Un poco de calma

Había despertado de sobresalto, miraba a todos lados y casi grito de alegría al ver que estoy en una de las habitaciones del hospital, por inercia toco mi cuello y noto que no hay nada, río por lo tonta que me siento comprobando algo de un sueño.

- ¿Doctora Amelia?, ¿esta despierta? –escucho que llaman a la puerta, me giro a ver el reloj y noto que no han pasado más de quince o veinte minutos.

- Sí, pasa –me froto el rostro y me pongo de pie, me dolía la espalda pero eso era quizás a la posición en la que me quede dormida, tal parecía que sólo había caído hacia atrás mientras estaba sentada.

- Llegó otro paciente, le tomamos radiografías y tiene fractura en el brazo, se cayó tras estar bebiendo –asiento tomando la radiografía, me pongo de pie y voy donde el paciente, por suerte con un yeso tendría para que sanara, le recomendaría terapia física y lo mantendría en revisión.

- Yo lo vi, ojos rojos –cuando estamos cerca escuchamos los gritos, me apresuro a entrar y entonces lo veo, dos enfermeras intentan sujetarlo a la cama sin tomar su brazo fracturado.

- Colóquenle un calmante, rápido –me acerco al hombre mientras le doy la orden a la enfermera que me buscó, ella hace como pido y tras lograr inmovilizarlo, le coloco la inyección.

- Usted también lo vio, ojos rojos, moriremos –sujeta mi brazo con demasiada fuerza, chillo bajo, la presión empieza a ceder conforme se duerme.

- Traigan el yeso –froto mi brazo, eso había dolido. La enfermera asiente y sale junto al resto, aquello me había dejado pensando, lo de los ojos rojos había sido sólo un sueño, ¿no? Niega, seguro había visto a un perro y con la borrachera, pensaba que había algo terrorífico y malévolo allá afuera.

El resto de la noche todo fue tranquilo, me había dolido un poco el brazo pero tras ponerme un poco de pomada, me sentí mejor.

La noche transcurrió en calma, algo que agradecía, sentía que había pasado una semana en lugar de una noche, me dejo caer en la silla y froto mis sienes, quería ir a mi casa a dormir.