Venciendo al tiempo

Parte 3. Dios del tiempo.

Las decisiones que tomes en esta vida decidirán tú futuro. 
  
Un alto ejecutivo está gritando al cielo, en sus manos los últimos informes médicos.
—He malgastado hasta la última gota de mi sangre para conseguir curar mi enfermedad y me decís que no se ha conseguido … ¡¡NADA!!
—Señor, la vejez se puede ralentizar, pero no se puede conseguir la eternidad.
—¡Dios del tiempo!, detenlo para mí, te serviré toda la vida.
—Señor, quizás hay una solución.
—¿Qué dices?
—Antiguos escritos dicen que el corazón de jóvenes vírgenes tiene el poder de permitir la vida eterna.
—¿Estás seguro?
—No mi señor, esto no es una ciencia exacta.
—Nada tengo que perder. Prefiero la muerte de mil vírgenes, a la mía.
Encárgate de los preparativos necesarios.
—Pero señor éso es..., éso es quitar la vida a otra persona —dice otro de los científicos.
—¿Tú no crees que eso se pueda conseguir?.
—No, no hay nada científico que diga que eso sea cierto.
—Puede ser que tengas razón, pero sigue siendo una oportunidad.
—Esa es una locura.
En otro lugar muy, muy lejos, alguien lo está escuchando.
—¿Te recuerdan algo esas palabras?.
Y ahora que, Terno, que vas a hacer, ¿Vas a detener el tiempo?
—No anciano, he aprendido la lección.
—Ven, demos un paseo y acerquémonos a este estanque.
—Vale.
Los dos hombres van caminando relajadamente disfrutando de un paisaje muy hermoso y mágico.
Sentados en un banco de madera que mira hacia el estanque están disfrutando de una tarde soleada. El anciano pasa su bastón sobre el estanque, y en el empiezan a aparecer imágenes, sobre la superficie del agua, el tiempo va retrocediendo y Terno queda mirando fijamente las escenas.
En estos momentos se está viendo a sí mismo. Cuando el anciano toca su cuerpo y el alma vuelve a entrar en él, es como si hubiera renacido. 
—¿Por qué lo hiciste?
—Terno, nosotros somos Dioses, pero antes fuimos humanos, fuimos las primeras personas, que como vosotros, habitamos un planeta de éste mismo sistema solar. Moríamos y nacíamos como vosotros, hasta que el creador nos convirtió en Dioses.
Nuestra misión es la de velar por preservar el sistema solar, aunque no podemos influir en las decisiones que tomen los seres que en el habitan.
     Nosotros también morimos, pero tenemos la capacidad de volver a renacer. No obstante, el creador nos dio la oportunidad de renunciar a ser Dioses, y entonces nuestra vida vuelve a ser la de un ser humano, la muerte es por tanto en ese momento definitiva.
Son muchos los que decidieron dejar su eternidad pues el vacío que podemos llegar a tener no es fácilmente soportable.
    En estos momentos el Dios del tiempo ha decidido terminar su existencia viviendo como un ser humano  y esta plaza está ahora libre. ¿Te gustaría tener ese importante poder?
—Es una responsabilidad muy grande.
—Cierto, es una decisión de mucha responsabilidad. Tomate tu tiempo para decidirlo.
    De momento te dejaré un momento a solas para que veas lo que se irá mostrando en ése estanque.
El tiempo sigue retrocediendo y ahora ve cuando su sarcófago estaba en un asteroide que giraba por el espacio. La tierra como se conocía había desaparecido. Un enorme asteroide había golpeado la luna sacándola de su órbita y haciendo carambola con la tierra. El golpe había sido de tal magnitud que se destruyeron los dos planetas, la tierra y su satélite.
La vida en la tierra había desaparecido por completo, toda la diversidad de especies y seres habían sucumbido, había sido una gran pérdida para éste universo. Todo lo que había costado conseguir en tantos millones de siglos había desaparecido en unos pocos instantes.
Pero aunque el planeta tierra había desaparecido y ahora solo era un mar de escombros, de pequeños asteroides, el ser humano no había desaparecido.
El aviso de la llegada de un asteroide que iba a destruir el planeta, o que podría cambiar la vida en la tierra, se había detectado hacía muchos años antes de que ocurriese. Esto permitió que las grandes naciones preparasen una salida de la tierra y la colonización de otros planetas. No hubo una coordinación mundial por lo que cada país eligió el planeta que mejor se adaptó a sus capacidades para poblarlo.
Pero no toda la humanidad pudo salir del planeta antes de la destrucción, más del noventa por ciento de los seres y especies que viven en la tierra no tuvieron la opción de librarse de la muerte.
Miles de siglos después los planetas fueron creciendo y desarrollando su propia humanidad.
En uno de ellos estaba el ejecutivo que pedía al Dios del tiempo que lo detuviera, algo similar a lo que hizo él en su momento. 
Durante siglos el sarcófago estuvo vagando por el universo en un trozo destruido de la tierra. 
Sentado a su lado un anciano de pelo blanco, sombrero y bastón lo acompaña. 
—Anciano, he sentido lo que ha pasado y me parece imposible que con esta destrucción aún siga entero. 
—El Dios te sigue protegiendo. 
—¿Cómo me va a proteger?, lo que quiere es seguir martirizándome. 
—Te equivocas Terno, el Dios no te odia, ni te guarda rencor, ha visto en ti lo mismo que yo y quiere protegerte, cree que puedes hacer aún muchas cosas. 
—Que voy a hacer si estoy muerto. 
—¿Si estás muerto porque aún sigues aquí?
— Tienes razón. ¿Qué debo hacer? 
—Lo que te he dicho miles de veces en todos estos siglos. Debes arrepentirte y hablar con él., tiene planes para ti pero has de liberarte de esa obsesión de detener el tiempo. 
 
