puede leer y solucionar los problemas antes de que se produzcan, eso no quita que dentro del todoterreno vaya botando como si un niño estuviera botando una pelota en la calle.
Las luces alumbran el camino, los ojos fijos en cada montículo de arena y la pistola cargada en la guantera, espera no tener que usarla, pero si lo tuviera que hacer es algo para lo que está preparado. En su trabajo a veces ha podido salvar su vida gracias a un arma.
Parece que las piernas no le aguantan más, las luces del amanecer le dejan ver que las montañas están cada vez más cerca, pero... las luces de los vehículos que la persiguen también se están acercando. Al fijarse a la izquierda ve otras luces que se acercan con rapidez, teme que no será capaz de llegar a ocultarse en las rocas de la montaña.
—Saca el coche de ésa duna, no puede estar muy lejos.
—Si también ayudases a desenterrar la rueda seguro que podemos salir antes.
Después de unos segundos que ha necesitado para recuperar el aliento, mira su teléfono pero todavia no tiene señal, fuerza a su cuerpo a volver a ponerse en movimiento.
De momento solo las luces que están a su izquierda se van moviendo rápidamente hacía el lugar que ella había marcado para que la buscase Daniel, quizás es él el que va conduciendo ese vehículo. Levanta las manos intentando hacerle señales para que la vea, pero el chico solo mira el GPS para ver que va a la dirección correcta.
Vuelve a dejarle otro mensaje.
—Daniel estoy aquí, aún no he llegado al punto de encuentro, estoy a unos cinco kilómetros más o menos.
El motor de la furgoneta de los secuestradores ya se oye en la lejanía aunque todavia no está a la vista.
—Mira allí parece que hay una persona —dice uno de los secuestradores que está mirando por los prismáticos.
—Tenemos que detenerla antes de que llegue a las montañas, aunque cuando llegue la luz del día no tendrá donde esconderse.
Ella sigue corriendo aunque su cuerpo apenas consigue avanzar ya en línea recta. Empieza a llorar viendo que no lo va a conseguir.
El sonido sigue aumentando y ya al girarse ve el coche avanzando con rapidez hacia su lugar. Piensa en tirarse al suelo para ocultarse pero se da cuenta de que ellos ya la han visto y no tiene forma de escapar.
El tropezón contra una roca que se ocultaba en la arena le hace caerse al suelo y ya no intenta levantarse. El vehículo llega hasta donde está ella, la adelantan interponiéndose entre las montañas y ella. Una vez detenidos se bajan los tres hombres, uno de ellos lleva el arma en la mano.
—Que pensabas que ibas a poder escaparte de nosotros.
—Dejarme en paz.
—Esté golpe que me has dado en la cabeza lo vas a pagar. Yo he intentado llevarme bien contigo, pero ya que quieres que sea duro, así lo seré.
—Por favor, dejarme en paz.
—Te llevaremos a las ruinas y ya allí vamos a hablar de arqueología.
La chica intenta escaparse pero no tiene fuerzas para ello y rápidamente es retenida por uno de los secuestradores que la intenta llevar al coche. Ella empieza a darle golpes y patadas hasta que el otro hombre le apunta en la cabeza con la pistola.
—A ver si eres tan fierecilla cuando estemos a solas, me gusta que las mujeres sean así.
—Dejarme en paz, no quiero ir con vosotros.
—Bueno y porque esperar a llegar a las ruinas, aquí mismo vamos a probar lo que tienes ahí guardado. Empieza a manosearla mientras ella intenta alejarse.
—Felipe, cógele las manos para que pueda quitarle los pantalones.
—Déjala en paz, y vayámonos.
—La dejaré en paz cuando la haya follado.
Intenta quitarle la ropa, pero ella se sigue resistiendo. Él le da un golpe en la cara con la pistola, un golpe que la ha dejado atontada tirada en el suelo.
—Venga vayamos ya para el campamento.
—Si vosotros no queréis es vuestro problema, yo voy a aprovechar este momento con esta zorra y cuando lleguemos al campamento me la volveré a tirar tantas veces como quiera antes de matarla.
Le ata las manos, le tapa la boca con un trozo de tela de su camisa y empieza a quitarle el pantalón.
Los otros dos hombres permanecen inmóviles sin saber que hacer mirando como intentaba violar a la chica.
Cuando ya está a punto de penetrar a la chica una voz a su lado le dice que lo deje. Esa voz no la reconoce, al girarse ve a los otros dos hombres con los brazos hacia arriba. Él se gira rápidamente con la pistola en la mano dispuesta para disparar, pero antes de que pueda ver su cara un fuerte sonido resuena como eco en las montañas, la ropa del secuestrador empieza a teñirse de color rojo, y el arma que tenía en sus manos cae al suelo, durante unos segundos permanece de rodillas hasta que sigue el mismo destino que el arma.  
—¡Daniel, Daniel!
—Tranquila cariño, ¿estás bien?
   Ven que te desato las manos.
Al pasar la mano por la cara ve una gran mancha de sangre,
—Sí, cariño, es solo un corte en la ceja, no creo que tenga más daño.
—Toma estas cuerdas, vete atando a estos hombres.
Ella así lo hizo, Daniel comprueba que el hombre está muerto y se levanta apuntando a los otros dos con los ojos encendidos; María se asusta al ver la expresión de la cara de su chico. Les apunta con el arma para dispararles.
—Noooo, Daniel por dios, no los mates.
—He de hacerlo cariño, estos no tienen piedad y con un descuido pueden matarnos.
—No, no por favor, nosotros no hacemos eso, no somos asesinos.
—Estabais viendo como vuestro compañero iba a violar, y posiblemente matar a mi chica y vosotros que hicisteis, nada, posiblemente estabais esperando que os llegara vuestro turno.
 —No, nosotros no haríamos eso. Fue él el que lo iba a hacer. Él tenía el arma, nosotros vamos desarmados.
—Mejor no me fio.
—No, Daniel, por favor hazlo por mí, no los mates, llevémoslos a la autoridad y que paguen por su delito. No los mates.
Empieza a llorar y se pone entre Daniel y ellos, de manera que tiene que bajar su pistola para no herirla.
—Quítate por favor, esta gente no entiende de piedad.
—Amor mío, no lo hagas.
—Hágale caso señor, nosotros no haremos nada.
Ella se da la vuelta y se encara a ellos.
—¿Quién es Felipe?
—Soy yo.
—Porque me habéis secuestrado, que he hecho yo para que actuarais así conmigo.
—Teníamos órdenes.
—¿Órdenes? ¿De quién?
—Cariño estos pueden ser secuestradores de mujeres para hacerlas esclavas de sexo.
—Es eso lo que ibais a hacer conmigo.
—No, no. Nuestro jefe quería encontrar las ruinas.
—Vuelvo a preguntarte ¿Quién es vuestro jefe?
—No lo sé, yo solo contacto con él por teléfono.
—Pero tendrás un nombre, un teléfono, una dirección donde encontraros.
—Es la primera vez que nos llama.
—Dame todos los datos que tengas de él.
La chica coge el teléfono satélite de Felipe y llama a ese número.
—Ya te he dicho que no me llames, que lo haré yo.
—¿Quién es usted?
Esa voz no es la de Felipe y el hombre se queda callado como si la voz se hubiera ido de su cuerpo. Se da cuenta de que la cosa no va bien, si ella le está llamando desde ése teléfono es que Felipe o lo ha traicionado, o ha pasado algo peor, tiene retenidos a sus hombres.
—Dígame quien es usted y porque tiene tanto interés en mí.
Sale corriendo de la biblioteca, saca la tarjeta del móvil, la rompe en varios pedazos que va esparciendo por la calle y el terminal lo tira en una alcantarilla.
Su corazón está ahora palpitando de una manera que parece que le vaya a estallar, afortunadamente la tarjeta era libre y no pueden localizarle, y esos hombres solo ha contactado con ellos por teléfono y no pueden dar ninguna referencia de quien es.
—Ha colgado.
   Gracias Daniel, gracias por venir a buscarme, gracias por salvarme la vida, gracias, gracias.
La chica se lanza a los brazos de Daniel y lo abraza con fuerza, mientras llora desconsolada y él va besando sus lágrimas.
—Cariño me has asustado cuando he leído tu mensaje. ¿Qué haces aquí?, ¿por qué no me has dicho que venías a estas tierras?