 Las imágenes siguen pasando marcha atrás. Terno ve pasar los años antes de la llegada del asteroide hasta pararse en las imágenes de María, faltan aún más de mil años para que eso ocurra.
Lo que está viendo es una viejecita que está sentada en el porche de su casa, a su lado dos niños pequeños juegan en el jardín. De su cuello cuelga un colgante que perteneció a su familia desde tiempos inmemorables.
Terno se da cuenta de que es el colgante que él tuvo en su anterior vida. 
—Marcos, Eva, venir aquí.
—¿Qué quieres abuela?
—Tengo que contaros una cosa.
—Un cuento.
—Sí, un cuento.
—Espera que vamos a por unos cojines y nos sentamos aquí.
—Tráeme de la que vienes una limonada.
—Si abuela, se lo pido ahora a mamá.
—Pues bien niños voy a contaros el cuento de un Rey que vivió hace muchos, muchos, muchos miles de años en un reino, uno de los más poderosos de la tierra. 
—Más que nuestro presidente. 
—Sí, mucho más, 
Pues ése Rey decidió retar al Dios del tiempo. 
Llega la hija con las limonadas. 
—Madre, otra vez estas con el cuento de ese Rey que según tú es un antepasado nuestro. 
—No lo digo yo, lo dicen las pruebas de ADN que nos hemos hecho y que coinciden con las que se hicieron a los restos encontrados en el desierto. 
—Sigo diciendo que es todo un cuento.
—Yo no tengo que convencerte. 
    Venir más cerca niños. 
—Sí, abuela. 
—¿Veis este colgante?
—Sí, es tu colgante. 
—Pues será vuestro. 
—Lo quiero yo abuela. 
—No yo, porque soy el mayor. 
—Pero solo por quince minutos dice mamá. 
—Tranquilos pequeños —la anciana coge el colgante y lo divide en dos. 
—Esté para ti y esté para ti. 
Debéis protegerlo durante toda vuestra vida y cuando uno falte ha de dárselo al otro para volver a juntarlo, es mágico y poderoso. 
    Cuando llegue el momento debe ser entregado a un nieto, o nieta vuestra. 
    Os he escrito dos libros en los que os cuento la historia de este colgante, esta parte la había escrito mi abuela, y yo os he escrito un poco de la historia de este reino y del Rey que gobernó Spinto. 
    Y ahora iremos al museo a ver todo lo que se ha encontrado en ese lugar. 
La casa de María estaba muy cerca del museo de Frentas. 
Esa misma noche María murió plácidamente después de pasar su testigo a la siguiente generación. 
María se había casado con su amor de toda la vida, Daniel, con el que disfruto de una hermosa y tranquila vida, de ese matrimonio había nacido su hija Raquel. 
  
Nuevas imágenes aparecen en la superficie del agua. Una enorme explosión aparece ante sus ojos, una explosión que sacudió todo el museo, parte de la estructura se vino abajo, pero el sarcófago resistió  la explosión, unos dicen por qué estaba construido para aguantar incluso una bomba nuclear, otros que por suerte divina. Sea cual sea la razón el monarca seguía resistiendo el paso del tiempo sin sufrir ningún cambio desde su muerte, el resto de cosas que en el museo se encontraban fueron reducidas a cenizas. 
El museo tardó varios años en abrir, salvo la momia del Rey y las nuevas piezas encontradas en las ruinas de Spinto, las piezas destruidas fueron reemplazadas por copias.
La policía pudo saber que era una furgoneta cargada de explosivos la que chocó contra el edificio por unos pocos restos que se encontraron a varios cientos de metros del lugar.
Las investigaciones llevaron a detener a una secta que buscaba la destrucción de todo lo relacionado con Spinto, según ellos seguían las órdenes del mismísimo Rey Terno. 
Se teme que esa misma secta hubiera asesinado y hecho desaparecer al bibliotecario Ricard, pero no se encontró el cadáver ni ninguna pista de su paradero.
En su retina se van reflejando ahora las imágenes de su vida, la locura que le llevó a hacer barbaridades de las que ahora está arrepentido.
Ve la ciudad cubierta, las gentes dentro muriéndose de hambre, a su familia huir de la ciudad; los castigos y las muertes que su idea de lucha contra el Dios provocó, y a su gigante luchador con la mano levantada sujetando la pluma del Fénix.
Estas visiones han creado tal tristeza en Terno que no es capaz de parar las lágrimas que se escapan de sus ojos.
Las últimas imágenes que aparecen en el agua son dos niños peleándose, el chico va retrocediendo ante los ataques del príncipe que no le da tregua. Uno tras otro va parando los golpes que le lanza el príncipe, y retrocediendo, retrocediendo llega hasta donde están sentados los Reyes. El último golpe no consigue pararlo con su espada y el chico cae contra el Rey padre, este pierde su posición y cae al suelo.
El anciano está sentado a su vera en el banco.
—Estamos de nuevo en el punto de partida.
    Terno esta es tu última decisión. ¿quieres ser humano y vivir el resto de tiempo que te queda, o quieres ser el Dios del tiempo?, tu decisión decidirá tu futuro.
—Anciano, yo… 



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En el texto hay: tiempo, aventrua

Editado: 27.02.2021

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