—Lo siento amor, lo siento mucho, tenía miedo de que te enfadases por estar aquí. ¿has estado tú en ésa ciudad?
La pareja se aparta y Daniel baja la cabeza mientras habla con ella.
—Sí, cariño, si he estado.
—¿Por qué no me has dicho nada, por qué me has ocultado este hallazgo, por qué si sabías que estaba buscándolo, por qué me has mentido cuando te decía si había ruinas?
—No puedo decirte nada, no podía. No, no te he mentido, tú me has preguntado si estaba cerca de Maniret.
—Sí, en eso llevas razón la búsqueda se centra en aquella zona. Pero deberías haberme ayudado.
—No puedo cariño, me juego mi trabajo. El jefe es ese rico que comentabas, ha pedido que no se informe de ese hallazgo y que se le lleve todo lo que aquí se encuentre.
Quería decírtelo, quería traerte y aunque no lo creas te deje la pista que te podía llevar hasta aquí, lo que no sabía es que ibas a atreverte a venir, como me decías que estabas en donde Frank no me preocupe más.
—¿Me dejaste la pista?
—Para qué crees que te dije que me buscaras los teléfonos, esa hoja la tengo también con mi documentación y el punto que figura en el mapa, no figura en el mapa que entregamos a las autoridades.
—¿Has puesto tú esa marca?
—Sí, y al fijarme en la marca de tus documentos me acordé de una marca que hay a la entrada del palacio.
—¿Qué marca?
—A la entrada esta ese mismo símbolo, posiblemente sea el emblema de estos Reyes.
—No lo he visto, bueno la verdad es que nada más llegar lo primero que quise hacer es entrar a investigar y con la poca luz de la linterna no he podido ver nada más, pensaba ir al día siguiente y empezar a fotografiar y tomar notas de lo que fuera encontrando.
   Se ha encontrado alguna cosa.
—Sí, no te puedo decir que es lo que se ha encontrado porque cuando llegue ya habían entrado y se habían llevado varias cosas. Yo me enteré cuando fui a ésa zona porque uno de los trabajadores había muerto.
—¿Dentro del palacio?
—Sí, como lo sabes.
—Había restos de ropa de una persona, y supuse que había habido un accidente.
—Pues sí, se derrumbó cuando estaban abriendo una entrada y murió, desde esa fecha que yo sepa no se ha vuelto.
Daniel sube a su coche a los dos hombres que en todo momento han permanecido callados, y la chica se sube al vehículo de los secuestradores, se dirigen hasta el coche de la chica que tuvo que dejar cuando se quedó sin gasoil.
Rellena el depósito y pasa todo lo que tiene en el coche al suyo y se van dirección a las ruinas de Spinto.
La pareja está ahora de pie mirando lo que queda de fachada del palacio.
—Mira ahí en el centro de lo que fue la puerta de entrada, ahí está el escudo.
—Sí, ahora que me fijo, si es igual que este colgante, bueno, es una parte de ese escudo —ella se descuelga del cuello la pieza y lo compara en la distancia.
   Voy a entrar para seguir investigando, algo podrá haber quedado en el interior, y no obstante, entre estas ruinas tiene que haber más restos ocultos en toda la ciudad.
—Tengo que llevar a estos hombres ante la justicia, no quiero que se escapen y tengamos problemas mayores.
—Sí, si, pero entrare antes a echar un vistazo, algo me lleva al interior de éste lugar, algo que me atrae más que el simple interés arqueológico.  
—Vale, pero entraré contigo, y hay que tener mucho cuidado en cualquier momento se puede venir todo abajo.
Con mucho cuidado van examinando y sacando fotos de todo lo que ven, han llegado a la cripta donde están enterrados todos los reyes de esa dinastía, bueno todos, todos no, falta Terno y su padre.
Una parte del palacio ya está anegada por la arena y no es posible entrar, la parte visible ha mostrado una gran belleza en las paredes y suelos. La zona que no fue expoliada por los hombres de la empresa también guardaba pequeñas joyas en mobiliario que a duras penas ha conseguido superar el paso del tiempo, la suerte que al ser un ambiente tan seco la humedad no ha hecho mella en las maderas y telas. No obstante, no toca nada por si el solo hecho de rozar la mano lo pueda romper.
—Eso no te traerá problemas.
—No lo sé, pero si mis jefes preguntan por algo saben que tiene mucho que perder.
—Dani, tengo que hablar con ellos para que entreguen todo lo que se han llevado.
—¿Crees que es necesario?
—Dani, es algo muy importante lo que se acaba de encontrar.
—¿Hablare con ellos?
—Sé que pongo en riesgo tu trabajo, pero entiende cariño que esto es muy importante, esto no se puede ocultar.
—Lo sé, pero… nada, te ayudaré.
 
El vuelo ha sido tranquilo, Frank se dirige a la biblioteca a encontrarse con Ricard.
—Le reitero que no sé nada de esa chica que me dice, además estoy demasiado ocupado con mis libros.
—Mire la fotografía, sería está chica.
El hombre duda si decir que si, o que no, pero ahora después de saber que ella está viva duda que hacer.
—Bueno, ésa chica igual la he visto.
—Se llama María, y me dice su amigo que iba a venir a verla.
—Sí, ahora que pienso, si estuvo aquí. Lo que pasa como le comentó, mire como tengo mi despacho, no tengo tiempo casi ni para pensar.
—¿Y que quería preguntarle?
—Algo de unas civilizaciones antiguas.
—De hace unos dos mil años.
—Sí, algo de eso, pero ya le dije que solo son leyendas.
—¿Sabe a dónde se fue?
—Pues ni idea, yo como me pasa con usted, no tengo tiempo para pensar en nada, tengo que ponerme a trabajar, y si me lo permite es lo que me voy a poner ahora.
—Párese quieto —lo dice de forma enérgica.
   No he estado tragando arena en el desierto para que ahora una mocosa me robe el protagonismo de éste hallazgo. Así que ya me está diciendo todo lo que hablo con ella y lo que le entrego, porque de aquí estoy seguro que de aquí no salió con las manos vacías.
—De aquí no se llevó nada, únicamente la dejé mirar unos libros que no pueden ser sacados de aquí.
—Pues ya está tardando en tráermelos.
—Venga conmigo, y nada más que los vea se irá de aquí, y me dejará en paz. Si me intenta molestar otra vez llamaré a la policía para que le detenga por amenazas.
—Perdone, no es mi intención asustarle, pero entienda que llevo toda la vida trabajando y teniendo que luchar por conseguir algo para que sea tu propia compañera, a la que has dado toda tu confianza, la que te traicione.
—No es mi problema, pero por favor termine pronto y váyase.
   Está en la misma mesa que hace unos días estaba María leyendo esos mismos libros.  Los libros tienen muchos datos de pueblos antiguos que habitaban en esta zona, pero no dicen un lugar concreto, le falta un plano, un punto en el desierto que indique… "aquí Frank, aquí es donde tienes que cavar y desenterrar ese trozo de historia"
La prensa llenará titulares del hallazgo, y él posará con el tesoro olvidado de un Rey.  
Pero ése sueño se está desvaneciendo sabiendo que ella está adelantándose, igual que Martins por el otro lado y al final va a ser el tonto de turno.
—No, no quiero ser el tonto de turno  —aunque lo ha dicho en bajo el silencio de la sala ha hecho que pareciera que gritase.
Siguió apuntando en una hoja datos que va sacando de los libros pero nada concluyente que le sirviera de punto de partida, o de un lugar donde pudiera sacar más información.  
Al salir de la biblioteca vuelve a llamar a la chica, pero el teléfono no está operativo.
En la empresa de alquiler se entera de que una chica ha alquilado un todo terreno hace una semana y pico.  
—¿Dónde estás María?
Unos días después la pareja está saliendo del desierto y adentrándose en la ciudad. Llegan en dos coches, una en la que va Daniel con los dos hombres, y ella en su todoterreno. Su primer destino será la comisaria de la policía para entregar a los secuestradores y poner la denuncia, luego se irán hasta el ayuntamiento para dar parte del hallazgo arqueológico.
Al llegar a la comisaria los policías detienen a la pareja y a los hombres que él lleva atados.
—¿Que ocurre, porque están estos hombres atados?
—Vengo a presentar una denuncia.
—Ustedes me dirán.
—Estos hombres han secuestrado a mi pareja.
—Vengan a comisaría y me explicarán que ha ocurrido.
—Esta es la prueba, les traigo a los secuestradores.
—Deje a los hombres y nosotros nos encargamos.
La pareja sale de la comisaría, después de muchas horas de interrogatorios, afortunadamente los dos hombres han testificado afirmativamente echando la culpa al hombre muerte, y a un supuesto jefe que no conocen. Ahora es la policía la que tiene que levantar acta de la muerte del secuestrador  y localizar al jefe de la banda.
—Tengo reservado el hotel para todo el mes, así que podemos ir ahora allí y darnos una ducha que la necesitamos.  
El ayuntamiento está cerrado por lo que hasta mañana por la mañana nada podremos hacer.
—Me parece bien. Además, aprovecharé para hablar con mi jefe, me espero lo peor.
—Yo lo voy a poner en conocimiento, no daré esa información que me has dado pero sería importante que ellos sepan que se va a buscar a los que han expoliado el yacimiento.
—Lo sé cariño, lo sé, y voy a hacer todo lo posible por ayudarte.
La noche paso tranquila, por fin, después de todo este tiempo de calores, frío, sed y hambre estaba tumbada en la cama; su cuerpo está dolorido de los viajes y se duerme casi al instante.
Pero Frank no se ha quedado atrás, ha encontrado un resquicio donde agarrarse y por eso está ahora en el desierto circulando en la noche y luchando por no quedarse encallado en la arena.   
—María, María, te he encontrado —dice mientras conduce.
En un momento desesperado ha tenido que tirar aún más de sus ahorros, ya mermados, para conseguir información de los empleados de la empresa de alquiler.Por suerte para él tiene geolocalizado el vehículo en todo momento. Esta es una información que no debe darse a nadie, salvo que las autoridades lo exijan, y siempre con una autorización de un juez. Pero todo el mundo tiene un precio, y ese precio es el que ha tenido que pagar Frank.
En su pantalla tiene una copia de la ruta que ha seguido la chica hasta el día de ayer. Cree que ha encontrado el punto principal, pues el todoterreno ha ido a ese lugar en dos ocasiones, por lo que algo importante debe haber en ese lugar, y posiblemente la encuentre allí, no sabe lo que hará cuando llegue, pero si que está dispuesto a todo.
Al ser una copia ya antigua no sabe que la chica ya estaba llegando  a la ciudad, cuando él estaba a punto de encontrar las ruinas.
Después de un duro viaje llega a su destino, frente a él tiene una ciudad milenaria, le tiemblan las piernas, por fin va a conseguir el premio a su insistencia. Aparca el vehículo cerca de la puerta y se va a su interior, en lo que otros ojos ven una ciudad destruida, él ve un hermoso yacimiento arqueológico, ve el culmen a su trabajo.
Todo se viene abajo cuando ve la tienda de María, revisa la ciudad y no la encuentra,  ve el palacio y las entradas en los muros. 
—Tengo que hacer algo, no puedo perder esta oportunidad, no a manos de mi ayudante. 
Decide empezar a moverse para adelantarse a todos. Descuelga el teléfono y llama a las autoridades de Frentas para avisar del descubrimiento de estas ruinas, de esta ciudad. Habla con el responsable de Frentas, pues estas tierras pertenecen a esa región, y registra el hallazgo a su nombre, dando las coordenadas de su localización.
Da también el aviso que se va a poner a trabajar en esta zona que tiene pinta que ha sido expoliado no hace mucho, por lo que pide a las autoridades que se hagan cargo de la posible venta de piezas de este lugar. Según sus indicios debe tratarse del reino de Spinto.
El segundo paso es deshacerse de las cosas de María, no quiere que cuando vengan las autoridades vean que ella ha estado aquí.
Y por último ha llamado a la universidad para denunciarla por colaboración desleal,  teme que esté trabajando para alguna compañía privada y ayudándose de la información que él ha estado recopilando todos estas semanas. Pero al final decide de momento no hacerlo.



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En el texto hay: tiempo, aventrua

Editado: 27.02.2021

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